lunes, 6 de diciembre de 2010

La aurora boreal


La aurora boreal —y su equivalente en el hemisferio sur, la aurora austral— es uno de los fenómenos más impresionantes que se pueden apreciar en el cielo nocturno. Cuando vivía en Islandia la vi muchas veces. Recuerdo especialmente una de esas ocasiones.Fue en febrero de 2009. Estaba por irme de Islandia para trabajar como voluntaria en Irlanda. Me había pasado la mayor parte del día haciendo indagaciones para despachar mis pertenencias como carga y no me había ido muy bien. Cada llamada telefónica para averiguar cuáles eran los procedimientos aduaneros había resultado exasperante. Con el paso de las horas, todo fue de mal en peor. Eso me pareció a mí, por lo menos. Hasta una caminata por el parque terminó mal cuando tropecé y me raspé la rodilla. Hacia el final del día estaba hecha un mar de lágrimas y no conseguía pensar coherentemente. Sabía que me sentiría mejor si adoptaba una postura optimista, pero no veía el aspecto positivo de la cuestión por ningún lado. ¿Cómo podía sentirme agradecida si estaba rodeada de tinieblas? ¿Cómo podía pensar en algo que me inspirara gratitud cuando todo el mundo me decía que lo que quería hacer era inviable?En ese preciso momento sonó el teléfono. Era una amiga que me llamaba para decirme que iba a haber una aurora magnífica esa noche. Como yo iba a partir en pocos días era probable que fuera mi última oportunidad de presenciar ese soberbio espectáculo.Llamé a otra amiga, agarré mi abrigo, y las dos nos trasladamos en auto hasta un sitio en las afueras de la ciudad donde las luces no opacarían el efecto. Allá hacía más frío, y el viento era más recio, pero la vista no nos defraudó.Mientras contemplábamos sentadas la danza de los vibrantes tonos fucsia, verde y azul en el firmamento, se me ocurrieron varias cosas. Esos espectáculos lumínicos naturales se ven mayormente cerca de los polos, donde hace mucho frío y se pone muy oscuro. Para observarlos bien, normalmente hay que soportar algunas inclemencias o hacer algún sacrificio.En aquel sitio remoto, inmersa en las tinieblas y el frío, la aurora se desplegó ante mí en todo su esplendor. Mi situación general no había cambiado, pero mi corazón danzó al compás de aquellos suaves velos de luz. En aquel momento en que todo se veía negro para mí, además de iluminar mi mundo y darme algo que suscitara mi gratitud, Dios me recordó una vez más que hasta la noche más lóbrega ofrece un aspecto bellísimo si miramos hacia arriba.Anjali Miles es integrante de La Familia Internacional en Irlanda.

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