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martes, 5 de julio de 2011

REVISTA CONECTATE 129 – Julio de 2011: Amor y Compasión

He leído tantas veces este pasaje de la Biblia que ya perdí la cuenta. Años atrás me lo aprendí de memoria, y ha aparecido con frecuencia en estas páginas. Un compañero le puso música, y es una de mis canciones favoritas1: «Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga»2. Ese pasaje siempre me ha fascinado, pero hace poco leí una exégesis que arrojó nueva luz sobre esos preciados versículos.







El reconocido escritor Philip Yancey expone: «Yo abrigaba la creencia de que el cristianismo resolvía problemas y facilitaba la existencia. Ahora cada vez me convenzo más de que mi fe en realidad complica la vida, en ciertos aspectos en que debiera ser complicada. Mi fe cristiana no me permite desentenderme de la ecología y el medio ambiente, de la pobreza y la problemática de los sin techo, del racismo y la persecución religiosa, de la injusticia y la violencia. Dios no me da esa opción».






Seguidamente Yancey explica ese conocido pasaje de la siguiente manera: «Jesús nos ofrece consuelo, pero ese consuelo consiste en asumir una nueva carga, Su carga. Nos ofrece una paz que trae consigo una agitación que antes no teníamos, un descanso que incluye nuevas tareas»3.






¿Cuáles son esas nuevas tareas? Jesús las detalló cuando sintetizó la fe cristiana: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo»4. Amar a los demás como nos amamos a nosotros no es algo que nos nazca, y rara vez es fácil. No obstante, es uno de los secretos de la felicidad, la satisfacción y el éxito en la vida.






Cuélgate el yugo de Jesús y entrégale el tuyo. No hay trueque más ventajoso.






Gabriel






En nombre de Conéctate






martes, 14 de junio de 2011

REVISTA CONECTATE 128 – Junio de 2011: Resiliencia, Venciendo Adversidades

En la tarde del 9 de diciembre de 1914 un incendio, producto de una explosión, arrasó con un complejo industrial de la localidad de West Orange, en Estados Unidos. Por lo menos 10 edificios quedaron destruidos, y con ellos se fueron al traste años de investigación y experimentos. En aquel momento se estimó que las pérdidas ascendieron a unos 7 millones de dólares, equivalentes a unos 148 millones de hoy.



—Con esto se hicieron humo todos nuestros errores —expresó el fundador y director ejecutivo de la planta mientras observaba impotente los edificios en llamas—. Aunque tengo 67 años —le manifestó a un periodista del New York Times que estaba presente en el momento del siniestro—, volveré a empezar todo mañana.


A la mañana siguiente apareció un aviso en el periódico en el que se llamaba a los 7.000 empleados de la empresa a presentarse cuanto antes a trabajar para emprender las labores de reconstrucción. Un desastre de menores proporciones habría desmoralizado a casi cualquiera. No obstante, años de pruebas y errores habían condicionado a Thomas Edison a ver los desastres como oportunidades.


La mayor parte de los reveses a los que nos enfrentamos son mucho menos catastróficos que el sufrido por Edison; pero tienen dos cosas en común con la desgracia que le sobrevino al famoso inventor. En primer lugar, sean de la naturaleza que sean, nos presentan una alternativa: ¿Cómo vamos a actuar ante esa alteración de las circunstancias? En segundo lugar, dependiendo de nuestra reacción, esas calamidades nos cambian a nosotros, para bien o para mal.


En cuanto al primer punto, el optimismo y la determinación son fuerzas muy poderosas para sacar el mejor partido de circunstancias difíciles. Y si encima invocamos la ayuda del Todopoderoso, las probabilidades de un desenlace favorable aumentan formidablemente. «Los ojos del Señor recorren toda la Tierra para sostener a aquellos cuyo corazón está con Él íntegramente» (2 Crónicas 16:9 (LPD).


En cuanto al segundo, si pedimos a Dios que se sirva de todo trance y de toda prueba para hacer de nosotros mejores personas, Él lo hace. «Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye» (1 Juan 5:14). Es más, Él nos presta particular atención cuando le pedimos que nos haga cambiar para bien.






Gabriel


En nombre de Conéctate


domingo, 8 de mayo de 2011

REVISTA CONECTATE 127 – Mayo de 2011: Serenidad, Estrés, Fe.

Dos palabras de un extraño bastaron para que la vida de aquella mujer diera un vuelco: «Si supieras…» Se mire por donde se mire, había ido de tumbo en tumbo. Tenía un historial de cinco matrimonios fallidos, y en ese momento convivía con otro hombre. Pero tenía algo en común con la demás gente. Quizás eso era lo que la había llevado a cambiar de compañero como quien cambia de trabajo, de casa o de auto: buscaba algo más. Anhelaba amor, seguridad, aceptación, satisfacción, paz interior. Quería ser feliz, sentirse plena. Si supiera ¿qué?







Si adivinaste que estoy aludiendo al encuentro de Jesús con la samaritana1, ya sabes lo que ella estaba a punto de descubrir. El Hijo de Dios, con quien estaba hablando, la iba a poner en contacto directo con la fuente de todo lo que hasta ese momento había deseado: el propio Dios. La samaritana acogió con agrado las palabras de Jesús; como consecuencia, se obró en ella una transformación. Otros tomaron nota. Una vez más, aquella mujer fue la comidilla del pueblo, solo que en esa ocasión no por sus propios actos, sino por lo que hizo Jesús en su vida.






