miércoles, 17 de febrero de 2010

Dalo todo


Yo diría que se puede clasificar a la mayoría de las personas en tres grupos generales según su grado de dedicación, iniciativa, ética de trabajo y capacidad de alcanzar objetivos: los que dan lo menos posible, los que miden lo que dan y los que lo dan todo. Los primeros hacen lo mínimo que se les permite. Los segundos solo se esfuerzan lo justo para mantener el statu quo. Los terceros, en cambio, están dispuestos a dar todo de sí y se concentran en reducir la distancia que los separa de la meta aunque sepan que eso les demandará tiempo y energías. La crema y nata son los que lo dan todo. Toman la iniciativa, son proactivos, y son los primeros en atender a una necesidad o adaptarse a circunstancias cambiantes. Se esfuerzan al máximo en todo lo que emprenden. No es de sorprenderse, pues, que ese tipo de personas generalmente tenga más éxito que sus colegas menos entregados. No existe una fórmula sencilla para darlo todo, pero sí algunos principios que se aplican casi universalmente.
Trabajar bastantes horas Darlo todo significa no mirar el reloj. Hay que estar dispuesto a trabajar arduamente —dentro de límites prudenciales, claro— y en muchas ocasiones en condiciones que distan mucho de ser ideales. El rey Salomón de la Antigüedad —que desde luego manifestó mucho empeño en lo referente a realizar grandes construcciones, adquirir sabiduría y, quizá menos criteriosamente, acumular esposas y concubinas— lo expresó de la siguiente manera: «El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada»1, y: «El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará»2. Es crucial encontrar un término medio. La meta no es volverse trabajólico. No obstante, si queremos lograr el máximo de resultados en cualquier emprendimiento, es lógico que tengamos que hacer algo más que un esfuerzo mínimo.
Ética de trabajo y autodisciplina Si queremos llegar lo más lejos posible es de capital importancia que tengamos una buena ética y unos buenos hábitos de trabajo y que seamos disciplinados. Debemos buscar oportunidades de renovar nuestro compromiso con la excelencia, exigiéndonos más con el objeto de superarnos y progresar. Entre los buenos hábitos de trabajo está planificar, jerarquizar las tareas, delegar con buen criterio, aprender de nuestros errores y tener una actitud flexible. Debemos fijarnos objetivos. Las personas que se destacan se sienten impulsadas a lograr un desempeño que esté por encima de la media y se dan cuentan de que para eso hay que hacer sacrificios.
Compartir la carga Los que logran más, trabajan mucho; pero son conscientes de que por sí solos no obtendrán el mejor resultado posible y tienen la dosis necesaria de humildad para pedir ayuda. Reconocen la capacidad y las posibilidades de los demás, delegan lo que pueden y procuran incentivar a sus compañeros de trabajo para que ellos también se esfuercen por hacer lo más posible. Además, si son avispados comparten la carga con Dios, dejándolo participar en cada fase de sus emprendimientos. Saben que la inspiración, la agudeza y las fuerzas que aporta Dios les permiten llegar mucho más lejos. Creen en la eficacia de la oración y entienden que Dios puede ayudarlos a alcanzar sus objetivos, aun —y sobre todo— cuando ellos no tienen control sobre las circunstancias. Le piden Su bendición antes de dar ningún paso, siguen Sus indicaciones y confían en que Él hará lo que está fuera del alcance de ellos.
Dejar lo cómodo Para destacarse hay que estar dispuesto a soportar algunas incomodidades. Si solo hacemos lo que siempre hemos hecho y de la misma forma, no cabe esperar mejores resultados. Para lograr más, tenemos que extendernos más, o en otra dirección. Es preciso que exploremos ideas nuevas y cultivemos nuevas habilidades. Es fácil caer en una rutina y dormirse sobre los laureles. Sin embargo, los que dejan huella siempre están a la búsqueda de algo que suponga un nuevo reto, una nueva oportunidad, una nueva forma de romper moldes. Cuando lo encuentran, lo prueban.
Trabajar en equipo Darlo todo es buscar formas de servir al bien común; no solo de hacer nuestro trabajo, sino también de ayudar a los demás a cumplir con el suyo. Al conducirnos de esa forma generamos un espíritu de trabajo en equipo, que a la larga optimiza nuestros propios esfuerzos y hace que los demás estén más dispuestos a echarnos una mano cuando nos vemos en una necesidad.
Cuidar la salud La buena salud mejora la productividad; el estrés, en cambio, la reduce. Por eso, procurar mantenerse en buenas condiciones físicas constituye una buena inversión. Come y descansa bien, haz ejercicio y tómate tiempo para relajarte y reflexionar.
Agradecerle a Dios todo lo bueno Aunque te esfuerces por seguir el credo de dar lo mejor de ti mismo, no siempre puedes esperar grandes resultados de entrada; pero sí puedes contar con hacer progresos. Cobra ánimo y siéntete agradecido por el terreno ganado en vez de pensar solamente en lo que te falta por hacer.
Ronan Keane es integrante de La Familia Internacional y redactor de la revista Conéctate.

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