domingo, 8 de mayo de 2011

REVISTA CONECTATE 127 – Mayo de 2011: Serenidad, Estrés, Fe.

Dos palabras de un extraño bastaron para que la vida de aquella mujer diera un vuelco: «Si supieras…» Se mire por donde se mire, había ido de tumbo en tumbo. Tenía un historial de cinco matrimonios fallidos, y en ese momento convivía con otro hombre. Pero tenía algo en común con la demás gente. Quizás eso era lo que la había llevado a cambiar de compañero como quien cambia de trabajo, de casa o de auto: buscaba algo más. Anhelaba amor, seguridad, aceptación, satisfacción, paz interior. Quería ser feliz, sentirse plena. Si supiera ¿qué?







Si adivinaste que estoy aludiendo al encuentro de Jesús con la samaritana1, ya sabes lo que ella estaba a punto de descubrir. El Hijo de Dios, con quien estaba hablando, la iba a poner en contacto directo con la fuente de todo lo que hasta ese momento había deseado: el propio Dios. La samaritana acogió con agrado las palabras de Jesús; como consecuencia, se obró en ella una transformación. Otros tomaron nota. Una vez más, aquella mujer fue la comidilla del pueblo, solo que en esa ocasión no por sus propios actos, sino por lo que hizo Jesús en su vida.






¿Acaso no buscamos todos lo mismo que ella? Si supiéramos…






Si supiéramos -si de veras supiéramos- cuánto nos ama Dios, nunca nos sentiríamos faltos de cariño. Si supiéramos lo incondicional que es Su amor, jamás nos sentiríamos inseguros. Si supiéramos que nos acepta tal como somos -con nuestros defectos, fallos, manchas y todo-, no nos preocuparíamos tanto del qué dirán. Si supiéramos cuánto aprecia nuestro amor por Él y por los demás, descubriríamos plena satisfacción en la expresión de ese amor. Si supiéramos lo que ha dispuesto para nosotros, no miraríamos con recelo el futuro. Si supiéramos cuánto nos ama tal como somos, no envidiaríamos las cualidades de los demás.






Gabriel






En nombre de Conéctate






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