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sábado, 10 de abril de 2010

CARTA A UNA ESPOSA (FOLLETO)


Me presento a ti; soy tu Creador, me llamo Jesus de Nazaret morí y resucité por amor a tí, para que vivas eternamente conmigo (juan 3:16).

Te amo desde la eternidad hasta la eternidad.

Soy el amor de tu vida, que tanto has soñado (jeremias 31:3).
Hoy por fin me encontrastes, y estoy muy feliz de tenerte a salvo a mi lado.
Ya no estarás sola; Ven, acércate más, y nos fundimos en un fogoso abrazo de amor, para no separarnos jamás.
Seré tu único esposo eterno, y desde hoy vas a tener conmigo el amor espiritual, que te traerá paz y gozo del cielo.
Tú eres mi esposa amada, pues yo te he elegido para que lo seas (Isaías 62:5 - 2Corintios 11:2).
En adelante te sentirás llena de satisfacción, y compartiéndome con los demás serás luz del mundo, para mi gloria y tu alegría (Mateo 5:14).
Ahora abre tu corazón a mi palabra con absoluta sinseridad, y resíbeme por fe.

Di: Precioso Jesús, mi amoroso esposo divino, te recíbo por Salvador y Señor de mi vida.

Hazme sentir el gozo de estar entre tus brazos, a salvo para siempre (Apocalipsis 3:20 - Isaías 61:10 - Salmo 51:12).

Gracias , esposo mío, por hacerme tu esposa, y estar conmigo todos los días hasta el fin del mundo.

Ayúdame a serte fiel. Amén (Mateo 28:20)

martes, 26 de enero de 2010

¡La llave de la felicidad!

¿Te animas a probarla? «¿Dónde podré hallar felicidad, felicidad duradera? ¿Donde podré encontrar paz, esa paz que ni el dinero ni las cosas materiales me han proporcionado? ¿Dónde podré hallar amor, amor de verdad que nunca me cause dolor ni me desilusione? ¿Dónde podré hallar soluciones, el sentido de mi existencia?» Si alguna vez te has planteado estos interrogantes, ten la seguridad de que no eres el único. ¡El deseo de hallar felicidad auténtica y duradera, la Verdad y el sentido de la vida, es universal! Casi instintivamente buscamos respuestas a estos interrogantes, porque Dios, el gran motor del universo, nos creó para lo hiciéramos. En lo más íntimo de nuestro corazón Él creó un vacío, un espacio hueco que sólo Él pudiera llenar; y la única manera de llegar a sentirnos plenamente realizados en Él —el único capaz de brindar felicidad inacabable y verdadera— es abrirnos a Su amor. Tal vez digas: «¡Pues yo no me explico cómo puede ser eso!» En cierto sentido podría compararse con la electricidad. No es preciso entender a fondo la corriente eléctrica para emplearla y aprovecharla. ¡Basta con pulsar el interruptor y disfrutar de todas sus ventajas —luz, calor, energía—, lo que nos haga falta! Asimismo, aunque no entiendas a Dios, ¡puedes probarlo! Si ya has probado tantas otras cosas, ¿por qué no pruebas a Dios? Claro que Dios mismo es tan grande, tan infinito, que está mucho más allá de nuestra limitada inteligencia y percepción humana. Para ayudarnos a entender cómo es Él, y cómo es el Amor que nos prodiga, envió a Su propio Hijo Jesús al mundo en la forma de una persona como nosotros. Según la Biblia —que contiene las Palabras amorosas que Dios nos ha escrito— Dios nos amó tanto que entregó lo que más quería: a Su único y amado Hijo (Juan 3:16). Dios envió a Jesús a la Tierra para demostrarnos Su amor y ofrecernos Vida en el Cielo una vez que abandonáramos este mundo, así como paz, felicidad y un propósito en esta vida. Simplemente pide a Jesús que entre en tu corazón y en tu vida, y Él te llenará de Su amor. Así por fin serás verdaderamente feliz y capaz de amar desinteresadamente a los demás. Ya no tendrás que preocuparte por la vida en el más allá, ¡pues tendrás asegurado un espléndido futuro en el Cielo! ¡No es necesario que te esfuerces por entender toda suerte de doctrinas religiosas complicadas y confusas! No tienes que tratar de descifrar a Dios. Para eso vino Jesús, para enseñarnos quién es Su Padre, Dios. La Biblia nos dice que «Dios es AMOR» (1Juan 4:8), y para eso precisamente vino Jesús a la Tierra: para traernos una expresión, una ilustración del Amor de Dios. La Biblia lo describe como «el hombre que anduvo por todas partes haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el Diablo» (Hechos 10:38). Muchos de los males, aflicciones y temores que sufre la gente son producidos por espíritus malignos, por diablos y demonios que la atormentan. ¡Pero Jesús ha venido a amarte, a liberarte de ellos y a ahuyentarlos a todos! ¡Jesús es el buen Dios de Amor, capaz de espantar a todos los espíritus malignos! ¡Él es la Luz que ahuyenta la Oscuridad, el Amor que expulsa el Odio, el Bien que pone en fuga al Mal! ¡Es el buen Dios de amor, misericordia, perdón y todo lo bueno! ¡Él borrará todo lo malo y perverso, y te concederá luz, amor, misericordia, perdón, alegría, felicidad y toda cosa buena! No podría ser más sencillo: si dejas entrar la Luz, ¡la oscuridad se desvanecerá! ¿Quieres librarte de todas las sombras que haya en tu vida y hallar una forma de superar tus conflictos? ¡Pídele sencillamente a Jesús, la Luz, que entre en ti! Él dijo: «Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, ¡sino que tendrá la Luz de la Vida! ¡Porque Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida! ¡Nadie viene al Padre sino por Mí!» (Juan 8:12; 14:6) Si aceptas simplemente al Espíritu de Amor y Luz, Jesús, ¡Él se deshará de todos los espíritus malignos! Él es más poderoso que ningún otro espíritu, ¡por cuanto el Amor de Dios es la fuerza más poderosa del universo! ¡Él es Luz y Amor! ¡Pondrá en fuga a todos los malos espíritus y te protegerá de ellos por siempre! Jesús dijo: «¡Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra!» (Mateo 28:18) Con solo recibir a Jesús en tu corazón, ¡tendrás al Dios más grande y poderoso de todos, tu Amigo, que te quiere y desea ayudarte y salvarte! Él ha dicho: «He aquí, Yo estoy a la puerta (de tu corazón), y llamo. Si oyes Mi voz y abres la puerta, ¡entraré!» (Apocalipsis 3:20) Bien sabes que no eres perfecto, que a veces te equivocas y necesitas ayuda. Entonces, ¿por qué no pruebas a Jesús? ¡Él puede resolver todos tus problemas y dificultades! ¡Él quiere ser tu Ayudador, Salvador y Amigo! ¡Es el único que te quiso tanto que abandonó el Cielo y bajó a la Tierra para vivir, sufrir y morir por ti, todo con el fin de traerte el gran Amor de Dios! ¡Luego resucitó, venció a la muerte misma y al infierno para siempre! ¿Quieres que Jesús te ayude? De ser así, basta con que repitas sinceramente esta sencilla oración: «Jesús, sé que necesito ayuda y que no puedo salvarme yo mismo. Me han dicho que Tú eres el buen Espíritu del amor, la luz, el poder y la felicidad, capaz de ayudarme y salvarme, y que por medio de Ti puedo llegar a conocer íntimamente a Tu amoroso Padre. »Jesús, necesito Tu Amor, para que me limpie de todo temor y odio; Tu Luz, para que ahuyente toda oscuridad; y Tu Paz, para que llene y satisfaga mi corazón sediento. Dijiste en Tu Palabra que si te abría la puerta de mi corazón, Tú entrarías; te abro, pues, mi corazón, y creo que Tú entrarás en él y me darás el regalo de la Vida Eterna. ¡Te agradezco, Jesús, que sufrieras por el mal que he cometido, y que me hayas perdonado y hayas escuchado mi oración! Amén».

