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jueves, 23 de junio de 2011

Parajes desolados

Camino tedioso. ¡No se duerma! No era el primer letrero de ese tipo con que nos topábamos. Desde hacía varias horas, hasta donde alcanzaba la vista no se veían más que interminables tramos de desierto, saguaros y algún que otro árbol de mezquite. Estaba cruzando con mi marido el desierto de Chihuahua, el tercero más extenso de América.



Un rato después nos detuvimos en una estación de servicio, la primera construcción que veíamos en más de una hora. Me bajé del vehículo para estirar las piernas. Mientras mi marido pagaba el combustible, me puse a conversar con el joven que nos atendía.


—¿Eres de aquí?


—Sí, señora.


—Debe de ser difícil vivir en un sitio tan aislado. ¿No te sientes solo? ¿No te aburres? —le pregunté.


—No, señora —me respondió—. Dios está aquí. Lo veo en la naturaleza —y se puso a enumerar—: Hay camaleones, coyotes y serpientes de cascabel, correcaminos que persiguen lagartijas, y águilas reales que andan en busca de liebres. Y esta tierra árida y arenosa nos da las deliciosas pitahayas y los nopales.


Su candor y entusiasmo fueron tan refrescantes como inesperados.


Más tarde, mientras seguíamos nuestro recorrido por aquellos parajes desolados que no parecían acabar nunca, pensé en lo que me había dicho aquel joven y recordé a otras personas a las que Dios se manifestó en áridos páramos.


Agar huyó al desierto, donde Dios salió a su encuentro y la bendijo (Génesis, capítulo 16).


Dios llamó a Moisés en el desierto del Sinaí (Éxodo 3:1-10), y fue ahí mismo donde le entregó los 10 mandamientos (Éxodo 19:1,3).


Elías se refugió en un desierto pelado y escuchó allí la voz de Dios (1 Reyes 19:7,8,13).


Juan el Bautista vivió en el desierto hasta que recibió de Dios el llamamiento de preparar el camino para el Mesías (Lucas 1:80; 3:2).


Jesús venció las tentaciones de Satanás en el desierto al que se retiró antes de comenzar Su obra pública (Mateo 4:1).


Dios envió a Felipe a un camino desértico para que le explicara a un eunuco etíope cómo podía salvarse (Hechos 8:26-39).


¿Y tú? ¿Sientes que estás atravesando algún desierto árido y desolado? Anímate. Dios está allí.






jueves, 19 de mayo de 2011

La búsqueda de la perfección

Joyce Suttin







Recuerdo que de pequeña en una ocasión me fijé en un árbol que me pareció perfecto. Se erguía al fondo de un campo que había detrás de nuestra casa. Casi no podía contener mi entusiasmo cuando corrí hacía él para observarlo de cerca. Sin embargo, cuando me disponía a arrancar hojas perfectas de aquel árbol perfecto, me llevé una de mis primeras decepciones. Al examinarlas detenidamente vi que cada una tenía algún defecto: un raspón, una mancha marrón, una mordedura de insecto. No había una sola que pudiera llevarme a casa y colgar de la pared de mi cuarto como símbolo de perfección.






A cierta distancia una imagen puede parecer perfecta; pero al mirarla de cerca aparecen las imperfecciones. Observamos a un desconocido que pasa conduciendo un flamante auto y nos imaginamos que lleva una vida perfecta, sin reparar en que quizá tiene problemas mucho peores que los nuestros. En la televisión y en las películas vemos imágenes de perfección, ilusiones que se desvanecen cuando se muestran los créditos al final. Una vista panorámica puede parecer perfecta desde lejos; no obstante, cuando nos acercamos descubrimos el lodo y la basura. El mundo se ve mejor sin binoculares ni microscopios.






Buscamos la perfección: personas y situaciones perfectas, relaciones perfectas, felicidad perfecta; pero dado que ninguno de nosotros es perfecto, terminamos desencantados o abatidos. Dios no espera perfección, al menos no según el concepto de ella que tenemos los mortales. No cde que todos podemos mejorar; pero en muchas ocasiones lo que nosotros percibimos como defectos y flaquezas son en realidad pinceladas Suyas, elementos de nuestra idiosincrasia, rasgos positivos aunque no nos lo parezcan. ¿Acaso todas las dificultades son enteramente malas? ¿No se sirve Dios de ellas a veces para encaminarnos mejor?






Dios no nos exige perfección. Lo único que nos pide es que procuremos amarlo a Él y al prójimo1. Cuando obramos así, Su amor nos inspira seguridad, y adquirimos toda una nueva perspectiva de la vida. Nos valoramos más como personas, valoramos las cualidades ajenas y aprendemos a sacar el mejor partido posible de las circunstancias en que nos encontramos. La vida no es perfecta; pero no importa. Dios sabía que así sería mejor.






viernes, 25 de marzo de 2011

¿Cansado de arrastrar los pies?

1. DesayunarLos estudios revelan que quienes desayunan suelen gozar de mejor humor y tienen más energías durante la jornada que quienes no lo hacen. Investigadores de la Universidad de Cardiff descubrieron que un nutritivo plato de cereal cada mañana reduce el nivel de cortisol, la hormona del estrés.Como es sabido, conviene evitar los alimentos altamente procesados, pues suelen ser perjudiciales para la salud. Tal es el caso de muchos cereales envasados.2. Beber aguaA veces hasta una leve deshidratación puede provocar una sensación de cansancio y letargo. La sangre y otros líquidos corporales se componen más que nada de agua. Una pequeña falta de agua puede hacer más densa la sangre, lo que obliga al corazón a bombear con más fuerza para llevarla a los órganos y células. Resultado: fatiga.La solución es sencilla: un vaso grande de agua. Además de beber más, hay que consumir alimentos de alto contenido hídrico como son las zanahorias, las sandías, las naranjas y otras frutas y verduras jugosas.3. Caminar unas cuadrasSe puede pensar que la actividad física, cuando se está agotado, aumenta el cansancio. En realidad es al revés. La actividad física moderada —caminar, por ejemplo—incrementa el nivel de energía.Experimentos realizados en la Universidad Estatal de California revelaron que una caminata de diez minutos a paso ligero tiene un efecto revitalizador que dura hasta dos horas. Y los que hicieron una caminata de diez minutos todos los días durante tres semanas reconocieron que se sentían con más energías y que había mejorado su estado de ánimo.4. Bocados de alto contenido energéticoUna merienda que combine proteínas, un poco de grasa y algo de fibra —por ejemplo una galleta integral untada con crema de maní, o yogurt con un puñado de nueces—es un energizante natural. Los carbohidratos tienen un efecto rápido, las proteínas mantienen alto el nivel de energía, y la grasa hace que dure.Conviene comer cada tres o cuatro horas. Con tres comidas ligeras y dos refrigerios la concentración de azúcar en la sangre y el nivel de energía se mantienen estables todo el día. Pero claro, tienen que ser comidas ligeras. La digestión de las comidas copiosas requiere más energía, lo que puede derivar en una sensación de letargo.Los alimentos dulces incrementan la cantidad de azúcar en la sangre y en un principio producen un arranque de energía. Pero éste da paso a un rápido descenso de los niveles de azúcar, que puede crear una sensación de agotamiento. En cambio, la fibra ralentiza la asimilación de los carbohidratos; de ahí que la glucosa liberada por los alimentos ricos en fibra entre al torrente sanguíneo a un ritmo lento y continuo. Es energía que persiste.He aquí algunos ejemplos de alimentos que contienen mucha fibra: cereal con salvado, una tortilla multigrano rellena con frijoles negros y queso, palomitas de maíz preparadas con un palomitero de aire caliente, una manzana.5. Café con lecheEs posible combinar el rápido efecto estimulante de la cafeína con el poder vigorizante de las proteínas tomando café con leche en vez de café solo. Así el cafecito pasa a ser una bebida proteica. No solo proporciona más energía, sino también calcio, que es bueno para los huesos, siempre y cuando no se anule ese beneficio endulzándolo demasiado. Combínalo con un puñado de almendras; la grasa sana que contienen te proporcionará energía durante un buen rato, y te parecerá que te estás danto un gustazo.6. Reducir el estrésEl estrés es un enorme consumidor de energía. Por más que se mantenga a un nivel bajo, el estrés crónico es desgastante. Con el tiempo la persona acaba haciendo menos, y más cansada.Así pues, todo lo que te resulta relajante reduce la tensión y aumenta tus energías.Practica la respiración abdominal. Al inhalar, el vientre debe ponerse redondo y llenarse como un globo; al espirar, debe desinflarse. Claro que es difícil acordarse de respirar profundamente cuando se está sometido a mucha presión. Junto a la computadora o en cualquier sitio en que suelas estar tenso puedes colocar como recordatorio una foto de un paisaje sereno que diga: «Respira».Olvida el resentimiento. Los rencores producen en la mente y el cuerpo una reacción similar a la que genera el estrés crónico. Con el tiempo eso afecta al sistema inmunológico y causa agotamiento. En cambio, la empatía y el perdón actúan como reguladores del estrés y de sus efectos sobre el organismo.7. Vigorizar el espírituLa vida nos depara de todo. Los trances emocionales son inevitables. Sin embargo, el cerebro y el cuerpo se recuperan mejor, con más bríos y vigor, cuando reaccionas con prudencia. En esos momentos la oración y el optimismo son valiosos aliados.Lávate la cara o dúchate. Hay investigaciones que han demostrado que refrescarse con un poco de H2O puede incrementar el nivel de energía y reducir la tensión cuando se está agobiado.Escuchar música es uno de los medios más eficaces de contrarrestar el mal humor, disminuir la tensión y aumentar la energía. Se ha determinado que la música es un poderoso medio de distracción cuando se está fatigado. Pon una de tus canciones favoritas cuando te sientas bajoneado.Haz el bien. Un estudio publicado en el Journal of Health and Social Behavior revela que las acciones altruistas potencian seis aspectos que inciden en el nivel de energía: satisfacción con lo que se hace, autoestima, la sensación de que uno está al mando de su vida, salud física, estado de ánimo, y felicidad.