¿Acaso no buscamos todos lo mismo que ella? Si supiéramos…






Si supiéramos -si de veras supiéramos- cuánto nos ama Dios, nunca nos sentiríamos faltos de cariño. Si supiéramos lo incondicional que es Su amor, jamás nos sentiríamos inseguros. Si supiéramos que nos acepta tal como somos -con nuestros defectos, fallos, manchas y todo-, no nos preocuparíamos tanto del qué dirán. Si supiéramos cuánto aprecia nuestro amor por Él y por los demás, descubriríamos plena satisfacción en la expresión de ese amor. Si supiéramos lo que ha dispuesto para nosotros, no miraríamos con recelo el futuro. Si supiéramos cuánto nos ama tal como somos, no envidiaríamos las cualidades de los demás.






Gabriel






En nombre de Conéctate






martes, 12 de abril de 2011

REVISTA CONECTATE 126 -Abril de 2011: Angeles, Milagros, El Cielo


A veces las personas más insospechadas nos sorprenden con su perspicacia. Una de ellas fue el centurión romano que le suplicó a Jesús que sanara a su criado:—Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo —le dijo a Jesús—; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: «Ve», y va; y al otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace.Luego de esa contundente expresión de fe, el centurión consiguió lo que pedía: su criado se curó en el acto, sin necesidad de que Jesús fuera a verlo en persona (Mateo 8:5-13).Jesús se maravilló de la gran fe del centurión. Lo que a mí me sorprende también es su clarividencia. Comprendió algo que pocos captan, y es que Dios delega en otros Su poder y autoridad.El centurión recibía órdenes de sus superiores; Jesús recibía instrucciones de Su Padre celestial. El centurión tenía subordinados que llevaban a cabo sus órdenes; Jesús tenía —y tiene aún— otros seres en la esfera espiritual que ejecutan lo que Él dispone.Si Dios es omnisapiente, omnipotente y omnipresente, ¿por qué no lo hace todo Él mismo? ¿No sería así todo más rápido y más sencillo? ¿No se optimizarían los resultados? Quizá. Pero al mismo tiempo atentaría contra la misma naturaleza de Dios y contra el plan que Él concibió. Dios no es ni huraño ni autócrata. Su creación es interactiva y sumamente diversa; presenta una parte física y otra espiritual. Además estableció las leyes de la física, y un orden natural que regula la esfera material. En el terreno espiritual también delegó autoridad y estableció una cadena de mando. A nosotros nos puso en un punto intermedio.La ciencia ha descubierto muchos de los secretos del mundo físico; sin embargo, sigue siendo un gran misterio cómo funcionan exactamente las cosas en el terreno del espíritu. Lo interesante es que la Biblia nos da algunas pistas, que constituyen un fascinante estudio.GabrielEn nombre de Conéctate

martes, 15 de marzo de 2011

REVISTA CONECTATE 125 -Marzo de 2011: Salud, Dieta, Ejercicio


Un hombre rico tenía dos hijos a los que amaba entrañablemente y colmaba de toda suerte de bienes. Cuando los muchachos se hicieron adultos, le entregó a cada uno la escritura de una magnífica residencia preparada desde el día de su nacimiento. Ambas estaban muy bien construidas y tenían un diseño exclusivo, y ambas precisaban mantenimiento y continuas labores de conservación. Uno de los hijos hizo diligentemente todas las reparaciones necesarias e inclusive introdujo algunas mejoras; el otro, sin embargo, desoyó los consejos de su padre y dejó que la casa se deteriorara. ¿Cuál de los dos crees que gozó de la bendición de su padre? Muy simple, ¿no? El que demostró con hechos su agradecimiento y cuidó con esmero del obsequio recibido.
Esta, claro está, no es una parábola de Jesús, pero bien podría serlo. Guarda relación con la de los dos constructores: el que edificó su casa sobre la roca y el que la construyó sobre la arena, cuyo desenlace harto conocemos. Esta podría ser una interpretación:
El hombre pudiente es el Padre celestial, que posee riquezas incalculables. Nosotros somos Sus hijos; las casas que nos legó, nuestros cuerpos, «formidables y maravillosos», según canta el salmista1. Una figura similar empleó el apóstol Pablo cuando dijo que nuestro cuerpo era «templo del Espíritu Santo»2. Todo edificio o templo evidentemente requiere mantenimiento, sobre todo si se quiere que resista las tormentas y sacudones de la vida. ¡Cómo no lo sabremos los que hemos vivido huracanes o temblores! Un modo de expresarle a Dios nuestro agradecimiento por el cuerpo que nos obsequió es, pues, cuidarlo bien. Los beneficios, cuando lo hacemos, son rotundos: Por una parte, quedamos mejor preparados para hacer frente a las desgracias y contrariedades que nos depara la vida; por otra, podemos gozar mucho más de todas las cosas buenas que el Padre celestial nos prodiga día a día.
Gabriel,
En nombre de Conéctate