¡La mayor historia de AMOR!

Vino a la Tierra como un recién nacido débil e indefenso. Su madre fue una jovencita sencilla que lo concibió milagrosamente sin haberse acostado nunca con un hombre. La noticia de su embarazo fue tan escandalosa que, cuando llegó a oídos de su prometido, éste decidió romper el compromiso y cancelar la boda. Intervino entonces un poderoso ser celestial que le encargó que se quedara con ella y que protegiera y cuidara a aquella criatura singular que ella llevaba en su vientre. Si bien por decreto divino estaba predestinado a ser rey —es más, Rey de reyes—, no nació en un palacio en presencia de ilustres y distinguidos cortesanos, ni fue agraciado con los honores y alabanzas de la sociedad. Por el contrario, vio la luz en el suelo sucio de un establo, entre vacas y burros, y lo envolvieron en trapos para acostarlo en el comedero de los animales. Su nacimiento no se celebró a bombo y platillos. Tampoco fue reconocido por las instituciones y los gobiernos de los hombres. Sin embargo, aquella noche, en un monte cercano, una cuadrilla de humildes pastores se sobrecogió al ver una luz brillante, casi cegadora, que surgía del cielo estrellado. Tras ella una hueste de mensajeros angélicos llenó la noche con su alegre anuncio y canción: «¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! ¡Porque os ha nacido hoy un Salvador, Cristo el Señor!» Lejos de allí, en Oriente, apareció otra señal en el cielo: una estrella resplandeciente que llamó la atención de ciertos magos. Éstos interpretaron su significado y la siguieron. El astro los condujo por el desierto, y tras recorrer miles de kilómetros llegaron al lugar exacto donde se encontraba el niño en la aldea de Belén. Allí le rindieron honor con presentes de gran valor.
Su padre terrenal era carpintero, un modesto artesano. Con él vivió y trabajó. Adoptó los usos y costumbres, el lenguaje y modo de vida de los seres humanos, ¡a fin de llegar a comprendernos mejor, querernos más y comunicarse con nosotros en el humilde plano de nuestro limitado entendimiento humano! Aprendió a amar a los hombres. Al ver su sufrimiento, se llenaba de compasión. Ansiaba no sólo sanar sus cuerpos dolientes y quebrantados, sino también salvar sus espíritus inmortales. Cuando llegó el momento de emprender la obra de Su vida, fue por todas partes haciendo el bien: prestaba ayuda, era cariñoso con los niños, aliviaba a los desconsolados, fortalecía a los cansados y salvaba a cuantos creían en Él. No se conformó con predicar Su mensaje; lo vivió entre nosotros. Aparte atender espiritualmente a la gente, pasaba mucho tiempo cuidando de sus necesidades físicas y materiales. Hacía milagros para curar a los enfermos y dar de comer a los que padecían hambre, y compartía Su vida y Su amor con los demás. Su religión era tan simple que aseguró que había que hacerse como un niño para aceptarla. No habló de ir a templos para rendir culto; no mandó frecuentar la sinagoga o la iglesia; no prescribió ceremonias complicadas ni reglas de difícil cumplimiento. No hizo otra cosa que predicar el amor y manifestarlo, en Su empeño por conducir a los hijos de Dios al verdadero Reino de Dios, cuyas únicas leyes son «amarás al Señor con todo tu corazón» y «amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Apenas tuvo relación con los pomposos y fastuosos, hipócritas y mojigatos dirigentes religiosos de aquella época —los escribas y fariseos—, salvo cuando lo importunaban con sus preguntas mordaces. Entonces se las cantaba claras. Los acusaba públicamente, y con razón, de ser «ciegos guías de ciegos». Hasta les espetó que eran como sepulcros blanqueados, que por fuera a la verdad se ven hermosos, limpios y santos, ¡mas por dentro albergan podredumbre, corrupción y apestosos huesos de muertos! No fue un simple reformador religioso, sino ¡un revolucionario! Se negó a contemporizar con las falsas instituciones religiosas y prefirió trabajar completamente al margen de ellas. Manifestó Su amor a los pobres y a la gente sencilla, que llevaban mucho tiempo desapegados de la religión oficial y abandonados por ella. Nunca entró en una taberna, látigo en mano, para romper botellas y echar al tabernero. Ni consta que entrara jamás en un burdel para golpear a las pobres chicas, volcar las camas y expulsar a los hombres por la ventana. En cambio, ¡sí se hizo un látigo y entró en el magnífico templo de la ciudad, derribó los puestos de los vendedores, regó el dinero por el piso y desalojó del santuario a los codiciosos cambistas, condenándolos por convertir en cueva de ladrones lo que debía ser una casa de oración! No le importó adquirir mala fama. Se amistó con borrachos, prostitutas y pecadores, los parias y oprimidos de la sociedad. Llegó a decirles que ellos entrarían al Reino de los Cielos antes que las personas presuntamente «buenas», los dirigentes religiosos santurrones que lo rechazaron y repudiaron Su sencillo mensaje de amor. ¡Su amor y atractivo eran tan fuertes e infundían tanta fe a los que buscaban sinceramente la verdad, que éstos no vacilaban en renunciar al instante a sus posesiones y dejarlo todo atrás para consagrar su vida a seguirle!
Una vez, mientras cruzaba un lago en bote con Sus discípulos, se levantó una gran tormenta. Corriendo la barca peligro de hundirse, ordenó a los vientos y a las olas que cesaran. ¡Inmediatamente se hizo una gran calma! Ante tal demostración de poder para obrar milagros, Sus compañeros, maravillados, dijeron entre sí: «¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?» En el curso de Su ministerio, ¡dio vista a los ciegos, hizo oír a los sordos, limpió leprosos y resucitó muertos! Tan prodigiosas fueron Sus obras, que uno de los máximos representantes de la misma religión oficial que con tanta saña se le oponía, no pudo menos que exclamar: «Sabemos que has venido de Dios. ¡Porque nadie podría hacer los milagros que haces si no estuviera Dios con él!»
Amedida que Su mensaje de amor se extendía y se multiplicaban Sus seguidores, la envidiosa y resentida jerarquía religiosa se dio cuenta de que aquel hombre constituía una gran amenaza. Su sencilla doctrina de amor liberaba al pueblo del caudillaje de los hipócritas sacerdotes principales, los peces gordos de la religión, y por ende minaba todo su aparato religioso, su autoridad, su poder, su prestigio y el dominio que ejercían sobre la gente. Acusándolo falsamente de sedición y subversión, esos poderosos enemigos finalmente lo mandaron detener y procesar. El gobernador romano lo declaró inocente, mas ante las presiones de aquellos beatos, decidió ejecutarlo. En el momento de Su arresto, había declarado: «No podrían ni tocarme sin permiso de Mi Padre. ¡Bastaría con que Yo levantara Mi dedo meñique para que Él enviara legiones de ángeles a rescatarme!» En cambio, prefirió morir para salvarnos a nosotros. Nadie le quitó la vida: la entregó de buen grado, por voluntad propia. De todos modos, ni con Su muerte quedaron satisfechos Sus celosos enemigos. Para garantizar que Sus seguidores no robaran Su cuerpo y dijeran luego que había revivido, colocaron una enorme piedra a la entrada de la tumba y dejaron allí apostado un destacamento de soldados romanos. Tal maniobra resultó inútil, toda vez que esos mismos centinelas fueron testigos presenciales del mayor de los milagros: Tres días después que colocaran Su cuerpo sin vida en aquel frío sepulcro, ¡resucitó!, ¡venciendo para siempre a la muerte y el infierno! ¡Ni la muerte pudo frustrar Su obra o acabar con Sus palabras! Tras levantarse de los muertos, ¡llevó a Su grupito de seguidores a conquistar el Imperio Romano con la fuerza del amor y el poder del Evangelio! El amor de Dios, como una imparable ola gigante, comenzó a cubrir la tierra; ¡y los envidiosos enemigos de Jesús quedaron muy atrás, estancados y estériles, tal como Él había predicho!
En los casi 2.000 años transcurridos desde aquel prodigioso día, ¡este hombre, Jesucristo, ha influido más en el devenir de la historia y la civilización y ha hecho más por mejorar la condición humana que ningún otro dirigente y ninguna organización, gobierno o imperio anterior o posterior! Ha salvado a miles de millones de personas de morir presas del miedo, la incertidumbre y la desesperanza, y ha dado vida eterna y el amor de Dios a cuantos han invocado Su nombre.
Jesucristo no es un filósofo, maestro, rabino o gurú como tantos otros. Es incluso más que un profeta. ¡Es el Hijo de Dios! Dios, el gran Creador, es un Espíritu omnipotente, omnisciente, que está en todas partes y mora en todo. ¡Escapa completamente a nuestra limitada comprensión humana! De ahí que Jesús fuera enviado en forma de hombre para hacernos ver cómo es Dios y acercarnos a Él. Así pues, aunque muchos grandes maestros se han extendido sobre el tema del amor y de Dios, ¡Jesús es amor y es Dios! ¡Nadie más ha muerto por los pecados del mundo y resucitado! Como Él no hay otro. Es el único Salvador. Dijo: «¡Yo soy el camino, la verdad y la vida! ¡Nadie viene al Padre sino por Mí!»
¿Cómo puedes llegar a saber sin asomo de duda que Jesucristo es el Hijo de Dios, el camino de la salvación? Muy sencillo: ¡dale una oportunidad! No tienes más que rogarle humilde y sinceramente que se te manifieste. ¡Pídele que entre en tu corazón, que te perdone todos tus pecados y que llene tu vida de Su amor, paz y alegría! Él existe de verdad. Te ama tanto que murió en tu lugar y sufrió por tus pecados para ahorrarte a ti esa experiencia, con la simple condición de que te abras a Él y aceptes la vida eterna que te ofrece. Lo que no puede hacer es salvarte si tú no quieres. Aunque Su amor es todopoderoso, Él no entrará a la fuerza en tu vida. Llama suavemente a la puerta de tu corazón. No la echará abajo a patadas o empellones. Con amor y paciencia, aguarda mansamente a que tú le abras y le pidas que pase. Invítalo. Él se convertirá en tu amigo y compañero más íntimo y más querido, ¡y siempre estará a tu lado! ¡No hay mejor amante que Él, ya que vino por amor, vivió con amor y murió por amor a fin de que nosotros vivamos y amemos eternamente!
Si deseas aceptar a Jesús ahora mismo, haz sinceramente esta sencilla oración:
«Querido Jesús, perdóname todos mis pecados. Sé que moriste por mí y que eres el Hijo de Dios. Te ruego que entres en mi vida. Te abro la puerta de mi corazón y te invito a vivir en mí. Entra, Jesús, y ayúdame a confesarte delante de los demás para que ellos también te encuentren. Lo pido en Tu nombre. Amén.»