viernes, 18 de marzo de 2011

Beneficios del ejercicio


Uno de los aspectos más importantes para conservar la salud es el ejercicio físico: la práctica de un deporte, entrenamiento de fuerza, caminatas, subir escaleras o cualquier otra actividad que aumente la frecuencia cardiaca, mejore la circulación y haga trabajar los músculos. Entre los beneficios de una vida activa vale la pena mencionar los siguientes:Más energías. ¿Sientes cansancio y abatimiento al final de la jornada? Una caminata a paso ligero, un rato de trote o un paseo en bicicleta harán que llegue sangre cargada de nutrientes y de oxígeno a todos los rincones del organismo, lo que resulta vigorizante.Regulación del peso. Si bien el ejercicio cardiovascular, cuando se hace con frecuencia, es clave para bajar sanamente de peso, también ayuda a aumentar de peso en los casos en que eso es beneficioso para la salud. El entrenamiento de fuerza —por ejemplo, con pesas— hace que aumente la masa muscular.Mejor salud. El ejercicio adecuado fortalece el sistema inmunológico, sobre todo las actividades al aire libre y al sol. Además, ayuda al organismo a eliminar toxinas. Ambas cosas conducen a un mejor estado general de salud.Menos probabilidades de sufrir lesiones. Cuando el cuerpo hace el ejercicio que necesita es menos susceptible a las lesiones que suelen sufrir quienes se dedican a un trabajo de escritorio o llevan una vida sedentaria, como lesiones lumbares y cervicales y desgarros musculares. Solo hay que tener cuidado de no excederse al iniciar un régimen nuevo de ejercicio, pues eso también puede ocasionar lesiones.Juventud. El ejercicio habitual ayuda a prevenir el cáncer, la osteoporosis, la diabetes y otras enfermedades crónicas. El entrenamiento de fuerza rejuvenece los tejidos musculares y retarda el envejecimiento.Disminución del estrés. Al estimular la liberación de endorfinas —sustancias químicas del cerebro que producen sensación de bienestar—, el ejercicio alivia el estrés y la fatiga mental y emocional que se apodera de nosotros al final de una jornada ardua pero sedentaria.Más energía mental. El ejercicio estimula el flujo de sangre y oxígeno a todo el organismo, incluido el cerebro. Las personas que llevan a cabo un trabajo creativo o de resolución de problemas suelen ser más productivas después de hacer ejercicio enérgico.Sueño más reparador. Realizar actividad física con regularidad ayuda a dormirse más pronto y más profundamente, lo que a su vez mejora la concentración, la productividad y el estado de ánimo. Solo hay que evitar hacer ejercicio muy cerca de la hora de dormir, pues en ese caso puede tener el efecto contrario.El ejercicio no tiene por qué ser un purgatorio. Hay muchas actividades entretenidas, por ejemplo asistir a clases de baile, participar en partidos espontáneos de fútbol o baloncesto en el parque o hacerse socio de un club de excursionismo o ciclismo. Si algo resulta aburrido, se puede probar otra cosa. Cuanto más se disfruta del ejercicio, más probabilidades hay de crear hábito, lo que reporta mayores beneficios.Y cuando no hay un espacio de tiempo que dedicar exclusivamente a hacer ejercicio, la suma de las actividades realizadas a lo largo del día puede ser casi igual de beneficiosa. Se puede ir a la tienda a pie, subir las escaleras en lugar de tomar el ascensor, jugar con los niños en lugar de sentarse a observarlos.

sábado, 29 de enero de 2011

¿Por qué no?


Samuel Keating
El Año Nuevo en que tenía seis años, lo que más quería era irme a vivir a las montañas. Durante los feriados navideños habíamos ido a visitar a unos familiares que vivían en una región montañosa. Era la primera vez que disfrutaba de la maravilla de jugar con tanta nieve. Lo había pasado bomba.
En Navidad recé de todo corazón para que nuestra familia se mudara, y continué haciéndolo hasta bien entrado enero. Al principio tenía la confianza de que aquello sucedería a corto plazo, hasta que caí en la cuenta de que no había planes para mudarnos pronto. Con el tiempo se me pasó aquella obsesión infantil, pero durante mucho tiempo seguí preguntándome por qué no había respondido Dios mi oración.
Ahora me doy cuenta de que Dios contesta cada una de nuestras oraciones, pero no siempre enseguida ni tal como nosotros esperamos. A veces dice que sí. Otras, que no. Y en otras ocasiones dice: «Espera».
Cuando niños veíamos en una tienda algo que queríamos o que tenía un compañero del colegio y nos convencíamos de que eso nos iba a hacer felices. Algunos todavía conservamos esa mentalidad y nos comportamos como si Dios fuera un farmacéutico que no hace otra cosa que expendernos los remedios que le pedimos, o un Papá Noel que va marcando los artículos de nuestra lista que nos va concediendo. En realidad Dios no responde algunas de nuestras oraciones tal como queremos o esperamos porque sabe que lo que le pedimos no sería bueno para nosotros o para otras personas.
Cuando Dios no nos da una respuesta inmediata y favorable, en lugar de convencernos de que no escuchó nuestra oración o de que nos ha abandonado, deberíamos considerar que tal vez desea poner a prueba nuestra fe para ver si vamos a seguir amándolo y confiando en Él a pesar de todo, lo cual no se sabría si nos diera todo lo que queremos en el momento en que se lo pedimos.
En otras ocasiones puede que Dios haya respondido nuestra oración, pero que nos desagrade el modo en que lo hizo. A veces sucede que sabemos exactamente lo que queremos y no hacemos más que pedirle a Dios que nos lo facilite. Sin embargo, si se da el caso de que nuestros planes no se ajustan a lo que Dios considera óptimo, Él sabia y amorosamente nos niega nuestro pedido. Es preciso que ajustemos nuestras peticiones a Sus designios, que son mucho más amplios y mejores.
Ah, se me olvidaba. En los años que han transcurrido desde que hice aquella oración de Año Nuevo que no pareció materializarse he disfrutado de muchos inviernos nevados en varios países. A fin de cuentas la respuesta de Dios fue: «Claro que sí: cuando Yo lo disponga».