viernes, 18 de febrero de 2011

REVISTA CONECTATE 124 -Febrero de 2011: Fortaleza, Descanso en el Señor


Hace poco participé en un seminario de coaching. Entre muchas otras actividades, los asistentes realizamos un estimulante ejercicio llamado la rueda de la vida. Muchos de ustedes probablemente lo habrán hecho alguna vez. Es una representación gráfica de cómo califica uno las distintas facetas de su vida. Aparece una rueda con varios sectores, como los pedazos en que se parte una torta, que representan los distintos aspectos de la vida de uno: trabajo, amor, ocio, familia, amigos, espiritualidad, crecimiento personal, etc. Uno luego debe asignar un puntaje del 0 a 10 a cada una de esas facetas. Para ello colorea el área correspondiente hasta el nivel en que considera que se encuentra en ese momento. Se aprecia entonces claramente en qué aspectos está uno carente y en cuáles exhibe buen nivel.Lo ideal es que todas las partes de la rueda estén parejas y bien llenas. Si una está más baja o desinflada, es lógico que haya problemas. No se avanza por la carretera de la vida con la ligereza deseable. Muchas veces andamos muy bien en la parte profesional o de trabajo —vamos como bólidos—, pero descuidamos la familia o la espiritualidad.Es saludable tener bien inflada la rueda y esmerarnos en lograr simetría y equilibrio entre los distintos aspectos de nuestra vida. Si dedicamos mucho tiempo y esfuerzos a uno de ellos en desmedro de los otros, se pierde esa estabilidad y armonía. Si la parte que descuidamos es la del crecimiento interior, nos atrofiamos en nuestro desarrollo emocional y espiritual, y nuestro vehículo —léase nuestro cuerpo y alma— no circula bien por la vida.De ahí la importancia de revisar de cuando en cuando nuestro neumático para ver qué partes están bajas. Para eso tenemos un inmejorable aliado: Dios, que es un mecánico y asesor de primera en el rally de la vida. Con gusto nos indica qué aspectos hemos postergado o desatendido, y qué podemos hacer para potenciarlos y transitar mejor por los ásperos caminos de este mundo.Tu felicidad y tu salud integral son importantes para Dios. Eres creación Suya, y te ama entrañablemente. Sin embargo, aún no ha terminado de formarte. En este número encontrarás consejos para hallar ese sano equilibrio y potenciar tu crecimiento integral.
Gabriel,En nombre de Conéctate

martes, 4 de enero de 2011

REVISTA CONECTATE 123 -Enero de 2011: Oración, fe

Si eres asiduo cibernauta sabes muy bien que en Internet se ofrece información rápida y de fácil acceso. En vez de recorrer un largo trecho para llegar a una biblioteca y pasarse allí horas hojeando enormes tomos y otros documentos, uno puede encontrar lo que le interesa desde su casa o su lugar de trabajo simplemente empleando un buscador de información en línea, escribiendo unas palabras clave y haciendo clic en el ícono buscar. En apenas unos segundos aparecen en pantalla vínculos a numerosos sitios web relacionados con lo que uno desea averiguar. Por supuesto que hay aciertos y desaciertos entre los resultados, y a veces toma bastante tiempo pasar revista a una cantidad enorme de textos hasta dar con la información precisa que se busca. Hasta cierto punto es lo mismo que cuando nos tocaba escarbar en montones de libros. En todo caso, nadie puede negar que la Internet ha puesto al alcance de nuestra mano todo un mundo de información.Ahora bien, ¿no sería genial que la Internet, en lugar de sólo proporcionar información, pudiera resolver nuestros problemas, responder a nuestros abismales interrogantes y ayudarnos a ordenar y encauzar nuestra vida cotidiana, amén de satisfacer nuestras necesidades emocionales y espirituales? Huelga decir que en el ciberespacio nunca será posible todo eso; el que sí es capaz de ello es Dios. Es más, acceder a Dios resulta mucho más rápido y fácil que consultar un banco de datos en Internet, porque Él, al crearnos, nos dotó de todos los componentes y programas necesarios para ello. Podemos conectarnos con Él en cualquier momento, desde cualquier parte, gratis; y Su motor de búsqueda es de lo más preciso. Él siempre sabe exactamente lo que necesitamos.Para activar nuestro sistema hace falta un solo elemento: fe. Ésta se obtiene leyendo el manual del fabricante —la Biblia—, con el cual nos informamos del equipo, los programas y su funcionamiento. De los relatos vivenciales de personas que ya disfrutan de los beneficios de estar activadas —como es el caso de los artículos que publicamos en esta revista— podemos extraer consejos para fortalecer nuestra fe. Así pues, te invitamos a establecer una relación interactiva con Dios, para que te beneficies de todo lo que Él nos ofrece. Y ojo, cuando decimos todo, quiere decir todo.GabrielEn nombre de Conéctate