Así es el Cielo

¿Alguna vez has sentido curiosidad por saber qué ocurre después que uno muere, qué te aguarda en el más allá?, si es que hay un más allá. ¿Existe el Cielo? Y en caso afirmativo, ¿cómo es? ¿Encontrarás en él la felicidad? ¿Te reunirás con tus seres queridos? ¿En qué medida se diferenciará tu vida allí de la que llevas ahora en la Tierra? Si te interesan las respuestas a estos interrogantes -y muchos otros-, ¡sigue leyendo! Te preguntarás qué sé yo del Cielo. Pues resulta que la Biblia describe muchas de las cosas que nos esperan allá. Explica cómo será, cómo seremos nosotros, qué aspecto tendrá nuestro cuerpo y a qué nos dedicaremos. Además, hay numerosos testimonios de personas que, estando clínicamente muertas, abandonaron por un tiempo esta vida y fueron al Cielo, y a su regreso refirieron lo que habían visto. Otros han tenido visiones o sueños de seres queridos ya fallecidos que les transmitieron mensajes detallados sobre su vida en el Cielo. Una de las características más sobresalientes de la vida en el Cielo -y que sorprende a muchos- es que tiene bastante en común con nuestra vida terrenal. Soy consciente de que esto tal vez no resulte muy prometedor, tomando en cuenta los innumerables males que aquejan a este mundo, los pesares que afligen a mucha gente y que quizás a ti también te haya tocado sufrir. Cuando digo que la vida allá es similar a la de la Tierra me refiero a que encontrarás muchas cosas que guardan estrecha relación con tu vida actual. Sin embargo, la gran diferencia es que el Cielo es un mundo perfecto en el que podremos disfrutar de toda la belleza y los placeres propios de la vida terrena, pero sin la angustia, el dolor, la sensación de vacío, la soledad y el temor que muchas veces se apoderan de nosotros. Un mundo libre del egoísmo, la codicia y la destrucción que vemos en nuestro entorno. Todo en el Cielo es amor, belleza, paz, bienestar, comprensión, alegría, voluntad de ayudar, generosidad, consideración e interés por los demás; y por sobre todas las cosas, prima la sensación de estar completamente envuelto por el amor de Aquel que nos ama más que nadie: Dios. La Biblia enseña que Dios es amor, la esencia misma del amor. Por ende, Su casa -el Cielo- es una morada de amor, donde no se siente dolor ni pesar, rechazo ni soledad; ¡únicamente amor! Qué hermoso, ¿no crees? El Cielo guarda mucha semejanza con nuestro mundo material. Según los relatos de la Biblia y de quienes han vislumbrado el Cielo, nuestro aspecto será muy parecido al actual. No seremos entes incorpóreos, informes, sin rostro, una suerte de brisa etérea. Tendremos un cuerpo muy similar al de ahora, pero que no padecerá los achaques, las incomodidades y el dolor que experimentamos aquí. Estaremos rodeados de nuestra familia y de nuestros seres queridos. ¡Disfrutaremos de su compañía y juntos viviremos felices por la eternidad! Menudo paraíso, dirás; ¡pues eso precisamente es el Cielo! Muchas personas se han formado la idea errónea de que estaremos muertos de aburrimiento, sin otra cosa que hacer que sentarnos a tocar el arpa y entonar loores a Dios. No dudo que el que quiera podrá tocar el arpa, y desde luego alabaremos a Dios; ¡pero nuestra vida en el Cielo será mucho más estimulante y activa! Hasta es posible que estemos más atareados que aquí en la Tierra, aunque sin el estrés, las preocupaciones, la rivalidad y la lucha por la supervivencia que actualmente nos agobian. Nos dedicaremos a labores trascendentes, que afecten para bien la vida de los demás. Emplearemos el tiempo en actividades que nos incentivarán y nos proporcionarán satisfacción y alegría; no en las tareas pesadas, monótonas, rutinarias y carentes de sentido que a muchos nos toca realizar en nuestra existencia cotidiana. Si bien no conocemos al detalle todo lo que haremos en el Cielo, sí sabemos que prestaremos asistencia a los moradores de la Tierra. Procuraremos motivarlos e infundirles aliento, les hablaremos a la conciencia y les sugeriremos pensamientos positivos y edificantes. Les ayudaremos a tomar decisiones acertadas, para que ellos también gocen de felicidad, experimenten el amor de Dios y se den cuenta de que Él los ama. La Biblia dice que Jesucristo regresará pronto a la Tierra para gobernarla, ayudado por los habitantes del Cielo, durante un período que, por su duración, se conoce como el Milenio. Una de las tareas de los moradores del Cielo -los que amen a Dios y hayan ido a gozar de Él después de esta vida- será reconstruir y reorganizar el mundo y reeducar a sus pobladores. Se logrará así un mundo mejor, donde predomine el amor; donde todos tengan suficiente y nadie acumule demasiado; donde todos puedan ser felices y gozar del fruto de sus labores; donde no haya guerras, engaño ni crueldad. Aunque esto te parezca un sueño o una utopía, ¡es ni más ni menos lo que traerá aparejado el reinado de Dios sobre la Tierra! Y los que estemos en el Cielo formaremos parte de ello. Es más, en el Milenio nos valdremos de todo lo que hayamos aprendido -de los dones con que Dios nos ha bendecido y de las aptitudes adquiridas en nuestra vida terrenal- para restituir la Tierra al primitivo estado paradisíaco que Dios le confirió antes que el hombre viciara la pureza y perfección del planeta con su codicia y sus guerras. Sea cual sea tu profesión o tus habilidades -docente, médico, ingeniero, agricultor, asistente social, chofer, oficinista, padre o madre de familia...-, en la vida venidera podrás emplear muchos de los conocimientos y habilidades que tienes ahora, sólo que con fines mucho más altruistas. No únicamente para mantener a tu familia, sino para producir cambios profundos, ayudar a los demás y proporcionarles satisfacción y alegría. La felicidad se labra haciendo feliz al prójimo. Al brindarnos a los demás y levantarles el ánimo, participamos del amor, la alegría y la dicha que les damos. Los dos últimos capítulos del Apocalipsis describen el Cielo como una gigantesca ciudad de oro, ¡de unos 2.400 kilómetros de largo, de ancho y de alto! (V. Apocalipsis 21:16.) Es decir, ocupará una superficie equivalente a tres veces el área de México, un tercio de Suramérica o casi toda Europa Occidental. Además, ¡penetrará 2.400 kilómetros en el espacio! Es de suponer que si se divide en múltiples niveles, una ciudad de semejantes proporciones podrá albergar a miles de millones de personas, ¡con lugar de sobra! Dice la Biblia que esa