miércoles, 29 de septiembre de 2010

La curación está a tu alcance


Los milagros no son cosa del ayer. Dios sigue vivo y en perfecto estado, y actúa hoy en día con el mismo poder de siempre entre quienes confían en Él. Dice: «Yo el Señor no cambio» (Malaquías 3:61).Al Dios de toda la creación, obrar una curación no le supone gran cosa. Si es capaz de crear el cuerpo humano, desde luego es capaz de repararlo. Dice: «Yo soy el Señor, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para Mí?» (Jeremías 32:27).Esa es apenas una de las múltiples promesas que hay en la Biblia, promesas que podemos reivindicar y esperar que Él cumpla, promesas que te infundirán fe en la capacidad de Dios de curar sobrenaturalmente. La fe viene poco a poco, a consecuencia de leer y creer la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Se edifica sobre el cimiento de la Palabra. Por eso, léela con oración y pide a Dios que fortalezca tu fe.Dios no sólo es capaz de curarnos, sino que está deseoso hacerlo. Cuando un pobre leproso se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme», Jesús extendió la mano y tocándolo le dijo: «Quiero; sé limpio». Y al instante su lepra desapareció (Mateo 8:2,3). Él está más deseoso de dar que nosotros de recibir. Lo único que nos pide es que lo honremos con nuestra fe, creyendo Su Palabra y Sus promesas.La fuerza de nuestras oracionesLa oración es muy eficaz. Cuando oramos, se producen cambios. Dios responde a nuestras plegarias. Él promete: «Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré» (Juan 14:14), y la Biblia también dice: «No negará ningún bien a los que andan en integridad» (Salmo 84:11). Tienes a tu favor todas las promesas de la Biblia, «preciosas y grandísimas promesas» (2 Pedro 1:4). Por eso, cuando le pidas a Dios que te sane o cualquier otra cosa, preséntaselas para recordárselas. Al hacerlo estarás declarando categóricamente tu fe, lo cual a Dios le agrada.Generalmente no ves la bendición —en este caso, la curación— en el instante en que comienzas a rezar por ella. Cuentas con las promesas de Su Palabra; pero ¿cómo sabes que las va a cumplir? Tienes que ponerlas a prueba. Tienes que instar a Dios a manifestar Su poder. Él hasta llega a decirnos: «Mandadme acerca de la obra de Mis manos» (Isaías 45:11). Hazle cumplir Su Palabra. Exígele que te responda y cuenta con que lo hará. Lo ha prometido. Deposita tu fe en el Señor e invoca pasajes de las Escrituras. Dios está obligado a cumplir Su Palabra. Así que recuérdasela, aférrate a Sus promesas, apréndetelas de memoria y recítalas en todo momento. No dudes ni por un instante que Dios va a responder, y lo hará. Tiene que hacerlo. Quiere hacerlo. Confía en Él.Jesús dice: «Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11:24). «Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Juan 5:14,15). Lo único que tenemos que hacer es creer Sus promesas y orar, contando con que nos responderá.La «prueba de la fe»Uno de los factores más importantes para la sanación es la fe, la certidumbre de que Dios nos ama, se preocupa por nuestra salud y felicidad y nos cuidará pase lo que pase. Antes de curarnos, Dios suele poner a prueba nuestra fe: quiere ver si vamos a creer Sus promesas y seguir amándolo y confiando en Él aunque nos parezca que no nos vamos a curar nunca. ¿Por qué habría de premiarnos con la sanación si nosotros no lo honramos con nuestra fe?Las enfermedades crónicas pueden constituir una fuerte prueba. Lamentablemente, a veces nos llevan a resentirnos y quejarnos, y hasta nos inducen a guardarle rencor a Dios si Él no nos cura como quisiéramos o como consideramos que debería hacerlo. «No me quiere, no se preocupa por mí, porque no me sana». Esa reacción denota una falta total de fe, y «sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11:6).Dios puede y quiere curarnos, pero primero debemos desear lo que Él quiere y lo que Él sabe que es mejor para nosotros, sin reservas. También debemos rectificar los problemas espirituales o físicos que puedan estar afectando la situación. Luego podemos orar y encomendarnos por completo a Dios. Así seguro que obtendremos resultados.

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