jueves, 16 de diciembre de 2010

REVISTA CONECTATE 122 -Diciembre de 2010: Navidad, Amor y Jesús


Cada persona ve la Navidad desde su prisma particular. Para unos es la temporada más propicia para gozar de la compañía de familiares y amigos, una festividad en que el amor y el cariño tienen preeminencia; para otros, la soledad se hace insoportable en esos días, más que en ningún otro momento del año.Para unos la Navidad representa la calidez y seguridad del hogar y la familia; para otros, en cambio, es un doloroso recordatorio de todo lo que no poseen y probablemente jamás tendrán.Para unos es una óptima oportunidad de ganar un poco de plata; para otros constituye un descalabro económico, una orgía de gastos de la que tardarán meses en recuperarse.Para unos es una ocasión de reflexionar profundamente; para otros, de festejar y olvidarse de todo.Algunos se zambullen en un derroche de obsequios para sus seres queridos, sabiendo que también recibirán toda una avalancha de regalos; otros, en cambio, aprovechan para brindarse generosamente a extraños que sufren necesidad sin esperar nada a cambio.Para unos es un breve escape anual a un mundo de ensueño vestido de luces de colores y adornitos donde todo es alegría y todo está bien; para otros es una renovación de la esperanza de que un día se enmendará el mundo y los hombres de buena voluntad gozarán de auténtica paz en la Tierra (Lucas 2:14).Para unos el protagonista es un alegre viejito de traje rojo y larga barba blanca, que con unas cuantas carcajadas hace realidad los deseos de los niños; para otros, un niñito nacido en un pesebre, que hará realidad los deseos divinos.Para nosotros, los editores de Conéctate, la Navidad es una ocasión de unirnos a millones de personas del orbe en la celebración del nacimiento de Cristo y de compartir Su amor con los demás. Esperamos que el presente número de la revista contribuya a hacer de esta Navidad una de las más felices y memorables que hayas tenido.Que Dios te bendiga y haga de ti una bendición durante esta temporada navideña y a lo largo de todo el año.GabrielEn nombre de Conéctate

lunes, 29 de noviembre de 2010

REVISTA CONÉCTATE 121 -Noviembre de 2010: Optimismo y Alabanza

Hace poco leí un artículo en que se explicaba que la vida no es -como muchos pensamos- una serie de altibajos, una alternancia de momentos culminantes en que uno se siente en la gloria, y profundas depresiones y hondonadas en que nos sumimos en el abatimiento o a lo menos en el aburrimiento y el esplín de la normalidad. La cosa no es tan extrema. Según Rick Warren, la vida es más bien como los dos rieles de una vía férrea: uno representa las cosas buenas; y el otro, las malas. Es decir, nuestra existencia discurre paralelamente sobre el riel de la fortuna y el de la adversidad. Eso para mí tiene mucho sentido. Casi todos los días vivimos momentos gratos y nos ocurren incidentes desagradables, disfrutamos de experiencias dichosas y pasamos por trances tristes.
Es ahí donde entran en juego la gratitud y el optimismo. No hay mejor táctica para deslizarnos felizmente por el carril de la vida que dar gracias a Dios por todo, lo bueno y lo malo, las alegrías y los disgustos, y confiar en que a la larga todo revés, todo infortunio, redundará de algún modo en nuestro bien. Lo dije hace años en este poema, que hoy les dedico cariñosamente:

Que los hombres agradezcan
es lo más hermoso que hay.
No hay vista más pintoresca
que un «a Dios gracias», ¡caray!

Si a Dios no damos las gracias
por todo bien que nos es dado,
la Providencia será reacia
a darnos otro puñado.

Deja de lado las quejas
por algún que otro contratiempo.
¿Por qué no más bien festejas
que es poco tu sufrimiento!

Gabriel
En nombre de Conéctate

miércoles, 20 de octubre de 2010

REVISTA CONECTATE 120 -Octubre de 2010: Perdón y Salud Espiritual


Todos los seres humanos nos enfermamos de vez en cuando. Eso sí, la actitud que asumimos frente a un trastorno de salud guarda relación directa con lo bien y lo rápido que nos recuperemos. En el caso de un resfriado común puede que nos baste con hacer reposo y esperar unos días con resignación. Las afecciones más graves, en cambio, generalmente requieren más cuidados. Para cuando nos volvemos adultos ya hemos aprendido a reconocer si algo anda mal en nuestro organismo y prestamos atención a las señales de aviso. Puede que ignoremos cómo interpretar los síntomas; lo que sí tenemos claro es que si no conseguimos un diagnóstico ni nos sometemos a un tratamiento, muy probablemente empeoraremos. Empecinarnos por orgullo en que no estamos enfermos y no necesitamos ayuda nos condenará a mayores sufrimientos. Lo mismo pasará si tardamos en reaccionar. El dolor nos ha enseñado a prestar atención a la salud, a hacer lo posible para conservarla y recabar ayuda cuando nos enfermamos.
Lo mismo se aplica a nuestro bienestar espiritual. Todos pasamos por experiencias que nos afectan negativamente y dejan secuelas en nuestra alma: ofensas que no logramos perdonar; comentarios desconsiderados que nos suscitan malos pensamientos y nos llevan a retraernos; duros reveses que dan inicio a una caída en picado. Al igual que los síntomas que acompañan a las enfermedades físicas, es necesario que reconozcamos los síntomas de trastornos espirituales y tomemos medidas antes que nos causen mayores dolores o se tornen crónicos y más difíciles de tratar.
Lo bueno es que así como Jesús -el mejor de los médicos- es capaz de librarnos de las dolencias físicas, Él tiene también un remedio para cada enfermedad del alma. Nada hay más importante para Él que nuestro bienestar espiritual. Por eso te recomiendo que acudas a Él cuando necesites sanación interior. Él está más que dispuesto a ayudarte y es perfectamente capaz de hacerlo. No obstante, es preciso que se lo pidamos.