maravillosa morada celestial descenderá un día sobre la Tierra y que entonces Dios habitará con los hombres. ¡Será como si Dios se mudara a nuestro vecindario! ¡Los que lo amen y hayan acogido Su amor en el corazón vivirán con Él en esa espléndida ciudad dorada! Puede que esto te parezca un poco inverosímil o propio de una película de ficción científica, ¡pero es la pura verdad! Está anunciado en un libro profético de reconocida validez -la Biblia-, ¡que contiene cientos de predicciones detalladas, muchas de las cuales ya se han cumplido a lo largo de la Historia! La Biblia revela que las calles de esa ciudad son de oro, y que está cercada por un muro compuesto de doce clases de piedras preciosas. Viviremos en mansiones celestiales con nuestros seres queridos que hayan creído en Dios y aceptado Su amor. Hasta habrá un extraordinario parque de atracciones, con anfiteatros celestiales en los que podremos escuchar música igualmente celestial y un centro que ofrecerá viajes a través del tiempo, el cual nos permitirá presenciar los grandes acontecimientos de la Historia y comprender cómo se produjeron y qué ocurrió en realidad. El parque incluirá otros puntos de interés donde podremos interiorizarnos más de la fascinante vida que Dios nos ha dado y aprender a sacarle el máximo partido con el objeto de expresar amor a Él y a los demás. Estaremos dotados de un cuerpo sobrenatural inmune a la fatiga, aunque podremos descansar por simple gusto. Si bien nunca tendremos hambre, el que lo desee podrá comer. Todavía podremos disfrutar de las muchas otras sensaciones que nos deleitan aquí en la Tierra, entre ellas las que nos proporcionan el tacto, el olfato y la vista. Gozaremos incluso del amor sexual. La diferencia estriba en que experimentaremos esas sensaciones con mayor intensidad que hasta ahora. ¡También podremos volar! Como ves, la vida en el Cielo es muy parecida a la que conocemos en la Tierra, ¡solo que muchísimo mejor! Será un lugar cálido, vibrante de vida y de felicidad, donde disfrutarás de todos los placeres que siempre deseaste, donde todos tus sueños se harán realidad. Es como si uno tomara la vida terrenal, la depurara de todo lo malo y le añadiera una enorme cantidad de amor, alegría, paz, felicidad y contentamiento. ¡Así es el Cielo! A estas alturas te estarás preguntando cómo hacer para reservar plaza en un paraíso tan sensacional una vez concluida tu estadía en la Tierra. Quizás hayas oído decir que solamente los que son muy buenos se van al Cielo y pienses que eso te excluye, porque sabes que has cometido errores y en ocasiones has obrado mal, has hecho daño y ofendido a otras personas. Pues bien, ¡te tengo buenas noticias! ¡Cualquiera puede conseguir una entrada gratuita al Cielo! Cada uno de nosotros puede encontrar en los acogedores brazos de Dios el gozo, la satisfacción y el amor inacabable que Él quiere que tengamos tanto en esta vida como en la venidera. ¡Eso te incluye a ti! No importa quién seas, dónde te encuentres ni qué hayas hecho. Lo bueno o lo malo que seas queda completamente al margen, porque nadie puede ganarse un lugar en el Cielo por sus propios méritos. La Biblia dice que únicamente los que son perfectos tienen cabida en el Cielo. Y como ninguno de nosotros lo es, nadie puede ir allí merced a sus buenas cualidades. Por eso envió Dios a la Tierra a Su hijo Jesús hace 2.000 años. Al morir por nuestros pecados, Él nos pagó la entrada. Así, con solo aceptarlo como Salvador podemos asegurarnos un lugar en el Cielo. Eso supone un gran alivio; no tenemos que preocuparnos de ganarnos el Paraíso a base de bondad y rectitud. De todos modos sería imposible, pues somos humanos. Jesús tomó sobre Sí esa carga, de tal manera que lo único que tenemos que hacer es creer en Él y aceptar el regalo de la Salvación que Él nos quiere conceder. Él te ha abierto las puertas de la vida venidera. Para traspasarlas, te basta con tener fe en Él. Nadie se merece el Cielo, y sin embargo todos tenemos acceso a él, por muy malos que seamos, ya que Jesús nos ama, tal como somos. Él nos conoce, sabe lo que albergamos en nuestro interior y todo lo que hemos hecho, hasta nuestros secretos más íntimos. Lo sabe todo, y aun así nos ama, porque Su amor es infinito. Su amor es muy superior a lo que alcanzamos a ver o a entender aquí en la Tierra. Es capaz de corregir cualquier error, de reparar cualquier daño, de llenar cualquier vacío, de aliviar cualquier dolor o angustia. Puede cambiar el pesar en alegría y el llanto en risa. Comunicar sentido de realización a quien se considera fracasado o inútil. Jesús quiere darte todo esto ahora, y además un sitio en el Cielo cuando hayas cumplido tus días en la Tierra. Le encantaría que vivieras feliz allá para siempre, con Él y con tus seres queridos. Por eso dio la vida por ti. Te está haciendo un ofrecimiento. Anímate. Acepta Su amor. Ábrele la puerta hoy, ahora mismo. Para tener Su amor y asegurarte un lugar en el Cielo, haz esta sencilla oración: "Jesús, sé que me amas, que viniste por amor y moriste por mí para hacerme libre y darme la oportunidad de vivir eternamente en el Cielo. Te pido que me concedas el don de Tu amor. Llena el vacío que hay en mi vida y hazme sentir satisfacción y felicidad. Ayúdame a comunicar a los demás este mismo amor para que ellos también sean dichosos. Acepto el lugar que gratuitamente me tienes reservado en el Cielo." ¡Ya está! ¡Así de sencillo! Bastó con que le abrieras el corazón. Ahora Jesús habita en ti y estará contigo para siempre. ¡Jamás lo perderás! Tienes una reservación permanente en el Cielo, que nunca podrá ser cancelada. Dios acaba de poner en ti este regalo de amor. Siempre que sientas necesidad puedes acudir a Él, y tiernamente te ayudará. Aunque fue un obsequio, ahora que tienes Su amor en el corazón, Él quiere que hagas lo que puedas por transmitirlo a los demás; para que ellos también conozcan la alegría, ¡tanto en este mundo como en el Cielo! ¿Lo harás? ¿Te esforzarás por hacerles más fácil la vida, aunque sólo sea brindándoles una sonrisa, unas palabras amables o una mano cuando lo necesiten? Los pequeños gestos de cariño y consideración llegan muy lejos y pueden influir profundamente en la vida de una persona. Ahora que tienes un pedacito de Cielo en tu corazón, procura compartirlo. Dios te ama y espera ilusionado el día en que vayas al Cielo para vivir con Él por la eternidad. ¡Y yo también! ¡Nos vemos allá!