miércoles, 19 de enero de 2011

Apoyo invisible


Eldora Sichrovsky
Cuando Evelyn -mi hermana mayor- tenía 16 años, de golpe le dieron unos dolores muy agudos en la parte inferior derecha del abdomen. A medida que se intensificaba el dolor, le dio fiebre y comenzó a vomitar. Recuerdo la angustia y desesperación que sentimos cuando mi padre la llevó a toda prisa al hospital más cercano.
Un médico de urgencias descubrió un quiste gangrenoso en su abdomen. El quiste se había enrollado y estaba cortándole la circulación y causándole unos dolores fuertísimos. El tiempo pasó volando mientras la preparaban con la mayor rapidez para una cirugía de urgencia. En casa, los demás orábamos fervientemente, pidiendo a Jesús que la protegiera, la consolara y la rodeara de Su amor y Su presencia.
Era casi medianoche cuando Evelyn salió del quirófano. Trascendió que la operación se había realizado justo a tiempo. El quiste ya había empezado a liberar fluidos tóxicos y a destruir los tejidos cercanos. Lo importante era que ella estaba con vida y a salvo. Dimos gracias a Jesús por eso.
Los cinco días que Evelyn permaneció internada me hubiera gustado estar con ella las 24 horas para cuidarla. Pero descubrí que después de las horas de visita, cuando tenía que irme a casa, mis oraciones podían hacer mucho más por ella de lo que jamás habría podido aportar mi presencia física. Por ejemplo, cuando tuvo una fuerte reacción alérgica a los calmantes intravenosos, estoy convencida de que con mis oraciones para que los médicos encontraran una solución la ayudé mucho más que si hubiera podido estar con ella para consolarla.
Las oraciones de nuestra familia y nuestros amigos la acompañaron todos los días hasta que volvió a casa, y la escoltaron también durante las semanas de convalecencia que siguieron. «Sabía que estabas orando por mí -me dijo cuando ya había pasado el mal rato-. Eso me dio fuerzas para afrontar los momentos difíciles. Tenía la tranquilidad y la seguridad de que todo estaba en manos de Jesús».
¿Sabes de alguien que atraviesa alguna prueba, cuya carga no puede ser aliviada por manos humanas? ¿Tienes algún ser querido que sufre, cuyo dolor no puede mitigarse por medios humanos? ¿Anhelas estar con esa persona para atenderla y, sin embargo, no sabes cómo? Pues entonces reza. Jesús te escucha. Él se interesa por cada uno de nosotros. Su poder, activado por medio de tus oraciones, no conoce límites.
Tienes a tu alcance un poder sin igual para ayudar a las personas que aprecias, para salvar la distancia que te separa de ellas, ofrecerles apoyo y brindarles los mejores cuidados. Envuelve en oración a tus seres queridos.

jueves, 13 de enero de 2011

El rompecabezas


Los rompecabezas -desde los de madera o goma para niños pequeños hasta los más intrincados de 10.000 piezas o los tridimensionales- son muy eficaces para el desarrollo de habilidades de resolución de problemas, aparte de constituir un agradable pasatiempo para personas de cualquier edad.
Cuando yo tenía 11 años me fascinaban los rompecabezas. Mi madre y yo, para relajarnos, armábamos juntas en la mesa de la cocina rompecabezas cada vez más complejos. Cuando llegaba la hora de comer, cubríamos el rompecabezas con un mantel; después lo retirábamos y nos poníamos otra vez a buscar las piezas faltantes.
Aunque hace ya mucho que no tengo tiempo de armar un rompecabezas de los grandes, mi hijo de dos años ya está aprendiendo a hacer los más sencillos. Yo, con una sola mirada, ya sé dónde va cada pieza. En cambio, a mi pequeño a veces le cuesta averiguar dónde encaja la que tiene en la mano. Cuando se traba y se empieza a exasperar, me pide ayuda, y yo le doy una indicación o una pista. A la larga descubre dónde va cada pieza y se queda contento. Me encanta la mirada de satisfacción que tiene cuando logra terminar el rompecabezas.
A veces nos enfrentamos a situaciones complicadas que parecen no tener salida. Suele ser en esas ocasiones cuando nos damos cuenta de que recurrir a la oración es la mejor opción de que disponemos. Como si fuéramos niños, nos empeñamos en entender y resolver por nuestra cuenta una situación muy enredada, cuando Dios está más que dispuesto a ayudarnos.
Al igual que cualquier padre, Dios disfruta ayudándonos a armar el rompecabezas de la vida. Él goza de una posición estratégica y ve dónde cuadra cada pieza y cuál es la siguiente que hay que poner. No nos arma el rompecabezas -así no aprenderíamos mucho-; pero cuando nos trabamos, nos da pistas. Lo va montando con nosotros pieza por pieza, y poco a poco va apareciendo la imagen.
Bonita Hele es integrante de LFI en la India.

viernes, 17 de diciembre de 2010

El nacimiento de la luz


Es Nochebuena. Hace un mes el sol desapareció en el horizonte, y no se dejará ver otra vez hasta mediados de enero.Sin embargo, Noruega no es tan lóbrega en esta época del año como cabría pensar. El manto de nieve que cubre el paisaje brilla a la luz de la luna y las estrellas, y los reflejos de los rayos del sol parecen danzar en el cielo nocturno. Los colores lo dejan a uno pasmado.Este año el cielo ha estado increíblemente bello y diáfano. He pasado largos ratos junto a la ventana que mira al mar y las islas. Me fascina la singular luz azul que lo baña todo alrededor del mediodía, y el cautivador aspecto que adoptan objetos comunes y corrientes al observarlos bajo una nueva luz. Apenas han pasado cuatro días desde el solsticio de invierno y, sin embargo, el cambio ha sido notable. Antes los colores eran intensos y dramáticos: naranja oscuro y bermellón, violetas y azules profundos. Ahora son pasteles: rosa, lavanda y azul verdoso. En poco tiempo más el sol se asomará por el horizonte. La hora más oscura es momentos antes del amanecer. Hemos esperado la luz en más de un sentido. Así como la inclinación del eje de la Tierra nos oculta el sol por unas semanas, nuestra pecaminosa naturaleza humana nos ocultó el rostro de Dios (Isaías 59:2). Pero el nacimiento de Jesús trajo consigo el albor de una nueva era. Dios alumbró el mundo con Su amor y verdad, y a todos los que lo acogemos nos da nuevas esperanzas, nueva vida y la oportunidad de empezar otra vez. ¡Feliz Navidad! ¡Feliz reinicio!Joanna Hanssen es integrante de LFI en Noruega.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuidado con el negapillo


