sábado, 21 de mayo de 2011

En las malas, alas

En la Capilla Wesley, monumento histórico de Londres, hay un hermoso vitral que lleva la siguiente inscripción: «Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano y me asirá Tu diestra»1.







El hombre siempre ha soñado con tener alas, una forma de elevarse por encima de la tierra y sus pesares. Parece ser algo innato en los seres humanos eso de sentirnos confinados y descontentos en nuestro entorno. Nos convencemos de que más allá -detrás de ese cerro o cruzando tal charco- todo será más fácil, más auspicioso, y seremos más libres.






Hay otro versículo en el que el salmista se hace eco del deseo de alejarse de todo. Dice: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría»2. Pero él conocía el secreto para hallar ese sitio magnífico, apartado del ajetreo cotidiano, y nos lo reveló: «El Señor me sustentaba»3.






Dios sostuvo a David en todas sus dificultades y pruebas y cambió sus cargas por alas. «Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán»4. Cuando acudimos a la Palabra de Dios y aguardamos en oración hasta que Él toca nuestra alma, nos remontamos a esferas de paz y sosiego donde el Señor en verdad «nos sustenta».






Este mundo a diario tira de nosotros hacia abajo; pero también existe una fuerza que nos impulsa hacia arriba, hacia el propio corazón de Dios. Si lees Su Palabra, le abres tu corazón y aguardas a que Él te hable, hallarás todas las fuerzas que necesitas. El problema es que muchas personas intentan arreglárselas por su cuenta, con la esperanza de que de algún modo lograrán superar sus dificultades. Echan a andar antes de tener alas. Pero fíjate en lo que dice ese versículo. Primero uno se renueva; luego puede correr y caminar. ¿Qué posibilidades tiene tu alma si nunca haces una pausa para conectarte con Dios y extraer fuerzas de Él? «Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón»5.






En un instante Dios puede despejar todo lo que nos aflige. Basta una sola aspiración profunda para que nuestro espíritu se renueve. Basta con escuchar unos segundos Sus suaves melodías para que se nos aclaren las ideas. Jesús puede hacer que se esfumen nuestros temores y pesares si tan solo nos tomamos unos instantes de reposo y nos recreamos en esa completa paz que Él nos da cuando nuestro pensamiento persevera en Él y en nadie más6 . 

No hay comentarios:

Publicar un comentario