¡Alguien te ama!


Alguien te ama y suspira por estar siempre contigo en todo lugar.Alguien te ama, no es una ilusión.¡Quiere vivir en tu corazón!
Es verdad, Alguien te ama, ¡y por esa razón te ha hecho llegar este pequeño mensaje! ¡Alguien te quiere y desea brindate felicidad! Todos anhelamos amar y ser amado. ¡Para la mayoría de la gente el Amor es lo más sublime y grandioso que hay! ¡Todas las bellezas de la Creación son una obra de Amor: la hierba, los árboles, las flores, un espléndido atardecer, el romanticismo de una noche estrellada, las maravillas del mundo animal! Aun nuestros animalitos domésticos entienden el lenguaje del amor. Es más, a veces ni sobreviven sin él. Mueren de pena y tristeza. Los seres humanos también ansiamos amor. Tan es así que hay ocasiones en que nos morimos de pena por falta de amor, pues todos tenemos necesidad de afecto y ternura y de querer a alguien. Esa es la razón fundamental de nuestra existencia. Por eso vinimos al mundo, porque Alguien nos quiere y desea que seamos felices, que amemos y seamos amados, que disfrutemos de todas las cosas lindas de la vida, y que tengamos de todo en cantidad suficiente. Pero ¿por qué hay tanta tristeza y sufrimiento en el mundo? ¿Por qué tanta perversidad, horror, dolor y muerte? ¿Por qué no puede ser todo bondad, belleza, encanto, placer y deleite? Lo cierto es que en un principio todo se creó con esa intención. Pero el hombre optó por el egoísmo, la desconsideración y la falta de amor por los demás, y al tomar su propio camino, se alejó del Paraíso de la Creación original. Todos somos culpables en alguna medida de la desolación que vemos en el mundo. Seamos sinceros. ¿No es cierto que todos hemos obrado equivocadamente en alguna ocasión y hemos hecho cosas que sabemos que estaban mal, que luego no pudimos remediar? El Amor es capaz de sanar cantidad de heridas y devolver la alegría a muchísimos corazones, aliviar gran parte del dolor y la agonía que sufre la humanidad y evitar innumerables muertes. En cambio, el egoísmo, la codicia, la inconsideración y la terquedad son causa constante de la mayor parte de las penas del mundo, incluidas las que padecemos nosotros mismos. Hemos echado a perder el Paraíso terrenal que se nos confió para nuestro deleite. Lo hemos arruinado con tanto odio, avaricia, violencia, dolor, guerras y matanzas. Sin embargo, hay Alguien que quiere salvarte de todo eso, y un día hasta piensa sacarte de aquí, y ahora mismo desea guardarte de muchas de esas cosas y concederte alegría, paz, satisfacción, felicidad, y por sobre todas las cosas, ¡Amor! ¡Amor por Él, por los demás, y hasta por ti mismo! Él es el Dador de todo lo bueno, el Dios del Amor. Nos ama porque Él es el Amor mismo. ¡Sí, hay Alguien que te quiere, Alguien que sintió tanto amor por ti que entregó Su Vida para salvar la tuya! «¡Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos!» (S.Juan 15:13.) Eso mismo hizo Él por ti, para pagar por tus pecados y ofrecerte Su Amor y Su perdón. Lo único que te pide es que te vuelvas a Él y te arrepientas, que lo aceptes en tu vida y creas en Él, y que te muestres agradecido por lo bueno que ha sido contigo. También quiere que trates de brindar amor y hacer el bien a los demás, tal como Él ha hecho contigo, tal como Él desea hacer contigo, y como hará aún en mayor medida en el futuro lleno de esplendor que nos aguarda, cuando Él venga a buscarte para llevarte a Su Reino celestial. En ese entonces se apoderará de la tierra y la regirá con justicia, Amor, misericordia, benignidad y bondad. ¡Acabará con todas las guerras, el odio y la enemistad, y creará un fascinante y glorioso Reino de Amor aquí en la tierra para que todos lo gocemos por la eternidad! A ese Ser extraordinario que te ama no tienes más que pedirle que venga a vivir a tu corazón. Se llevará todas tus lágrimas y disipará todas las angustias provocadas por la soledad, el menosprecio, el miedo y la confusión. ¡En su lugar te dará una vida magnífica llena de amor que durará eternamente! ¿Le pedirás hoy mismo a Jesús que entre en tu corazón? Él es el fruto de Amor del propio Dios, la señal de Su Amor, Su propio Hijo, enviado al mundo para transmitirnos el Amor del Padre, ¡aunque fue perseguido y crucificado por gente perversa! ¡Pero gracias a Dios, resucitó y volvió al Cielo para reunirse con el Padre de Amor, y ahora está con nosotros, así como Su Espíritu Santo! ¡Imagínate, el propio Hijo de Dios murió por ti por amor a fin de que tú vivieras! Él quiere que seas feliz, yo quiero que seas feliz, ¡todos queremos que lo seas! Somos muchos los que te amamos y podemos ayudarte si acudes a Él y a los que te quieren. Lo tienes a tu alcance ahora mismo por medio de esta pequeña oración:
«Padre celestial, ¡te ruego que me perdones las cosas malas que he hecho! Lo siento mucho. Quiero recibirte en mi corazón por medio del Amor de Tu Hijo Jesús. Enséñame a amarte y a amar a mis semejantes, para que pueda hallar felicidad y brindársela a los demás. Instrúyeme más en Tus caminos mediante Tu maravilloso libro, la Biblia. En el Nombre de Tu Hijo Jesús, amén.»
Si has rezado esta oración con sinceridad y de buena fe, Jesús ha entrado a tu corazón. ¡Él prometió hacerlo! Dijo: «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno abre la puerta, entraré a él y tendré amorosa comunión con él» (Apocalipsis 3:20). Si aún no has tomado esta decisión, ¡hazlo ya, mientras puedes! ¡Que Dios te bendiga y te guarde, y haga de ti una bendición!
Se despiden cariñosamente, Tus amigos