Informe de investigaciónHace poco connotados científicos hicieron un descubrimiento fascinante: un parásito invisible del que no se sabe mucho. Se llama negapillo, por el efecto negativo que tiene en el estado mental y emocional del huésped. Aunque es muy pequeño para reconocerlo a simple vista, los síntomas de infección son evidentes. Vive adherido a la suave membrana del oído interno. Sus diminutas alas vibran a una frecuencia indetectable para el ser humano, pero que interfiere con las ondas cerebrales y deja a la víctima confusa y sumida en la depresión.Esas vibraciones negativas pueden ser difíciles de distinguir de los propios pensamientos. Si no se procede con sumo cuidado, es fácil que la persona termine dando crédito al murmullo negativo de sus conversaciones internas. En los casos más graves, la infección puede trasladarse al cerebro del huésped, donde el parásito se reproduce y tiene miles de crías que al poco tiempo se propagan a otras personas por el aire, por medio de las palabras negativas que pronuncia el huésped.El negapillo es una plaga que puede causar graves daños. De ahí que el tratamiento deba administrarse al primer síntoma. Mediante un sacudón, hay que desalojarlo del oído de la víctima.En la mayoría de los casos el propio paciente puede aplicarse el tratamiento, inclinando la cabeza hacia el lado donde está el negapillo y realizando varios saltos enérgicos mientras se golpea el lado opuesto de la cabeza. Si el afectado no sabe con certeza en qué oído se esconde el negapillo, deberá darse golpes en los dos lados de la cabeza para mayor seguridad. De haber más de un negapillo alojado en la cabeza, tal vez sea necesario repetir el proceso.En casos difíciles o extremos, se aconseja tomar una almohada y asestarle un buen golpe a la víctima en la cabeza, por el lado opuesto a donde se encuentre el negapillo. Si esa estrategia no da el resultado deseado y no se consigue eliminar el parásito, tal vez sea necesario propinarle un susto para que el bicho salga de su escondite. El agua helada aplicada en la cabeza de la víctima casi siempre proporciona buenos resultados. Para evitar la reinfección, colóquele al paciente unos auriculares y póngalo a escuchar música alegre y lecturas alentadoras. Se recomienda además hacer con él ejercicios de mentalización positiva.(Advertencia: Los golpes con almohada y los tratamientos con agua helada solo deben aplicarlos adultos capacitados. Si un niño intenta esas maniobras, puede causar lesiones a la víctima o daños y perjuicios materiales.)Estudio clínicoUn estudio clínico realizado con mis hijos de corta edad y mi hija adolescente arrojó resultados muy alentadores. El tratamiento prescrito demostró ser muy eficaz para ayudarlos a superar crisis de autocompasión y otros cuadros emocionales negativos.Por ejemplo, un día entré a la cocina y encontré a mi hija de trece años sollozando frente a una pila llena de platos sucios. Me apiadé de ella y le dije: «Siento mucho que no estés contenta. No te quepa duda de que te quiero mucho. Es más, te quiero tanto que tengo que hacer esto...» Saqué una almohada que traía escondida y me puse manos a la obra. Mi hija no paraba de reírse y pedirme misericordia. Después del tratamiento, la paciente se recuperó milagrosamente.Enseguida reanudó el lavado de platos, pero me desconcertó que al cabo de unos instantes sufriera una recaída. Era hora de pasar a la segunda fase. Fui a buscar agua helada. Me vio venir, pero no me creyó capaz de hacerlo. Tras una breve persecución por la casa, la acorralé y... ¡chof! Hasta le pareció gracioso. Unas carcajadas más y los platos ya casi estaban listos.Soy madre de una adolescente muy sensible a las emociones. Como tal, he pasado largas horas explicándole cosas, animándola, consolándola y orando a fin de ayudarla a reponerse de sus arrebatos hormonales y cuadros de desaliento. Sin embargo, he comprobado que el tratamiento contra los negapillos es de lo más eficaz.Una vez que las pobres víctimas del negapillo toman conciencia del peligro, aprenden a reconocerlo y evitan a toda costa Misty Kay es misionera de La Familia Internacional en Taiwán.

La aurora boreal


La aurora boreal —y su equivalente en el hemisferio sur, la aurora austral— es uno de los fenómenos más impresionantes que se pueden apreciar en el cielo nocturno. Cuando vivía en Islandia la vi muchas veces. Recuerdo especialmente una de esas ocasiones.Fue en febrero de 2009. Estaba por irme de Islandia para trabajar como voluntaria en Irlanda. Me había pasado la mayor parte del día haciendo indagaciones para despachar mis pertenencias como carga y no me había ido muy bien. Cada llamada telefónica para averiguar cuáles eran los procedimientos aduaneros había resultado exasperante. Con el paso de las horas, todo fue de mal en peor. Eso me pareció a mí, por lo menos. Hasta una caminata por el parque terminó mal cuando tropecé y me raspé la rodilla. Hacia el final del día estaba hecha un mar de lágrimas y no conseguía pensar coherentemente. Sabía que me sentiría mejor si adoptaba una postura optimista, pero no veía el aspecto positivo de la cuestión por ningún lado. ¿Cómo podía sentirme agradecida si estaba rodeada de tinieblas? ¿Cómo podía pensar en algo que me inspirara gratitud cuando todo el mundo me decía que lo que quería hacer era inviable?En ese preciso momento sonó el teléfono. Era una amiga que me llamaba para decirme que iba a haber una aurora magnífica esa noche. Como yo iba a partir en pocos días era probable que fuera mi última oportunidad de presenciar ese soberbio espectáculo.Llamé a otra amiga, agarré mi abrigo, y las dos nos trasladamos en auto hasta un sitio en las afueras de la ciudad donde las luces no opacarían el efecto. Allá hacía más frío, y el viento era más recio, pero la vista no nos defraudó.Mientras contemplábamos sentadas la danza de los vibrantes tonos fucsia, verde y azul en el firmamento, se me ocurrieron varias cosas. Esos espectáculos lumínicos naturales se ven mayormente cerca de los polos, donde hace mucho frío y se pone muy oscuro. Para observarlos bien, normalmente hay que soportar algunas inclemencias o hacer algún sacrificio.En aquel sitio remoto, inmersa en las tinieblas y el frío, la aurora se desplegó ante mí en todo su esplendor. Mi situación general no había cambiado, pero mi corazón danzó al compás de aquellos suaves velos de luz. En aquel momento en que todo se veía negro para mí, además de iluminar mi mundo y darme algo que suscitara mi gratitud, Dios me recordó una vez más que hasta la noche más lóbrega ofrece un aspecto bellísimo si miramos hacia arriba.Anjali Miles es integrante de La Familia Internacional en Irlanda.

martes, 5 de octubre de 2010

Mi primer milagro


Hace unos años, cuando conocí a un par de misioneros de La Familia Internacional, los invité a mi casa, dado que necesitaban un lugar donde hospedarse. Sin embargo, no capté de inmediato todo lo que me decían acerca de Jesús. Me mantuve escéptico.Luego sucedió algo que alteró la situación.Una mañana, mientras trotaba por el vecindario como acostumbraba hacer todos los días, sentí unas punzadas en la espalda que me hicieron doblarme de dolor. Lejos de disminuir, fueron en aumento. Aquella noche tuve bastante fiebre. Cuando fui a hacerme un reconocimiento y describí los síntomas —sangre en la orina, dolor, fiebre—, el diagnóstico preliminar fue que tenía cálculos renales, y que mi caso era bastante grave. Me hicieron análisis y me dijeron que volviera al día siguiente a recoger los resultados.Enfermo de cuerpo y espíritu, regresé a casa para descansar. Entonces expliqué mi sufrimiento a los voluntarios que se estaban alojando temporalmente allí. Como es natural, se ofrecieron a orar conmigo. Obstinado, les respondí:—No; creo que me falta fe.Sonriendo, me dijeron:—Pues recemos también por eso.Rogaron por mi rápida y completa recuperación de lo que fuera que me aquejara, me leyeron pasajes de la Biblia sobre la sanación y los invocaron como si se tratara de promesas que Dios hubiera hecho específicamente para mí. También oraron para que me librara de mi incredulidad. Antes de acostarme me puse a releer una y otra vez aquellos versículos. Poco a poco me invadió una sensación de tranquilidad. Algo desconocido estaba echando raíz en mi corazón: era una diminuta semilla de fe.A la mañana siguiente me sentía mucho mejor, de modo que fui primero a trabajar a la oficina y luego al hospital para hacerme más análisis. El médico no sabía qué pensar: estaba desconcertado. Analizaba y requeteanalizaba los resultados hasta que finalmente me los entregó y trató de explicarme lo que yo ya sabía: las radiografías mostraban que no tenía nada. Me había curado.Casi daba la impresión de que los análisis del segundo día correspondían a otro paciente, explicó el doctor. Sin embargo, yo estaba seguro de que lo ocurrido sólo podía calificarse de milagro.Nada me dolía; habían desaparecido todos los síntomas de cálculos renales. Quedaron desplazados por la fe. Aquella noche, al leer la Biblia con los integrantes de La Familia, lo hice desde una perspectiva totalmente distinta: no como un simple estímulo intelectual, sino reconociendo que —como dijo Jesús— aquellas palabras eran «espíritu» y «vida» (Juan 6:63). Las mismas palabras que me habían sanado me condujeron a una nueva y maravillosa existencia.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Nunca es tarde si la dicha es buena