Gabriel
En nombre de Conéctate

martes, 28 de septiembre de 2010

REVISTA CONECTATE 119 -Septiembre de 2010: Fe y Curación


Es innegable que todos —en mayor o menor medida— tenemos necesidad de curación. Esa necesidad universal probablemente fue la que llevó a Jesús a dedicar tanto tiempo a la sanación de los enfermos. Los Evangelios abundan en pasajes alusivos a los milagros que operó. Numerosos relatos dan cuenta de las ocasiones en que sanó a leprosos, devolvió la vista a los ciegos, curó a paralíticos y resucitó muertos. «Le siguió mucha gente», reza la Escritura, y Él «tuvo compasión» y «sanaba a todos» (Mateo 14:14, 12:15).Es imposible leer esos episodios de curaciones sobrenaturales sin tomar —consciente o inconscientemente— una decisión que te enmarque en una de tres categorías: la de los que no creen que los milagros se hayan producido jamás; la de los que creen que sí tuvieron lugar, pero que no podrían repetirse hoy; y la de los que comprenden que Jesús tiene actualmente la misma capacidad y voluntad de sanarnos que manifestó cuando curó a las muchedumbres en el primer siglo de nuestra era. «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8). Es mi esperanza que para cuando termines de leer este número de Conéctate estés firmemente encuadrado en el tercer grupo, si es que no lo estás ya.Pero no te detengas ahí. Descubre cómo puedes aplicar Sus promesas de curación a tu realidad cotidiana y a la de otras personas que precisen tu ayuda y tus oraciones. No hay enfermedad o dolencia capaz de resistir el poder sanador de Dios. Al mismo tiempo, tampoco hay molestia tuya, por muy pequeña que sea, que no suscite Su interés. Él te ama de manera muy personal, muy íntima, y está siempre dispuesto a ayudarte, consolarte y fortalecerte. Aunque no te sane enseguida o de forma sobrenatural, ten la seguridad de que desea que tus dolencias, como todas las demás cosas, redunden en tu bien (Romanos 8:28). Acude a Él en tu hora de necesidad. Permítele que te estreche contra Su pecho. No dejes de confiar en Él, y verás las maravillas que obrará en tu vida. GabrielEn nombre de Conéctate.

viernes, 17 de septiembre de 2010

REVISTA CONÉCTATE 118 AÑO 2010: Amor de Dios, Biblia


La primera vez que una lectura de los Evangelios me conmovió interiormente yo tenía 17 años. Los había leído antes, pero en aburridas clases de religión. A esa edad alguien me aconsejó que empezara por el Evangelio de San Juan. No sabiendo que los Evangelios eran cuatro relatos y enfoques distintos de la vida y ministerio de Cristo, comencé por donde me pareció más lógico: por el principio del Nuevo Testamento, o sea, por el libro de Mateo.Cuando llegué al libro de Juan, estaba fascinado con Jesús. Me admiró que tuviera la respuesta idónea para cualquier pregunta que le plantearan y que siempre supiera qué hacer. Además, me dio la impresión de que me entendía y conocía al detalle mis necesidades. Sus palabras eran contundentes y estaban llenas de vida. Atravesando casi dos mil años, calaron en mi interior; nunca había experimentado nada igual. Cuando llegué a Juan 15:15: «Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre os las he dado a conocer», tuve la impresión de que me hablaba directamente al alma. ¡Jesús me había tratado de amigo! Me emocioné tanto que no pude quedarme quieto. Me entraron ganas de decírselo a todo el mundo.Unos meses antes había orado para pedirle a Jesús que entrara en mi corazón. Si bien se trató de una experiencia conmovedora, fue cuando comencé a leer Sus palabras con una actitud abierta y receptiva que se consumó realmente la transformación en mí. Aparte de la fuerza que comunicaban esas palabras divinas, lo mejor de todo era que iban dirigidas a mí personalmente. Poco a poco fui descubriendo su valor, hasta que tomé conciencia de que Jesús todavía habla a Sus seguidores tan abierta y directamente como platicó con Sus primeros discípulos.Es nuestra esperanza que este número de Conéctate te ayude a establecer un vínculo directo y personal con Jesús, o que sirva para reforzar la relación que ya tienes con Él.
GabrielEn nombre de Conéctate.