Con cariño para ti

¡Hola! Te amo porque soy tu Padre. Así de simple. Independientemente de lo que hayas hecho o dejado de hacer, ¡te quiero mucho! En tu interior mora un espíritu eterno. Yo conozco lo más íntimo de tu espíritu y te amo. Tú estás en el mundo, llevas tu vida, tomas tus decisiones y procuras descubrir qué es lo mejor y cómo debes obrar, cómo vivir, cómo sobrevivir. Es una lucha. Yo lo sé y lo entiendo. La vida entera es una lucha. Sin embargo, puede hacérsete más fácil si estableces una conexión —una relación espiritual— conmigo. Con el paso de los años vas envejeciendo, y algún día morirás; pero no tu espíritu, el cual jamás perecerá. Tu verdadero ser, que ahora mismo está preso en tu cuerpo, vivirá eternamente. Por eso no merece la pena afanarse por lo corporal, por las cosas materiales del mundo, ya que tarde o temprano las dejarás atrás. Lo que realmente importa son los valores espirituales: el amor, la bondad, la misericordia, la comprensión, la generosidad. Eso es lo que te enriquece en un sentido espiritual. Eso es lo que te fortalece, lo que te da fortaleza de espíritu. Cuando llegue el momento de despojarte de la vestidura de la carne, lo único que contará será tu fortaleza espiritual. Por tanto, haz el bien. Manifiesta amor. Da amor. Ama a tu familia. Ama a tus amistades. Ama a tu prójimo, a todos los que se crucen en tu camino. Sé perdonador, amable y compasivo. Al conducirte así —al manifestar amor— me reflejas a Mí, pues Yo, Dios, soy precisamente Amor y te quiero mucho. Deseo pasar la eternidad contigo. Cuando llegues al final del camino, cuando tu vida toque a su fin, te encontrarás ante una puerta. Para abrirla y entrar a Mi casa, en la que reina el amor, te hará falta una llave; pero puedes conseguirla sin esfuerzo alguno. Basta con que extiendas la mano en este momento, y Yo te la daré. Esa llave es Mi Hijo Jesús. Te la presento diciéndote: «Es para ti, porque te amo». Es como si te ofreciera la llave de la bóveda en que guardo Mis tesoros. Los pongo a tu disposición porque te quiero mucho. Con la llave podrás abrir la bóveda, y descubrirás que está llena de riquezas. Toma, pues, la llave que te permitirá vivir conmigo por la eternidad. No tienes más que decir: «Sí, Dios, deseo tener la llave de la vida. Quiero a Tu Hijo Jesús, la llave de la cámara del tesoro. La tomo, la acepto.» Y será tuya para siempre. Te quiero mucho. Con esta llave tendrás acceso a la herencia que quiero que disfruten Mis hijos. Te abrirá Mi caja fuerte y la puerta de la eternidad. Para ti es. Acepta a Jesús. Con amor eterno,
Tu Padre celestial

¿Conoces el futuro?