Jamás imaginé que sufriría una dolencia potencialmente mortal, así que hace seis años, cuando me descubrieron que tenía la enfermedad de Crohn —un mal autoinmune que afecta al tracto digestivo y que no es curable ni con fármacos ni con intervenciones quirúrgicas—, me costó mucho aceptarlo. En aquel entonces yo tenía 24 años y un hijo de cuatro.Todos los remedios naturales que probé poco hicieron para mitigar el deterioro. Sufría dolores tan intensos que tuve que guardar cama casi cuatro años. Llegué a perder el 40% de mi peso. Quedé con 35 kilos y pude haber muerto de desnutrición.La enfermedad me fue consumiendo también emocionalmente. Me sentía inútil, fracasada, y me veía como una carga enorme para mi familia. Me preguntaba: «¿Por qué habrá permitido Dios que me sobrevenga esto? ¿De qué le puede servir una persona postrada en cama, tan delicada de salud e inestable como soy ahora?» En los momentos en que me sentía más débil física y emocionalmente, mi familia y amigos me ayudaron a no rendirme. También me hicieron ver que todavía podía ayudar a los demás por medio de mis oraciones. Así que dejé de pedirle al Señor que me curara y más bien le rogué que se valiera de mí con todo lo enferma que estaba. Eso marcó el principio de mi recuperación. No me curé físicamente de la noche a la mañana, pero tenía paz interior y estaba dispuesta a aceptar lo que Dios tuviera para mí.Varios meses después se dio a conocer un nuevo tratamiento clínico para esta enfermedad. Cuando le pregunté a Jesús si debía someterme a él, me dijo que me serviría para restablecerme por completo. Poco a poco mis intestinos empezaron a funcionar mejor. A lo largo del siguiente año recuperé paulatinamente mi peso normal. El tratamiento, junto con una buena dieta y mucha oración, hizo entrar en remisión la enfermedad de Crohn y me rescató de la muerte, lo cual me llena de gratitud.El continuo amor del Señor, los cuidados que me prodigó y la ayuda que me prestaron unas personas maravillosas me permitieron sobrevivir a esos difíciles cinco años. Además, creo que por lo que sufrí, hoy soy mejor persona. Lo mejor del caso es que la experiencia me acercó mucho a Jesús, más de lo que jamás había creído posible.Hoy puedo decir, al igual que el apóstol Pablo: «Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18).
Marie-Anne Lavigne es integrante de La Familia Internacional en Canadá.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cinco atributos de Jesús que me encantan


Aleatoriedad: Aunque Jesús cuenta con un complejo plan para todo el universo, me encanta que haga que muchas cosas que no influyen en gran medida en ese plan se produzcan de una forma que en apariencia es totalmente aleatoria; por ejemplo, la textura irregular de la corteza de un árbol, o el lugar de donde brotará la siguiente rama. Aunque tal vez de trate de procesos que no son en absoluto aleatorios, y cada rama tiene que estar en su preciso lugar para que el universo funcione bien. En tal caso, me encanta que lo haga parecer aleatorio.Complejidad: La otra cara de la moneda. Aunque a veces nos dé la impresión de que algunos fenómenos son aleatorios, me gusta que al final todo confluya de tal manera que cobre sentido y resulte perfectamente lógico, poniendo de manifiesto que no se debió al azar, sino que responde a un designio genial.Colorido: Aunque casi parece obsesionado con los colores, no es que se dedique a salpicarlo todo de reflejos fluorescentes psicodélicos. Emplea bastante grises y caquis, de forma que cuando nos topamos con un tono brillante resulta deslumbrante.Entusiasmo: Es muy apasionado en todo lo que hace. Por ejemplo, si yo fuera a crear un insecto, le pondría una cabeza, un cuerpo, unas cuantas patitas y tal vez un aguijón o algo por el estilo. Sin embargo, Él no se conforma con eso. «Mmmmm. Podría ponerle unas antenas con millones de pelitos que activen unos sensores. Y quizás unas alitas plegables que pueda ocultar dentro de su caparazón, unos ojos compuestos, una protuberancia por aquí, un mesotórax por allá y un ganglio subesofágico». ¡Es una locura!Cuando yo creo una nube, tomo una hoja, dibujo una línea horizontal, tres semicírculos en la parte superior, y ya está. Cuando Él lo hace, comienza con un telón de fondo constituido por una atmósfera increíblemente compleja y agrupa millones de microscópicos cristales de hielo, cada uno con seis lados perfectamente simétricos, y sin embargo todos diferentes. Luego envía luz para darle profundidad y corrientes de aire para que baile. Da la impresión de que es incapaz de hacer algo sin apasionarse.Desvelo: Por todo se desvela, ¡y cómo! Se preocupa de cada cosita, por diminuta que sea. Imagínate, entonces, cuánta importancia tenemos nosotros para Él, y la planificación, el cuidado y la atención que ha tenido que poner para crear a los 6.800 millones de personas que viven hoy en la Tierra, además de los miles de millones que nos han precedido y que nos sucederán. Sólo de pensarlo ya me canso. ¡Suerte que lo tenemos a Él!
Joe Johnston es integrante de La Familia Internacional en México.

domingo, 18 de julio de 2010

Things

NOTA: POR FA VOR USAR EL TRADUCTOR DE LA PAGINA PARA LEERLO EN ESPAÑOL, GRACIAS.
I have this thing about things. You see, I think some people have way too many of them—like those people who can't put another thing in their garage or their closets, so they rent a storage place for their extra things.
When I moved houses recently, I had to decide what to do with many of the things I'd accumulated since my last move. Boy, oh boy! That's when I realized I had indeed become one of "those people"—a thing collector!
I think a lot of the problem is due to the culture of materialism that is so prevalent these days. Whenever we watch TV or listen to the radio or read magazines, we are bombarded with advertisements about all the latest and greatest things we need to buy, and those ads are effective. Take electronic equipment, for example. As soon as a thinner TV or laptop or cell phone comes out, everybody wants it, and a lot of perfectly good fatter ones end up in the garage or closet with everything else.
"It is more blessed to give than to receive."
There are other downsides to this "thing" mentality too. For one, you can lose appreciation for the value of the things you have if you have too many of them.
Jesus put "things" in perspective when He said, "Take heed and beware of covetousness, for one's life does not consist in the abundance of the things he possesses."

Another thing about things is that just as some people have way too many, there are others who lack even the basic things of life. Sad!
If you happen to recognize the symptoms of this too-many-things malady in your life, as I did, don't worry. There is a cure, at least on a personal level. You can take a serious look at all the things you have, decide which you use and really need, and give the rest to charity or a needy neighbor or friend. As Jesus told one rich young man, "Sell all that you have and distribute to the poor, and you will have treasure in heaven."