miércoles, 25 de agosto de 2010

REVISTA CONECTATE 117 AÑO 2010: Gratitud, Soledad


Hace unos 30 años di con una perla de sabiduría que me ayudó a conservar la cordura. Lo que me asombra ahora es la facilidad con que pude haberla pasado por alto. En aquella época me sentía feliz y realizado. Estaba satisfecho con mi vida y con el rumbo que llevaba. Habría podido considerar que aquellas palabras no se me aplicaban y hacer caso omiso de ellas. Sin embargo, me alegro de no haber reaccionado así. Resulta que mi situación dio un giro inesperado para peor. Perdí mi empleo y la seguridad que me proporcionaba, y estas palabras se convirtieron en mi referente: «Si en lugar de buscar seguridad en otras cosas, la halláramos en la certeza de que Dios nos ama y tiene un designio para cada uno de nosotros, Él nos haría muy felices. A veces, sin embargo, nos sumimos en la desdicha a causa de nuestra propia insatisfacción, porque, a diferencia del apóstol Pablo, no aprendemos a contentarnos cualquiera que sea nuestra situación» *. Claro que no hay que malinterpretar al Apóstol. No significa que debamos dejar de pugnar por ser mejores personas, o adoptar una actitud fatalista cuando las circunstancias en las que nos encontramos no se ajustan a nuestras expectativas. Pero volviendo a mi experiencia de hace 30 años, ese pequeño consejo me hizo comprender que aunque mi realidad cambiara bruscamente, eso no tenía por qué afectar lo más importante de mi vida. Esos trances no alteraban lo que era yo, ni mis principales objetivos, ni el amor de Dios por mí. Entendí que esos aprietos no tenían por qué privarme de la satisfacción de que había gozado antes que todo se viniera abajo. ¿El desenlace? Superé esa mala temporada concentrándome en lo que aún tenía en vez de lamentarme por lo que había perdido, y terminé más dichoso que al principio. Sean cuales sean las dificultades que te agobian en este momento, espero que el presente número de Conéctate te ayude a encontrar perfecta paz interior. GabrielEn nombre de Conéctate

martes, 20 de julio de 2010

REVISTA CONÉCTATE 116 AÑO 2010


NOTA: USAR POR FAVOR EL TRADUCTOR DE PAGINA, GRACIAS.
Few events capture the world's attention like the World Cup does every four years. The 2006 final attracted an estimated television audience of 715 million, and the entire process, including qualifying and elimination rounds, a total of over 26 billion—the equivalent of nearly four views for every person in the world. Even those who normally pay little or no attention to sports are drawn in when Cup results are front-page news.
For us spectators, depending on how closely we follow football (soccer) and how well our team does, the buildup may last a year, the final match a couple of hours, and the celebration a few days. Then we return to our normal lives. But for players, coaches, and others involved at the highest level, the World Cup is a defining moment, the culmination of years of dreaming, planning, sacrificing, and hard work.
It's a defining moment, but it's not the be-all and end-all of their lives, as it must have seemed when they were entirely focused on making it to the World Cup and doing well there. It's really just a milestone, a new beginning. The real tests start now. How will the losers take defeat? Will they give up, or press on and possibly win next time? What opportunities will open for the winners, and how will they handle success? Will they use it to further their football fortunes, or to secure other careers after football, or to promote causes that are important to them? In the months and years to come we'll find out who those big names really are.
And it's much the same for us. We may not be athletes in the world spotlight, but every day is another chance to examine who we really are and decide what we want to be known and remembered for. Every day can be a defining moment, if we make it so. How about you?
Keith PhillipsFor Activated

miércoles, 26 de mayo de 2010

REVISTA CONECTATE 115 de Mayo de 2010. Tema: Resiliencia y Amor


La vida está plagada de problemas: enfermedades, accidentes, aprietos económicos, conflictos familiares, seres queridos que se van… La lista, mejor dicho, es interminable. En esas circunstancias nos asalta la duda: «¿No será todo esto una colosal equivocación? Si Dios realmente es amor, como señala la Biblia en 1 Juan 4:8, y si Él realmente se desvela por nosotros como un padre por sus hijos -tal como consta en varios pasajes de la Escritura-, ¿por qué tanto sufrimiento, tantas dificultades?» Lo primero que hay que comprender es que Dios no tiene la culpa; la causa son las malas decisiones tomadas por nosotros o por otras personas. Si bien Dios no es el causante de nuestras aflicciones, Él permite que nos sobrevengan. Los motivos que tiene para ello son tan diversos como los problemas mismos. A veces se sirve de situaciones de apuro para recordarnos que somos incapaces de hallar la salida y así llevarnos a recurrir a Él. Otras veces permite que nos enfrentemos a dificultades para demostrarnos cuánto nos ama ofreciéndonos una solución providencial. A veces esas cosas ocurren para poner a prueba y fortalecer nuestra fe. Otras, para motivarnos a orar con mayor fervor. A veces acontecen para enseñarnos a ser pacientes y a adoptar una actitud positiva ante los infortunios. Otras, para bajarnos los humos. A veces los sufrimientos nos hacen más prudentes, más precavidos. Otras nos hacen más agradecidos por todo lo bueno que disfrutamos y las pocas desgracias que nos ocurren. A veces nos ayudan a empatizar con las personas que se encuentran en situación similar. En resumidas cuentas, que hay un sinfín de buenas razones por las que tenemos dificultades. Sean cuales sean, Dios siempre quiere que las adversidades redunden en nuestro bien. «Todo contribuye al bien de los que aman a Dios» (Romanos 8:28 (Biblia Didáctica)). Claro que la rapidez y la eficacia con que se cumpla Su buen propósito dependen en buena medida de la cooperación que le prestemos. En este número de Conéctate te explicaremos cómo puedes poner tus recursos espirituales al servicio del Señor y colaborar con Él, a fin de que Él pueda concederte lo mejor que te tiene reservado, aun cuando la situación parezca terriblemente desalentadora.
GabrielEn nombre de Conéctate

domingo, 18 de abril de 2010

REVISTA CONÉCTATE N:114 AÑO:2010 (TEMA:Cielo, Resiliencia)