¡Así lo describe la Palabra de Dios, la Biblia! La Biblia y las palabras de los profetas de Dios son los únicos verdaderos noticieros o publicaciones de noticias del mundo. Todos los demás periódicos relatan lo que ya pasó, lo ocurrido el día anterior. En realidad no dan noticias. Se limitan a referir hechos históricos. La Biblia, en cambio, nos anuncia lo que va a ocurrir en el futuro. Contiene un sinnúmero de profecías detalladas que con miles de años de antelación describen de forma específica personas, lugares, momentos, situaciones y acontecimientos. (Isaías 34:16; 42:9; 2 Pedro 1:19-21.)* Muchas de estas profecías tratan del período final de la historia del mundo, poco antes que regrese Jesús para poner fin a la iniquidad que impera hoy en día y establecer Su Reino de amor y paz en la tierra. A esta última etapa de los reinos del hombre en la tierra la Biblia la denomina el tiempo del fin, el fin de los días, los postreros días, etc., ¡y es justamente la época en que vivimos actualmente! (Daniel 2:28; 8:23; 12:4.) *Las referencias entre paréntesis que aparecen a lo largo del texto indican los libros, capítulos y versículos de la Biblia que describen los acontecimientos a los que alude la correspondiente porción de texto.
1. Las señales de los tiempos Cuando los discípulos de Jesús, deseando conocer el futuro, le preguntaron: "¿Qué señal habrá de Tu venida y del fin del mundo?", Él no respondió con una sola señal, ¡sino con toda una lista! Es más, la Biblia menciona cientos de "señales de los tiempos", indicaciones y acontecimientos a los que debemos estar atentos para saber con exactitud cuán cerca estamos del fin mismo. (V. Mateo, capítulo 24.) Entre estas señales se cuentan un incremento notable de la cantidad de "pestes, hambres, y terremotos en diferentes lugares" (Mateo 24:7); que "será predicado el Evangelio en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones" (Mateo 24:14); un considerable aumento en la frecuencia de los viajes internacionales, dado que "muchos correrán de aquí para allá, errantes de mar a mar, y la ciencia aumentará notablemente" (Daniel 12:4; Amós 8:11,12); una gran "apostasía" (2 Tesalonicenses 2:3) en que la gente se apartará del Señor, conforme "los hombres malos y los engañadores vayan de mal en peor, engañando a muchos" (2 Timoteo 3:13); y que "el amor de muchos se enfriará" (Mateo 24:12), ¡lo que generará "angustia de las gentes en la tierra", de manera que estarán "desfalleciendo los hombres por el temor!" (Lucas 21:25,26). ¡Todas esas señales se están cumpliendo actualmente con más claridad que nunca!
2. ¡Un gobierno mundial único! Una de las señales más importantes que se observará al final mismo de esta época, y que fue predicha por numerosos profetas, es el acceso al poder de un gobierno mundial unificado completamente impío, encabezado por un dictador demoniaco al que la Biblia denomina la Bestia o el Anticristo, que estará poseído y controlado por el propio Satanás. Este hombre asumirá el poder por medio de un tratado o pacto de 7 años -que podría estar ya en vigencia secretamente- con el que prometerá al mundo paz y libertad de culto, y resolverá la crisis de Oriente Medio al lograr un acuerdo entre árabes y judíos que permita a éstos últimos reanudar el oficio religioso tradicional del templo de Jerusalén (Daniel 8:23-25; 2 Tesalonicenses 2:1-4; Daniel 9:27). Además, no cabe duda de que desempeñará un papel protagónico en el saneamiento de la economía mundial luego del inminente colapso del sistema monetario internacional.
3. ¡Israel será invadido! Dado que habrá traído paz, saneado la economía mundial, resuelto la crisis de Oriente Medio, etc., por un tiempo la mayor parte del mundo se convencerá de que este personaje -el Anticristo- es un hombre extraordinario. De pronto, hacia el final de su gobierno, tras haber declarado la nulidad del acuerdo de paz, invadirá Israel desde el norte. ¡Acto seguido prohibirá y abolirá todo culto religioso tradicional, se autoproclamará Dios y exigirá la veneración incondicional del mundo entero! (Daniel 9:27; 8:9-12; 11:21-24, 28-31,36; 2 Tesalonicenses 2:3,4,8,9.) En ese momento erigirá en el templo de Jerusalén un ídolo o imagen de sí mismo, la abominación desoladora de la que hablan las Sagradas Escrituras, que muy bien podría ser una suerte de ordenador cibernético o sistema de telecomunicaciones del que se servirá su régimen. Dicha imagen será capaz de hablar y hasta tendrá poder para liquidar a todo el que se niegue a rendirle culto. Jesús mismo dijo que cuando viéramos esa imagen, esa abominación desoladora, instalada en el templo comenzaría un período de gran tribulación. (Daniel 11:31; 12:11; Mateo 24:15-21; Apocalipsis 13:14,15.)
4. ¡La marca de la Bestia: el 666! Durante la última fase del régimen del Anticristo ya no circulará papel moneda. Su gobierno establecerá un sistema internacional de crédito. A los que respalden dicho régimen, que rindan pleitesía al Anticristo y rechacen a Jesús, se les asignará un número de crédito. Éste les será grabado en la mano derecha o en la frente: ¡el 666! La dictadura del Anticristo se valdrá de ese nuevo sistema crediticio para obligar a la gente a venerar a su mandatario, ya que al no poder comprar ni vender sin ese número o marca de la Bestia, muchos se verán ante la perspectiva de morir de inanición. De todos modos, los hijos de Dios no claudicaremos. Nos negaremos a recibir su marca. ¡Y el Señor velará por nosotros, aunque tenga que enviar maná del cielo para sustentarnos! (Apocalipsis 13:16-18; 12:6,14.)
5. ¡Plagas y protección divina! Cuando el Anticristo y sus adeptos persigan a los hijos de Dios y se empeñen en acabar con ellos, ¡el Señor enviará pestilencias, plagas y hasta extraños insectos que atacarán a los perversos seguidores de Satanás! Ese período de tribulación será como los últimos tiempos que pasaron los hijos de Israel en Egipto. ¡Los profetas de Dios harán grandes y portentosas señales, prodigios y milagros para defender el Evangelio y a los hijos del Señor! (Apocalipsis 7:3; 9:1-11; 11:3-6.)
6. ¡Guerra nuclear! Hacia el final del período de gran tribulación, habrá diez reyes que se aliarán con el Anticristo para destruir y devorar con fuego a Babilonia, la gran ramera. Castigo final que, a juzgar por muchos pasajes de las Escrituras, podría ocurrir cuando las diez naciones principales de Europa, aliadas con el Anticristo, se vean enfrentadas a los EE.UU. y lancen un ataque nuclear sorpresivo que destruiría a ese país en una hora. (Daniel 11:38,39; Apocalipsis 17:12,16, 17; 18:1-10,17-19; Isaías 25:2-5.) La represión y persecución a escala mundial de todos los que se nieguen a doblegarse ante el Anticristo, a la que se sumarán los horrores de la guerra nuclear, convertirán dicho período de gran tribulación en el más turbulento de la historia. Tanto es así que Jesús dijo: "Si aquellos días no fuesen acortados [si no llegasen a su fin], nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos [los cristianos], aquellos días serán acortados" (Mateo 24:21,22).
7. La segunda venida de Cristo Al cabo de siete años de gobierno, cuando el Anticristo piense que el mundo está en sus manos, se producirá de forma repentina y totalmente inesperada el regreso de Jesús para rescatar a todos Sus hijos de este mundo. Será un acontecimiento esplendoroso al que se conoce como el arrebatamiento. ¡Momentos después de la hora más oscura de la historia del mundo, presenciaremos el amanecer más glorioso: Jesús retornará para rescatar a los Suyos, a Su Iglesia, a Su pueblo, a todos los que lo amen, lo conozcan y lo tengan en su corazón! (Mateo 24:29-31.) Todos los cristianos difuntos, que ya se hayan ido con el Señor, regresarán con Él para recoger sus cuerpos resucitados totalmente restituidos. Y "la tierra dará sus muertos" (Isaías 26:19). Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, los que hayamos sobrevivido milagrosamente y dado testimonio de Jesús durante el régimen de terror del Anticristo, seremos instantáneamente transformados, transfigurados. ¡Se nos dará un flamante cuerpo glorioso, dotado de poderes sobrenaturales, a semejanza del de Jesús luego de la Resurrección! Levantaremos vuelo para "recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor" (1 Tesalonicenses 4:14-17; 1 Corintios 15:51-57; Filipenses 3:21). Nuestros enemigos anticristo se espantarán al ver venir al Señor en las nubes del cielo con poder y gran gloria, iluminando totalmente el firmamento como si se tratara de un relámpago continuo. ¡Serán presa de consternación cuando las potencias de los cielos se conmuevan y el Señor descienda con voz de mando! ¡Se llenarán de temor al oír la trompeta de Dios, que sonará estruendosamente, y al percatarse de que las tumbas de los santos se abren, de que los muertos resucitan, y de que todos los hijos de Dios que todavía estén vivos se transforman delante de sus ojos y montan vuelo para reunirse con Jesús! "¡Todo ojo le verá, y todos los linajes de la tierra harán lamentación por Él!" (Mateo 24:27-31; Apocalipsis 1:7.)
8. ¡Festín en el Cielo e infierno en la tierra! Jesús regresará para arrancar de las garras del Enemigo a Su Esposa, a Su pueblo, y llevarnos a la celebración más espléndida y conmovedora que se haya visto jamás: la gran cena de las bodas del Cordero, que tendrá lugar en el Cielo. En ese momento presenciaremos una escena pasmosa: los castigos que Dios hará llover sobre el mundo impenitente y perverso. Inmediatamente después que el Señor nos haya arrebatado para llevarnos junto a Él, Dios derramará sobre el Anticristo y sus seguidores las copas de Su gran ira, unas plagas espantosas, cuales nunca ha habido en el mundo. (Apocalipsis 19:6-9; 14:14-20; 16:11-21.)
