jueves, 19 de mayo de 2011

La búsqueda de la perfección

Joyce Suttin







Recuerdo que de pequeña en una ocasión me fijé en un árbol que me pareció perfecto. Se erguía al fondo de un campo que había detrás de nuestra casa. Casi no podía contener mi entusiasmo cuando corrí hacía él para observarlo de cerca. Sin embargo, cuando me disponía a arrancar hojas perfectas de aquel árbol perfecto, me llevé una de mis primeras decepciones. Al examinarlas detenidamente vi que cada una tenía algún defecto: un raspón, una mancha marrón, una mordedura de insecto. No había una sola que pudiera llevarme a casa y colgar de la pared de mi cuarto como símbolo de perfección.






A cierta distancia una imagen puede parecer perfecta; pero al mirarla de cerca aparecen las imperfecciones. Observamos a un desconocido que pasa conduciendo un flamante auto y nos imaginamos que lleva una vida perfecta, sin reparar en que quizá tiene problemas mucho peores que los nuestros. En la televisión y en las películas vemos imágenes de perfección, ilusiones que se desvanecen cuando se muestran los créditos al final. Una vista panorámica puede parecer perfecta desde lejos; no obstante, cuando nos acercamos descubrimos el lodo y la basura. El mundo se ve mejor sin binoculares ni microscopios.






Buscamos la perfección: personas y situaciones perfectas, relaciones perfectas, felicidad perfecta; pero dado que ninguno de nosotros es perfecto, terminamos desencantados o abatidos. Dios no espera perfección, al menos no según el concepto de ella que tenemos los mortales. No cde que todos podemos mejorar; pero en muchas ocasiones lo que nosotros percibimos como defectos y flaquezas son en realidad pinceladas Suyas, elementos de nuestra idiosincrasia, rasgos positivos aunque no nos lo parezcan. ¿Acaso todas las dificultades son enteramente malas? ¿No se sirve Dios de ellas a veces para encaminarnos mejor?






Dios no nos exige perfección. Lo único que nos pide es que procuremos amarlo a Él y al prójimo1. Cuando obramos así, Su amor nos inspira seguridad, y adquirimos toda una nueva perspectiva de la vida. Nos valoramos más como personas, valoramos las cualidades ajenas y aprendemos a sacar el mejor partido posible de las circunstancias en que nos encontramos. La vida no es perfecta; pero no importa. Dios sabía que así sería mejor.






No hay comentarios:

Publicar un comentario