Si de buenas a primeras te dijeran que eres dueño de una flamante mansión palaciega, ¿te lo creerías? ¿Y si te lo garantizaran con escrituras y documentos? ¿No te morirías de curiosidad por saber dónde está localizada esa lujosa vivienda y qué aspecto y características presenta? ¿No harías indagaciones sobre la vista que tiene, los vecinos, el clima del lugar y todos los detalles habidos y por haber? Es más, ¿no te pondrías a soñar con el día en que por fin te mudaras a semejante mansión? Y ¿cómo crees que esa noticia te afectaría? ¿Alteraría tu escala de prioridades y tu forma de vida? La verdad de las cosas es que alguien —Jesús— te ha prometido una mansión así, y consta por escrito: «En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; voy a preparar lugar para vosotros, para que donde Yo esté, vosotros también estéis» (Juan 14:2,3 (RV95)). Si has aceptado a Jesús, esa vivienda es tuya, sin pago de cuotas ni contribuciones, ni gastos de mantenimiento. «No será verdad tanta belleza», pensarás. Pues te digo que esa es sólo una pequeña parte de la herencia. Al fin y al cabo, ni la más lujosa mansión sirve de mucho si no se tiene buena salud ni se dispone de tiempo para disfrutarla. Dios también tuvo eso en cuenta. «Yo soy la resurrección y la vida —prometió Jesús—. El que cree en Mí, vivirá aunque muera; y todo el que vive y cree en Mí no morirá jamás» (Juan 11:25,26 (NVI)). La oferta incluye vida eterna en un cuerpo glorioso, sobrenatural, inmune a las enfermedades y a la misma muerte (1 Corintios 15:51–54). Se ha dicho que las mejores cosas de esta vida son las que se comparten. Y en la otra será igual. Nos reencontraremos con nuestros seres queridos y amigos para gozar juntos de muchísimas maravillas imaginadas e inimaginables, dones de nuestro Padre celestial, al que la Biblia llama amor (1 Juan 4:8). Este número de Conéctate nos ofrece vislumbres de la esfera celestial. Una vez que te percates de lo que allá nos aguarda, no volverás a ver este mundo con los mismos ojos, te lo aseguro.
Gabriel En nombre de Conéctate

miércoles, 10 de marzo de 2010

REVISTA CONÉCTATE N:113 AÑO 2010 (TEMA: FE, MILAGROS)


¿Has observado que al atravesar un mar de penurias y dificultades unos se quedan a flote y otros se van a pique? ¿Qué distingue a los supervivientes de los que se ahogan? Según he podido constatar, un factor determinante es la fe en el amor de Dios. La persona que es consciente del profundo amor que Dios le profesa tiene la confianza de que Él nunca la abandonará a su suerte, por mucho que se vea envuelta por las olas. A diferencia de los que no creen, no malgasta fuerzas luchando por conservar la cabeza fuera del agua. Tampoco entra en pánico, lo cual sería aún peor, pues se iría al fondo más de prisa. Los buenos nadadores se mantienen a flote sostenidos por su fe y más bien emplean sus energías en llegar a tierra firme. Si te identificas más con los ahogados que con los nadadores, prepárate para el próximo período de zozobras fortaleciendo tu fe en el amor de Dios. El alcance y la profundidad de ese amor superan nuestra comprensión. No obstante, la Biblia lo compara con el amor de un padre por sus hijos. «Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por Sus fieles»(Salmo 103:13 (SM)) . A Dios no le produce ninguna satisfacción vernos en apuros. No pretende complicarnos la vida. Está de nuestro lado, y no desea otra cosa que vernos felices y realizados. Eso no significa que nunca vaya a permitir que sufras contrariedades; pero puedes tener la certeza de que te socorrerá cuando te encuentres con el agua al cuello. Es más, hay un versículo de la Biblia que promete justamente eso: «Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán» (Isaías 43:2). Para aprender a nadar, antes que nada es preciso aprender a flotar. Y para eso, la primera lección consiste en relajarse y no batallar con el agua. Ponte en manos de Dios, recuéstate y deja que Él te sostenga. Practica en aguas poco profundas y estarás preparado para lo que el futuro te depare.

