martes, 23 de febrero de 2010

REVISTA CONÉCTATE 112 AÑO 2010


Hay algo que motiva a la mayoría de las personas: el deseo de tener éxito. Independientemente de quiénes seamos y de cuáles puedan ser nuestros objetivos concretos, aspiramos a alcanzar la seguridad y comodidad derivadas del éxito material, así como la satisfacción de que nuestra vida va por buen rumbo y tiene sentido. Si todos perseguimos esencialmente lo mismo, ¿a qué obedece que unos tengan mucho más éxito que otros? Las circunstancias por sí solas no son el factor decisivo: hay quienes triunfan sobreponiéndose a situaciones increíblemente difíciles. El éxito tampoco depende de las dotes naturales: muchas personas dotadas fracasan, mientras que otras que parecen tener mucha menos pasta para triunfar logran mejores resultados. ¿Cuál es, pues, el factor determinante? Algunos expertos afirman que es cuestión de organización, de saber decidir qué es lo más importante, de aprovechar bien el tiempo, etc. Otros sostienen que la clave está en la creatividad, en la motivación, en el esfuerzo, en la concentración o en la capacidad de trabajar armoniosamente con otras personas. En realidad, para multiplicar las posibilidades de éxito hace falta un popurrí de todos estos ingredientes, amén de otros que ni menciono. Alcanzar el éxito —qué duda cabe— tiene sus vericuetos. ¿Quién puede ayudarnos a dar con la receta justa? Pues nadie mejor que el propio Dios. Basta con observar el equilibrio que hay en la creación, desde la partícula más diminuta hasta la galaxia más gigante. ¿Puede haber algo más complejo, eficiente y perdurable? ¿Quién podría tener mejores ideas que Él? ¿Y quién conoce mejor que Él tus necesidades? Lo mejor del caso es que quiere ayudarte a alcanzar el éxito. Dice: «Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza»1. Por tanto, «pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán»2. Con Dios formas un equipo imbatible.
Gabriel En nombre de Conéctate.

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