martes, 16 de marzo de 2010

Relámpagos divinos TEMA:FE. MILAGROS (VIVENCIAS)

De vez en cuando tenemos noticia de algún acontecimiento tan inexplicable que quienes lo vivieron están convencidos de que fue un milagro. Los demás necesitamos fe para creer esos testimonios: fe en que los milagros son posibles y fe en quienes los cuentan. La fe, en todo caso, puede ser muy gratificante. Si creemos que otros han vivido experiencias imposibles, nos resulta más fácil creer que esas experiencias también nos pueden acontecer a nosotros. Dicen que el célebre filósofo y matemático francés Blaise Pascal (1623-1662) llamó a los milagros relámpagos divinos. Un relámpago es el resplandor producido en las nubes por un rayo. Pues bien, nadie duda de los rayos, ¡sobre todo si está en el punto exacto donde cae uno! Son potentísimos y se producen con frecuencia: ocurren unos cien por segundo en diversas partes del planeta. Tengo la certeza de que si hubiera constancia de cada milagro, su número superaría al de los rayos. ¿Por qué? Porque si bien nunca me ha caído un rayo encima, he sido testigo de innumerables relámpagos divinos. Uno de esos milagros ocurrió cuando vivía en Uganda, y está relacionado con otro que le había sucedido a otra persona.
* * * * *
En la fe hay suficiente luz para los que quieren creer y suficiente oscuridad para cegar a quienes no quieren. Blaise Pascal
* * * * * Mi hijo había venido de visita desde el Japón. Su vuelo de regreso era a la mañana siguiente. Mi casa quedaba bastante apartada del aeropuerto, lo que significaba que él tendría que salir a las cuatro de la madrugada. Al darnos cuenta de que no sería fácil encontrar un taxi a esa hora, le pedimos a Dios que nos facilitara uno. Luego nos dirigimos a la carretera principal con la esperanza de detener algún taxi cuyo chofer aceptara recoger a mi hijo a la madrugada siguiente para llevarlo al aeropuerto. Nos encontrábamos a la vera del camino cuando paró un jeep. —¿Necesitan ayuda? —preguntó el conductor. —Gracias, pero no creo que pueda ayudarnos —respondí. Luego, sin querer, le expliqué nuestra situación. —Yo vendré a recogerlo —aseguró el conductor. Pensé: «Quiere ganarse un poco de dinero; pero no me atrevo a hacer un trato con un taxista irregular». —Gracias, pero buscamos un taxi registrado. —No soy taxista. Me llamo George y lo llevaré sin cobrarle. Parecía un hombre honesto. Sentí curiosidad por saber por qué se había detenido y ofrecido a hacernos tan gran favor. Lo invitamos a tomar un café en nuestra casa para conocerlo mejor, y nos contó un milagro que le había sucedido. Años atrás había sido electricista de la principal central eléctrica de la ciudad. Trabajaba con cables de muy alta tensión, por lo que un pequeño error podía costarle la vida. Un día se cometió ese leve error. Por un despiste de un compañero que no accionó cierto interruptor, una descarga de miles de voltios le recorrió el cuerpo. Debería haber muerto instantáneamente, pero por no sé qué inexplicable razón resultó ileso. Todo el mundo aseguró que había sido un milagro. Esa experiencia hizo que se replanteara su vida y enfocara las cosas de otra manera. Añadió: —Procuro no hacer nada sin consultar con Dios. Esta noche estaba mirando la televisión cuando me habló una voz interior que he llegado a reconocer como la de Dios. Me dijo: «Levántate y sal en tu automóvil. Vas a ver a alguien que necesita ayuda». Cuando los vi a un lado de la carretera comprendí que Dios se refería a ustedes. Convencidos ya de su probidad, le dimos efusivamente las gracias por su buena voluntad para llevar a mi hijo al aeropuerto en la madrugada. —Dios me dijo también que llenara el depósito de gasolina —añadió. En Uganda casi nadie llena el tanque de gasolina, porque los ladrones acostumbran sacarla con una manguera de los vehículos estacionados. Pero en ese caso tenía sentido: a las cuatro de la mañana no están abiertas las gasolineras, y nos encontrábamos muy lejos del aeropuerto. A la madrugada siguiente, George llegó a la hora convenida y llevó a mi hijo al aeropuerto. No pidió dinero; al contrario, le entregó un generoso donativo para apoyarlo en sus labores de voluntariado, lo cual fue otra oración respondida. Resultó ser la cantidad exacta que necesitaba para su siguiente proyecto. Algunos pondrán en duda que Dios le salvara la vida a George por medio de un milagro; pero ¿qué se puede decir del insólito encuentro que tuvimos con él en la carretera? Si bien no se trataba de una situación de vida o muerte, eso no hace menos milagrosa la intervención de Dios en respuesta a nuestra oración. Yo creo que cada vez que necesitamos algo es una oportunidad de que Dios obre en nuestro favor. Pide milagros, espéralos, cuenta con ellos, ¡y los verás!
Curtis Peter van Gorder es integrante de La Familia Internacional en la India.

No hay comentarios:

Publicar un comentario