You'll be happy with the results. Your home will suddenly seem bigger and more organized, and your life will seem less cluttered.
And remember what Jesus said: "It is more blessed to give than to receive."
As we give away our extra things in a spirit of generosity, we accumulate God's blessings, both in this life and for eternity.

martes, 25 de mayo de 2010

Vivir bien con menos


Muchas son las ventajas de aprender a vivir con arreglo a la premisa de que menos es más. La vida moderna y los hábitos que forja nos impiden de algún modo ver esos beneficios. Parte del problema radica en que vivimos tan ocupados que rara vez nos tomamos el tiempo para considerar detenidamente lo que hacemos. Nos dejamos llevar por la corriente, nos movemos por inercia; sin embargo, el ritmo que llevamos ocasiona muchas veces una merma de valiosos recursos, salud y felicidad. He aquí unos consejos para cambiar de ritmo. Autopropulsión. Muchas personas están tan acostumbradas a subirse al auto para ir a cualquier parte que no se dan cuenta de lo entretenido, ecológico y saludable que es caminar unas cuadras hasta el gimnasio -lo cual además puede servir de precalentamiento, con lo que se ahorra tiempo- o hasta cualquier otro sitio al que sea factible llegar a pie. También se puede salir en bicicleta. Además de hacer ejercicio y respirar aire fresco, puedes reducir de manera importante tu huella de carbono, disfrutar del recorrido y ahorrar dinero. Además el ejercicio es un saludable estimulante natural que aumenta nuestro nivel de energía. Otras opciones relativamente económicas y ecológicas son usar los medios de transporte público o trasladarse al lugar de trabajo en el mismo vehículo que otros compañeros. Productos naturales. Beber bastante agua y comer abundantes frutas y verduras -incluidas las de estación, que suelen contener muchos nutrientes y, sin embargo, no son costosas- aumenta nuestra resistencia y por ende reduce los gastos médicos. Las frutas y verduras del país en muchos casos tienen tanto valor nutritivo como los costosos suplementos del extranjero como la espirulina o las cápsulas de aceite de Shaji. Según lo que se consiga a precios asequibles en la zona en que resides, bien podría ser que algunos de los mejores productos cosméticos y de salud sean de los menos costosos; hasta puede que ya los tengas en la cocina. Refregarse el cuerpo con jabón, sal y una esponja de luffa puede tener el mismo efecto suavizante que un producto cosmético caro a base de ingredientes exóticos. Un puré de papaya puede hacer las veces de exfoliador y es mucho más barato que un tratamiento con ácido glicólico. (Eso sí, no te lo dejes por más de 10 minutos.) El aceite de oliva es estupendo para dar brillo a los labios y es inocuo si se ingiere sin querer o se besa a alguien. De todas maneras, antes de probar cualquier suplemento dietético o producto cosmético elaborado en casa conviene averiguar cuáles son sus beneficios y posibles efectos adversos. Normalmente se aconseja proceder con moderación. Quizá no tengas mucho tiempo para preparar tus propias lociones y pócimas. Sin embargo, es posible -y de hecho bastante sencillo- comer sano y vivir bien aun con un presupuesto limitado. Si cultivas buenos hábitos, puedes darte algún lujo de cuando en cuando, como un tratamiento para los pies o una comida especial. Recicla. Busca en tu armario un atuendo nuevo entre la ropa que no has usado desde hace un tiempo. Esas prendas, con unos arreglos o combinándolas con algo nuevo, pueden lucir estupendas. Otra opción es organizar una reunión con tus amigos y amigas para intercambiar ropa y artículos que tengan poco uso, antes de donar lo demás a obras de caridad.Arregla los artículos desgastados o reparables, o dáselos a alguien que sepa hacerlo. En la medida de lo posible, evita la acumulación de papel y los desechos que eso genera. Es preferible guardar archivos computacionales y comunicarse por correo electrónico. Hazlo tú mismo. Aprende a hacer tú mismo algunas de las tareas que hasta ahora pagabas a otros para que te las hicieran. Te ahorrarás dinero, adquirirás más habilidades y hasta puede que te aficiones a algo nuevo. Guíate por tus principios. La obsesión por no ser menos que los demás resulta costosa en muchos sentidos. Jesús enseñó que «la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee»2. También nos indicó la formula para obtener la bendición de Dios, ser felices y sentirnos realizados: «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas -las que de veras sean necesarias- os serán añadidas»3. Vivir en régimen cooperativo. Vivir o realizar actividades en cooperación con familiares o amigos de ideas afines es más eficiente en términos de costos y trabajo que llevar una vida muy independiente. Además, genera un sentido de comunidad y constituye un paso más para aprender a amar al prójimo como a nosotros mismos, que precisamente es otra de las claves para obtener la bendición divina y disfrutar de auténtica felicidad. Dios es un guía y un instructor fenomenal, el mejor coach de vida. Cuando seguimos Sus preceptos espirituales descubrimos que en realidad puede resultar más fácil y más entretenido vivir con menos.

Swati Sanklecha es integrante de La Familia Internacional en la India.

lunes, 24 de mayo de 2010

Corre la carrera



Dos horas, cinco minutos y diez segundos. Ese fue el tiempo con que el keniata Samuel Wanjiru ganó la maratón de Londres (42,195 km) de abril de 2009. Trece días. Ese fue el tiempo que tardó en llegar a la meta el último de los 36.000 competidores, el mayor Phil Packer del ejército británico, que está parapléjico a raíz de una lesión en la columna vertebral. Con semejante demostración de perseverancia logró recaudar más de 600.000 libras (aproximadamente un millón de dólares) para obras de caridad. Wanjiru hizo noticia por su velocidad. Packer cobró notoriedad no por su velocidad, sino por su valor y determinación. Un millar de personas se reunió para vitorear su llegada a la meta, porque tuvo la osadía de inscribirse en la carrera, y no sólo de inscribirse, sino de terminarla. Después de la lesión que sufrió el año anterior, el pronóstico había sido lapidario: nunca volvería a caminar. Es más, apenas si aprendió a desplazarse con muletas un mes antes de la maratón. Si bien ambos hombres son respetados por sus logros, el triunfo de Packer tiene una singularidad. Nunca estuvo solo durante las extenuantes y dolorosas seis horas que tardaba en cubrir tres kilómetros cada día. Muchas personas -tanto amigos como desconocidos- lo acompañaron desde el inicio hasta el final del recorrido para expresarle sus buenos deseos y darle aliento. Entre los mensajes de felicitación enviados a su portal de Internet hasta hubo uno del príncipe Carlos. El camino de la vida no es siempre fácil. A veces nos enfrentamos a lo que nos parecen obstáculos imposibles. Pero no transitamos solos por ese camino. Hay personas -nuestros familiares y amigos- que nos expresan sus buenos deseos y nos infunden aliento. También contamos con el apoyo de un Príncipe -aunque no de este mundo-: Jesús, el Príncipe de Paz, que nos promete Su ayuda para remontar las circunstancias adversas, persistir contra viento y marea y superar los obstáculos que se nos presenten. «Bástate Mi gracia -nos dice-; porque Mi poder se perfecciona en [tu] debilidad» (2 Corintios 12:9). Por tanto, «corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12:1,2).