9. ¡La batalla de Armagedón! Dios castigará merecidamente con cantidad de plagas horrorosas al Anticristo y sus fuerzas, y al final ¡derramará la última copa de Su ira sobre los impíos cuando éstos converjan en Armagedón (Israel) para acabar con las naciones que aún se resistan a la cruel tiranía del Anticristo! En aquel momento, el propio Jesús y Sus gloriosas huestes celestiales -formadas por los cristianos resucitados- descenderán sobre la tierra montados en majestuosos caballos blancos para aniquilar definitivamente al Anticristo y sus fuerzas en una batalla devastadora y de características sobrenaturales. Esas huestes divinas rescatarán así a quienes todavía no se hayan salvado espiritualmente y que aún opongan resistencia al régimen satánico del Anticristo. A pesar de que hasta ese momento esa gente no habrá creído en Jesús y no lo habrá aceptado en su corazón, ¡el Señor misericordiosamente le permitirá llegar con vida al Milenio, la futura Edad de Oro, a fin de que tenga ocasión de conocerlo y creer en Él! (Apocalipsis 9:13-21; 19:11-21; 17:14; 16:12-21.)
10. El nuevo orden mundial de Dios Luego nosotros, los hijos de Dios, junto con Jesucristo nuestro Rey, nos adueñaremos del mundo, lo organizaremos y lo gobernaremos tal como hubieran debido hacerlo los hombres, como lo habrían hecho si se hubieran sometido a Dios. ¡Estableceremos el Reino de Dios en la tierra y haremos que este planeta recobre la belleza que tuvo en tiempos del paraíso del Edén! Ese fascinante período durará mil años, por lo cual se conoce como el Milenio. (Daniel 2:44; 7:18,26,27; Apocalipsis 20:4.) El Señor dice: "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección [el arrebatamiento]; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años" (Apocalipsis 20:6.) Jesús también prometió a los que le sean fieles: "Al que venciere y guardare Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones [de los supervivientes no salvos], y las regirá con vara de hierro [un gobierno firme pero benigno]" (Apocalipsis 2:26,27).
11. El Diablo será sujetado El Diablo será encadenado y confinado al abismo durante dicho período de mil años. La autoridad de Dios será incuestionable entonces. Jesús reinará en todo lugar, y nosotros gobernaremos con Él. Los que hayan quedado con vida al comenzar el Milenio aprenderán en el transcurso de esos mil años a obrar bien. Sólo entonces acabarán por fin todas las guerras, cuando se instaure el supremo y omnipotente régimen de Jesucristo y de los hijos de Dios. ¡El mundo será finalmente bien gobernado, con equidad y verdadera justicia, libertad, paz, abundancia y felicidad para todos! (Apocalipsis 20:1-3; Isaías 2:2-4; Salmo 22:27,28; 47:2,3,7,8.)
12. No habrá más contaminación La tierra volverá al estado en que se encontraba cuando Adán y Eva habitaban el Edén: "¡Nada hará mal ni dañará en todo el santo Reino de Dios!" ¡Ya no habrá automóviles que despidan gases tóxicos por sus tubos de escape, ni grandes fábricas que contaminen el aire con el apestoso humo de sus chimeneas! ¡El mundo volverá a movilizarse por medios de tracción animal -carretas, carruajes- y en espléndidos barcos de vela propulsados por el viento! (Isaías 11:6-9; 65:20-25.)
13. ¡Poderes sobrenaturales! Durante el Milenio, todos los creyentes salvos, todos los que hayamos resucitado, tendremos cuerpos nuevos de características sobrenaturales, dotados de asombrosos poderes y capaces de obrar milagros. Seremos invulnerables e inmortales, no sentiremos dolor ni sufriremos enfermedades, seremos capaces de aparecer y desaparecer a voluntad, volar y comunicarnos por telepatía, mentalmente, y muchos otros prodigios. Gracias a ello nos resultará bastante fácil gobernar a los no salvos de la tierra con la sabiduría, el poder, la justicia y el amor de Jesús y Su dirección personal.
14. El mundo entero será creyente Pero el resto del mundo, las personas que hayan obtenido la gracia y bendición de entrar con vida en el Milenio, aún tendrán su mismo cuerpo natural. Todos los habitantes de la tierra verán el glorioso poder de Dios y Su reino, por lo que todos creerán en Él. De modo que no quedarán incrédulos. Sin embargo, todavía habrá algunos que se negarán a aceptarlo, que no se someterán a Su autoridad ni le obedecerán y tendrán una actitud obstinada, rebelde y desafiante. Esa gente perversa que lo rechace probablemente se trasladará a zonas remotas de la tierra para llevar una vida independiente del gobierno benigno de Jesús. Siempre y cuando no moleste a los que acepten al Señor -los buenos ciudadanos del Reino de Dios-, la abandonaremos a sus propios pensamientos (Habacuc 2:14; Isaías 29:18,19; 32:1; 40:5).
15. La prueba final Luego, a modo de prueba y tría final, al concluir el Milenio Satanás será soltado de su prisión en el corazón de la tierra por "un poco de tiempo", suficiente para engañar a los impíos que no se hayan convertido, que hayan rechazado el Reino de amor de Cristo. Esos contumaces volverán a seguir a Satanás de lleno en declarada rebeldía contra el Señor y Su gobierno, y atacarán el "campamento de los santos", es decir, a las personas que se hayan convertido en ciudadanos leales del reino milenario de Jesús. Dicho ataque desembocará en la cataclísmica batalla de Gog y Magog. Esta vez Dios ya no tendrá más paciencia con los rebeldes: ¡rescatará a todos los fieles y hará llover fuego del Cielo para consumir a los impíos! (Salmo 2:1-12; Isaías 26:9-11; Apocalipsis 20:7-10.)
16. ¡La superficie de la tierra será consumida! ¡La lluvia de fuego que hará descender Dios será tan pavorosa que consumirá completamente toda la superficie de la tierra! ¡La atmósfera se desvanecerá como un pergamino que se enrolla, con gran estruendo! En una gigantesca explosión, todo se consumirá, y la totalidad de la superficie del planeta se fundirá. Cuando el mundo haya sido íntegramente purificado, Dios creará una tierra nueva, un lugar bellísimo en el que no habrá mares. (2 Pedro 3:10-13.)
17. El juicio final Después de la culminante batalla de Gog y Magog, todas las personas no salvas de todos los siglos resucitarán a fin de presentarse ante el gran trono blanco para el juicio final. Todos los muertos que no se hayan salvado resucitarán por fin para comparecer ante el propio Dios en el juicio final. Entonces "los libros serán abiertos", cada cual recibirá su sentencia definitiva según sus obras, y a cada uno se le asignará el lugar definitivo que deba ocupar en el otro mundo (Apocalipsis 20:11-15).
18. La ciudad del espacio Seguidamente, la magnífica ciudad celestial de Dios descenderá de lo alto a la esplendorosa tierra nueva, que será como el Paraíso del Edén, y Dios mismo morará con nosotros aquí en la tierra, donde se restablecerá como Rey de reyes para siempre. Digamos que se apoderará del mundo invadiéndolo desde el espacio exterior. Esa magnífica ciudad del espacio tiene 2.400 km tanto de largo como de ancho y de alto. Será el vehículo interestelar más grandioso que se haya creado, la nave espacial más increíble que jamás se haya concebido. ¡Ha sido construida por el Señor y ya viene rumbo a la tierra! (Capítulo 21 del Apocalipsis.)
19. Las maravillas del mundo venidero "La Ciudad entera es de oro puro, semejante al vidrio limpio" (Apocalipsis 21:18). Está hecha de una especie de vidrio transparente de color dorado, ¡oro cristalino de una belleza extraordinaria! Así, a través de las paredes transparentes de la ciudad se divisará la espléndida tierra nueva, completamente reconstituida y regenerada. Allí habitarán naciones nuevas, reyes y pueblos que aunque moren fuera de la urbe de oro y de sus muros de piedras preciosas, aprenderán la justicia y conocerán la bondad y el amor de Dios. (Apocalipsis 21:24-26.) Habrá entonces un mundo mejor habitado por hombres de espíritu más puro, que habrán aprendido a vivir según la ley del amor de Dios. Serán los seres humanos más felices de la historia del universo, ya que finalmente habrán sido limpiados y purificados de sus pecados de rebeldía contra Dios y sanados por las hojas de los árboles de la vida, las cuales nosotros mismos les llevaremos desde donde crecen, a orillas del río de la vida que corre por la ciudad. (Apocalipsis 22:1,2)
20. No habrá más impíos Únicamente los más viles de todos, como Satanás, el Anticristo, su falso profeta y sus más devotos seguidores, que habrán rechazado a Cristo, serán arrojados al lago de fuego para ser castigados y expurgados de su diabólica rebeldía. De arrepentirse allí, puede que se les deje en libertad y se les permita vivir en la superficie de la tierra nueva. En caso contrario, ¡es posible que Dios opte por aniquilarlos! (Apocalipsis 21:8; 22:14,15; Filipenses 2:10,11; 1 Timoteo 2:4; Efesios 1:10; 2 Pedro 2:12.)
21. ¡Estás invitado! Puede que algunas de estas cosas te resulten inverosímiles, ¡pero son la verdad revelada por la palabra de Dios! Las puedes leer tú mismo en la Biblia si quieres, si realmente te interesa saber lo que sucederá dentro de poco, si anhelas la justicia de Dios y tienes sed de las aguas vivas que proporcionan vida eterna por medio de Su amor y el sacrificio de Su Hijo Jesucristo. Él ha prometido que si eso ansías, ¡serás llenado y saciado hasta rebosar sobre otros que también necesitan a Jesús! (Hechos 17:11; Mateo 5:6.) Si deseas vivir una vida nueva en un mundo mejor, gobernado por el propio Dios, un mundo en que haya paz, abundancia y felicidad para todos... es más, si te gustaría ayudar a dirigirlo, ¿por qué no pides hoy a Jesús que entre a tu corazón? Luego únete a nosotros y participa en la tarea de propagar Su amor. Puedes enseñar a todos el mundo maravilloso que nos aguarda valiéndote de la Biblia, de tu sonrisa y expresión de felicidad, y conviviendo en armonía celestial, una muestra del Cielo venidero. (Juan 1:12; Apocalipsis 3:20; Mateo 5:16.) ¡Comienza a prepararte para el futuro recibiendo a Jesús ahora mismo! Haz simplemente esta oración: "Jesús, te ruego que entres en mi corazón y perdones todos mis pecados. Ayúdame a amar a los demás y vivir para Ti, a anhelar Tu verdad, a aprender Tu palabra y a hablar de Tu amor. En el nombre de Jesús, amén."