martes, 23 de febrero de 2010

REVISTA CONÉCTATE 112 AÑO 2010


Hay algo que motiva a la mayoría de las personas: el deseo de tener éxito. Independientemente de quiénes seamos y de cuáles puedan ser nuestros objetivos concretos, aspiramos a alcanzar la seguridad y comodidad derivadas del éxito material, así como la satisfacción de que nuestra vida va por buen rumbo y tiene sentido. Si todos perseguimos esencialmente lo mismo, ¿a qué obedece que unos tengan mucho más éxito que otros? Las circunstancias por sí solas no son el factor decisivo: hay quienes triunfan sobreponiéndose a situaciones increíblemente difíciles. El éxito tampoco depende de las dotes naturales: muchas personas dotadas fracasan, mientras que otras que parecen tener mucha menos pasta para triunfar logran mejores resultados. ¿Cuál es, pues, el factor determinante? Algunos expertos afirman que es cuestión de organización, de saber decidir qué es lo más importante, de aprovechar bien el tiempo, etc. Otros sostienen que la clave está en la creatividad, en la motivación, en el esfuerzo, en la concentración o en la capacidad de trabajar armoniosamente con otras personas. En realidad, para multiplicar las posibilidades de éxito hace falta un popurrí de todos estos ingredientes, amén de otros que ni menciono. Alcanzar el éxito —qué duda cabe— tiene sus vericuetos. ¿Quién puede ayudarnos a dar con la receta justa? Pues nadie mejor que el propio Dios. Basta con observar el equilibrio que hay en la creación, desde la partícula más diminuta hasta la galaxia más gigante. ¿Puede haber algo más complejo, eficiente y perdurable? ¿Quién podría tener mejores ideas que Él? ¿Y quién conoce mejor que Él tus necesidades? Lo mejor del caso es que quiere ayudarte a alcanzar el éxito. Dice: «Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza»1. Por tanto, «pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán»2. Con Dios formas un equipo imbatible.
Gabriel En nombre de Conéctate.

lunes, 4 de enero de 2010

REVISTA CONÉCTATE 111 AÑO 2010


En mayor o menor grado, casi todos estamos insatisfechos con nosotros mismos. Pero eso no es necesariamente algo malo. Para hacer progresos es menester cierta medida de insatisfacción. Si queremos desarrollar nuestro potencial es preciso que soñemos con ser más de lo que somos. El problema es que muchos nos quedamos estancados en esa fase. ¿Por qué? Las más de las veces ello obedece a que nos consideramos incapaces de hacer realidad nuestros sueños. Y vale decir que algo de razón tenemos. Algunos cambios los podemos efectuar a fuerza de voluntad o de trabajar más arduamente; por ejemplo, alcanzar una meta más alta en ventas o bajar unos kilos. Pero... ¿qué pasa cuando se trata de cambios más profundos, de transformaciones internas que sabemos que nos harían más felices y nos permitirían ejercer una influencia más positiva en nuestro rinconcito del mundo? Por lo general esos cambios de fondo son los más esquivos. Nos convencemos de que nos falta entereza y fuerza de voluntad, de que tenemos muchos defectos y cometemos infinidad de errores. Nos faltan dedos para contar las veces que hemos fallado. Simplemente no somos capaces, aducimos. Si piensas así, el presente número de Conéctate será un aliento para ti. ¿La solución? Jesús la resumió con palabras de impactante sencillez: «Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios» (Marcus 10:27) La clave está en ponernos en manos de Dios y dejar que Él haga lo imposible por medio de nosotros y a veces a pesar de nosotros. Tenemos nuestras limitaciones, somos débiles, somos incapaces; pero hay un Dios grande, fuerte y muy capaz que está presto a asistirnos. Esas imposibles transformaciones interiores resultan mucho más alcanzables cuando dejamos que Él gobierne nuestros asuntos.
Gabriel En nombre de Conéctate

REVISTA CONÉCTATE 110 AÑO 2009


Para muchos millones de personas esta Navidad tendrá características muy distintas de las de otros años de mayor desahogo. Los que no han sentido de lleno el impacto de la crisis económica mundial están rodeados de personas que sí se han visto duramente afectadas. Los fabricantes, mayoristas y minoristas que dependen del comercio navideño para equilibrar sus cuentas se preparan para afrontar el índice de ventas más bajo en muchos años. Las instituciones benéficas que cuentan con las donaciones navideñas para financiar sus proyectos del año entrante temen tener que hacer recortes sustanciales en sus programas, precisamente ahora que tanta falta hacen. Los que han perdido su empresa se preocupan por el sostenimiento de su familia y las de sus antiguos empleados. Quienes han quedado sin trabajo no ven cómo podrán obsequiar algo a sus hijos esta Navidad. Hacía muchos años que un segmento tan amplio de la población de numerosos países no se veía tan afectado por una crisis generalizada. Sí, esta Navidad muy probablemente será distinta de otras; pero eso no significa que no pueda ser estupenda. La adversidad suele sacar a relucir nuestras mejores cualidades. El mismo efecto tiene la Navidad. Un coctel de estos dos elementos representa una oportunidad única. Es una oportunidad de cribar, es decir, de separar lo que es realmente importante de las nimiedades que suelen monopolizar nuestra atención, especialmente en temporadas como la navideña. Es asimismo una ocasión de abandonar el espíritu consumista que se ha apoderado de la Navidad para concentrarnos en el auténtico motivo por el que la celebramos año tras año. Es también un buen momento para descubrir nuevas formas de expresar cariño a nuestros seres queridos y compadecernos de los que son menos afortunados que nosotros, los cuales siempre abundan. Tal vez no podamos proporcionar ayuda material tan generosamente como otros años, pero no cabe duda de que lo que demos será valorado como nunca. Toda la redacción de Conéctate te desea una gratificante Navidad. ¡Ojalá sea la mejor que has celebrado en la vida!