Abi May es integrante de La Familia Internacional y redactora de Conéctate.

jueves, 20 de mayo de 2010

Asistencia adicional


¿Alguna vez te has encontrado lejos de casa y sin dinero? Yo tuve esa experiencia cuando me fui a estudiar a la universidad. Me angustié tanto que no podía dormir. De golpe se me ocurrió escribir a mi padre. Naturalmente, debí haber manejado con más cuidado mi presupuesto; pero sabía que él lo comprendería. ¡Qué alivio sentí cuando tomé esa decisión! Ya antes mi padre me había ayudado muchas veces. Sabía que volvería a hacerlo. En los días que pasaron desde que envié la carta hasta que recibí la respuesta no tuve la menor inquietud. [N. de la R.: Esto ocurrió hace más de 100 años, antes que existiera el correo electrónico y se generalizara el uso del teléfono.] Sabía que el dinero extra que le había tenido que pedir me llegaría. Y así fue. Todos hemos tenido días en que los conflictos se suceden uno tras otro y nuestras fuerzas flaquean. Miramos a nuestro alrededor y no hallamos salida. Luego acudimos a Dios y le pedimos una ayudita extra. Quizá ya sabes lo que es disponer de Su ayuda a diario. Cuentas con ella y se la agradeces. Pero cuando Él dice: «Invócame en el día de la angustia; te libraré» (Salmo 50:15>), se refiere a algo más. Se trata de una asistencia adicional en circunstancias extraordinarias: mayores fuerzas cuando nos sentimos particularmente débiles, una mayor provisión de bienes materiales cuando se nos presentan necesidades para las que no damos abasto, mayor firmeza cuando estamos bajo presiones abrumadoras, mayor perspicacia cuando nada se ve claro y una mayor medida de amor cuando alguien necesita que le manifestemos el amor de Dios. Acudimos a nuestro Padre celestial, y Él nos concede esa ayuda extra que nos hace falta para superar la dificultad que nos agobia en ese momento.

Nuestro Padre celestial es muy accesible, está apenas a una oración de distancia, presto a perdonarnos y concedernos esa ayuda adicional.

Hay quienes afirman que Dios ha prometido acompañarnos en nuestras tribulaciones, pero no librarnos de ellas. A tales personas les recomiendo que lean ese versículo con más detenimiento. Puede que no nos libre tan rápidamente como quisiéramos, ni tal como esperamos, pero sí promete que nos librará: «Invócame en el día de la angustia; te libraré». Promete ambas cosas. Sin duda que Dios estuvo con Daniel en el foso de los leones; pero además lo libró de él (Daniel 6:16-23). Sabemos que estuvo con Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno de fuego ardiente, pues el rey Nabucodonosor dijo haber visto cuatro siluetas en medio de las llamas, «y el aspecto del cuarto [era] semejante a hijo de los dioses» (Daniel 3:24,25). Pero seguidamente Dios los libró. Cuando Dios no nos libra de inmediato de alguna prueba, generalmente es porque no estamos listos para ello; hay algo que nos falta hacer o que tenemos que aprender. Una vez que lo descubrimos y lo hacemos, o lo aprendemos, Dios nos libra. He vivido situaciones en que estaba tan desanimada por mis fracasos que me sentía incapaz de clamar a Dios. Pero cuando dejé de fijarme en mis fallos y debilidades y me centré más bien en las promesas de Dios, Él me libró. Me concedió esa ayuda extra apenas se la pedí. Hoy en día circulan toda suerte de consejos para superar las dificultades: «El baile disipa la angustia», «No dejes de sonreír», «Procura descubrir algo bonito todos los días», «Ten un gesto amable con alguna persona». Yo estoy convencida de que hay que abordar la vida positivamente y ser amable con los demás. Sin embargo, eso nos distrae de nuestras miserias, pero no necesariamente nos libra de ellas. En una época de mi vida -antes de tener una relación personal con Jesús- yo fui una inválida sin remedio. Una persona que tenía aún menos fe que yo no dejaba de decirme: «Aguanta. Aférrate». Ese era justamente el problema: no tenía a qué aferrarme. Pero gracias a Dios los creyentes no solo tenemos algo a qué aferrarnos; tenemos a Quién aferrarnos. «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1). Un día el auto se me quedó varado en un camino desierto. Estaba sola y bastante desesperada. De golpe me acordé de una ex amiga que vivía no muy lejos de allí. Digo «ex amiga» porque aunque pensaba bastante seguido en aquella mujer, hacía tiempo que no me programaba para ir a verla ni la llamaba por teléfono. Sabía que estaría más que dispuesta a ayudarme, pero no lograba decidirme a ir hasta su casa y pedírselo porque no me había comunicado con ella en mucho tiempo. Me quedé sentada en el vehículo tratando de armarme de valor, y no lo logré. A veces nos pasa eso cuando no hemos incluido a Dios en nuestros pensamientos y actividades cotidianas, cuando no le hemos pedido consejo y ayuda para las cositas pequeñas, ni le hemos agradecido Su bondad, ni nos hemos hecho el tiempo para buscar inspiración y buenas enseñanzas en Su Palabra. Si lo hemos descuidado, nos resulta difícil invocarlo cuando estamos angustiados. Aunque sea embarazoso y humillante, es mucho mejor que seguir bregando por nuestra cuenta. Nuestro Padre celestial es muy accesible, está apenas a una oración de distancia, presto a perdonarnos y concedernos esa ayuda adicional.

miércoles, 14 de abril de 2010

Esperanza viva


Hace poco reflexioné sobre la muerte, cómo a pesar de todos los avances de la medicina, tarde o temprano todo ser vivo muere. Sentí curiosidad por saber qué dice la Biblia al respecto. Encontré algunos pasajes asombrosos. Resulta que la muerte no figuraba en el plan original de Dios para Su creación. Fue introducida a raíz de la desobediencia del hombre. El designio divino era que el hombre viviera para siempre; pero Dios no pudo permitir eso a causa de la naturaleza pecaminosa del hombre tras la caída. La muerte es el castigo que se nos impone por el pecado. Todos debemos sufrirla. «Como el pecado entró en el mundo por un hombre [Adán], y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12). Afortunadamente, el aguijón de la muerte fue anulado. Con Su resurrección, Jesucristo venció la muerte. La Biblia alude a la «esperanza viva» que representa la resurrección de Jesús (1 Pedro 1:3). Esta lleva implícita la promesa de que otros también resucitarán. Eso sucederá en el tiempo de la segunda venida de Jesús, cuando todos los que lo hayan aceptado en su corazón y estén aún con vida recibirán cuerpos sobrenaturales semejantes al cuerpo glorioso que tenía Jesús después que resucitó (1 Corintios 15:51,52). Por otra parte, a los creyentes que hayan muerto antes de ese acontecimiento Jesús les promete que la muerte no será el fin, sino el umbral de una nueva vida en la dimensión espiritual. Él dijo: «Porque Yo vivo, vosotros también viviréis» (Juan 14:19). Para los creyentes, la muerte es como pasar de una habitación a otra y cerrar la puerta. Es librarse del peso y las demás limitaciones del cuerpo físico y entrar en el mundo infinito del espíritu. Miles de personas de diversos países y culturas han tenido lo que hoy en día comúnmente se llama una experiencia cercana a la muerte. En efecto murieron, tal vez en un accidente o durante una intervención médica, pero luego revivieron. Muchos recuerdan que en el lapso en que estuvieron clínicamente muertos o muy cercanos a la muerte entraron en otro mundo. Se sintieron profundamente amados por un ser de luz que en muchos casos asociaron con Jesús o con Dios. Vieron también ángeles, vieron a familiares ya fallecidos, y hasta a sus animales domésticos. Según contaron, nunca habían vivido nada tan maravilloso. Todo estaba revestido de una gloria que para ellos no tenía parangón. Otro factor que tienen en común los sobrevivientes de esas experiencias es que ya no temen a la muerte, pues han conocido el más allá, aunque solo fuera por unos momentos. Los que confiamos en Jesús también tenemos la esperanza viva de entrar en esa relumbrante dimensión cuando concluya nuestra vida actual. Allí disfrutaremos eternamente de los esplendores del Cielo, sin el dolor ni las contrariedades que sufrimos ahora. «Enjugará Dios toda lágrima de [nuestros] ojos [...]; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas [pasarán]» (Apocalipsis 21:4).
Uday Kumar es integrante de La Familia Internacional en la India.

martes, 16 de marzo de 2010

Relámpagos divinos TEMA:FE. MILAGROS (VIVENCIAS)

De vez en cuando tenemos noticia de algún acontecimiento tan inexplicable que quienes lo vivieron están convencidos de que fue un milagro. Los demás necesitamos fe para creer esos testimonios: fe en que los milagros son posibles y fe en quienes los cuentan. La fe, en todo caso, puede ser muy gratificante. Si creemos que otros han vivido experiencias imposibles, nos resulta más fácil creer que esas experiencias también nos pueden acontecer a nosotros. Dicen que el célebre filósofo y matemático francés Blaise Pascal (1623-1662) llamó a los milagros relámpagos divinos. Un relámpago es el resplandor producido en las nubes por un rayo. Pues bien, nadie duda de los rayos, ¡sobre todo si está en el punto exacto donde cae uno! Son potentísimos y se producen con frecuencia: ocurren unos cien por segundo en diversas partes del planeta. Tengo la certeza de que si hubiera constancia de cada milagro, su número superaría al de los rayos. ¿Por qué? Porque si bien nunca me ha caído un rayo encima, he sido testigo de innumerables relámpagos divinos. Uno de esos milagros ocurrió cuando vivía en Uganda, y está relacionado con otro que le había sucedido a otra persona.
* * * * *
En la fe hay suficiente luz para los que quieren creer y suficiente oscuridad para cegar a quienes no quieren. Blaise Pascal
* * * * * Mi hijo había venido de visita desde el Japón. Su vuelo de regreso era a la mañana siguiente. Mi casa quedaba bastante apartada del aeropuerto, lo que significaba que él tendría que salir a las cuatro de la madrugada. Al darnos cuenta de que no sería fácil encontrar un taxi a esa hora, le pedimos a Dios que nos facilitara uno. Luego nos dirigimos a la carretera principal con la esperanza de detener algún taxi cuyo chofer aceptara recoger a mi hijo a la madrugada siguiente para llevarlo al aeropuerto. Nos encontrábamos a la vera del camino cuando paró un jeep. —¿Necesitan ayuda? —preguntó el conductor. —Gracias, pero no creo que pueda ayudarnos —respondí. Luego, sin querer, le expliqué nuestra situación. —Yo vendré a recogerlo —aseguró el conductor. Pensé: «Quiere ganarse un poco de dinero; pero no me atrevo a hacer un trato con un taxista irregular». —Gracias, pero buscamos un taxi registrado. —No soy taxista. Me llamo George y lo llevaré sin cobrarle. Parecía un hombre honesto. Sentí curiosidad por saber por qué se había detenido y ofrecido a hacernos tan gran favor. Lo invitamos a tomar un café en nuestra casa para conocerlo mejor, y nos contó un milagro que le había sucedido. Años atrás había sido electricista de la principal central eléctrica de la ciudad. Trabajaba con cables de muy alta tensión, por lo que un pequeño error podía costarle la vida. Un día se cometió ese leve error. Por un despiste de un compañero que no accionó cierto interruptor, una descarga de miles de voltios le recorrió el cuerpo. Debería haber muerto instantáneamente, pero por no sé qué inexplicable razón resultó ileso. Todo el mundo aseguró que había sido un milagro. Esa experiencia hizo que se replanteara su vida y enfocara las cosas de otra manera. Añadió: —Procuro no hacer nada sin consultar con Dios. Esta noche estaba mirando la televisión cuando me habló una voz interior que he llegado a reconocer como la de Dios. Me dijo: «Levántate y sal en tu automóvil. Vas a ver a alguien que necesita ayuda». Cuando los vi a un lado de la carretera comprendí que Dios se refería a ustedes. Convencidos ya de su probidad, le dimos efusivamente las gracias por su buena voluntad para llevar a mi hijo al aeropuerto en la madrugada. —Dios me dijo también que llenara el depósito de gasolina —añadió. En Uganda casi nadie llena el tanque de gasolina, porque los ladrones acostumbran sacarla con una manguera de los vehículos estacionados. Pero en ese caso tenía sentido: a las cuatro de la mañana no están abiertas las gasolineras, y nos encontrábamos muy lejos del aeropuerto. A la madrugada siguiente, George llegó a la hora convenida y llevó a mi hijo al aeropuerto. No pidió dinero; al contrario, le entregó un generoso donativo para apoyarlo en sus labores de voluntariado, lo cual fue otra oración respondida. Resultó ser la cantidad exacta que necesitaba para su siguiente proyecto. Algunos pondrán en duda que Dios le salvara la vida a George por medio de un milagro; pero ¿qué se puede decir del insólito encuentro que tuvimos con él en la carretera? Si bien no se trataba de una situación de vida o muerte, eso no hace menos milagrosa la intervención de Dios en respuesta a nuestra oración. Yo creo que cada vez que necesitamos algo es una oportunidad de que Dios obre en nuestro favor. Pide milagros, espéralos, cuenta con ellos, ¡y los verás!
Curtis Peter van Gorder es integrante de La Familia Internacional en la India.

sábado, 13 de marzo de 2010

La proeza de una ardilla (VIVENCIAS) TEMA: FE, MILAGROS


Aquel día no me podía haber sentido más deprimida. Mi marido había tenido que viajar nuevamente, y por enésima vez me había quedado sola con nuestros cuatro hijos. Andábamos mal de dinero, y mi salud flaqueaba. Una de nuestras hijas estaba pasando por una crisis de la adolescencia. Oré, ¡cuánto oré!, para que Dios me lo hiciera todo un poco más soportable. Me puse a mirar por la ventana el bosquecillo que hay frente a nuestra casa. Los árboles se mecían con la suave brisa veraniega. Me vinieron a la memoria otras veces en que había estado bajoneada y Jesús me había dado aliento para seguir adelante hasta que Él pudiera resolver la situación. En ese momento observé una ardillita que subía y bajaba chillando por los troncos y las ramas. La envidié, pues parecía contenta y despreocupada. De pronto el animalito decidió cambiar de táctica. En vez de subir y bajar por los troncos, se puso a saltar de árbol en árbol. Al llegar al último del bosquecillo, se fijó en otro que quedaba un poco más lejos, separado de la arboleda. Me dio la impresión de que estaba ponderando si saltar o no. Medí mentalmente la distancia que tendría que salvar. Era como dos o tres veces lo que había estado saltando hasta entonces. Se trataba de un enorme desafío. En voz baja mascullé: —¡No me digas que estás considerando hacerlo, chiquitita! En cualquier caso el animalito no pensaba pedirme consejo. Corrió varias veces de un extremo a otro de la rama chillando frenéticamente. Luego se detuvo, estudió la distancia, se agazapó y pegó el salto. Quise apartar la vista para no ser testigo de una dolorosa tragedia. Pero no. La ardilla no solo recorrió volando tan tremenda distancia, sino que aterrizó en el otro árbol con la gracia y la satisfacción del que sabe que ha sido creado para tales proezas. Chilló victoriosa y se fue correteando hacia arriba, como si fuera en busca de su premio. Entonces me percaté de lo que me faltaba. Había estado tan preocupada con mis problemas, midiendo la distancia entre los árboles, que no me atrevía a relajarme y dar el salto. Había perdido la confianza en mi creador, salvador y mejor amigo. Levanté la vista y observé a la ardilla parloteando alegremente en la parte superior del árbol. Comprendí que el Señor había respondido a mi oración. No fue un milagro espectacular, pero las cabriolas de aquella ardillita me convencieron de que el mismo Dios que velaba por ella velaría también por mí.
J. Dias es integrante de La Familia Internacional en Inglaterra.