miércoles, 2 de diciembre de 2009

Vida sana


Conservar la salud requiere esfuerzo; no es algo que se da por sí solo. Hay que abocarse a ello. Generalmente supone algún sacrificio, replantearnos nuestro orden de prioridades y renunciar a ciertos placeres que nos pueden resultar perjudiciales. La buena salud a largo plazo exige una inversión a largo plazo; pero es lo más juicioso que se puede hacer. Mejor es ocuparnos un poco cada día en robustecer el organismo que despreocuparnos de ello y acarrearnos trastornos más o menos graves. En lo que a salud se refiere —al igual que en muchos otros aspectos de la vida—, Dios no hace por nosotros lo que podemos y debemos hacer nosotros. Él cuenta con que resguardemos nuestra salud y normalmente no nos libra de las consecuencias negativas que sufrimos cuando, pudiendo escoger, optamos por lo menos sano.Principios esenciales Todos los días edificamos o derrumbamos nuestra salud con las pequeñas decisiones que tomamos. Cada día realizamos inconscientemente un sinnúmero de acciones que no solo afectan nuestro estado de salud presente, sino nuestra fortaleza física y defensas a largo plazo. Felizmente, Dios ha establecido preceptos muy claros para conservar la salud, los cuales se pueden clasificar en tres grupos principales: espirituales, emocionales y físicos. En lo espiritual debemos vivir en armonía con el Señor, descubrir el plan que Él tiene para nosotros, y seguirlo. En lo emocional debemos tener una actitud positiva, la cual reduce el estrés, la ansiedad, la angustia y otras emociones negativas que inciden en nuestra salud y felicidad. Y los preceptos físicos pueden resumirse en este sencillo axioma: «Comer bien, descansar bien y hacer buen ejercicio». Algunos especialistas consideran que esos son los tres pilares del cuidado físico de la salud. Comer bien se reduce a seguir unas pocas pautas relativamente simples (v. Receta para comer bien en la página 8). Eso sí, será sencillo, pero no siempre fácil. Aunque modificar malos hábitos alimenticios requiere determinación y planificación, es impresionante lo rápido que se le despierta a uno el apetito por las comidas sanas y pierde el gusto por las malsanas. Dormir bien puede parecer muy fácil, pero hoy en día mucha gente trata de desempeñarse con déficit de sueño. Si bien es cierto que algunas personas necesitan dormir menos que otras y que la mayoría de la gente duerme menos conforme envejece, las presiones reales y percibidas de la vida moderna impulsan a muchos a llevar una vida ajetreada a costa de dormir menos de las siete u ocho horas que el organismo nos pide para gozar de óptima salud. Es un contrasentido, pues cuando hemos descansado bien aprovechamos mejor las horas en que estamos despiertos. Un sueño profundo, pleno y reparador estimula la segregación de hormonas que combaten el envejecimiento.Las personas que no tienen por costumbre hacer ejercicio regularmente tienden a minimizar ese aspecto de su vida. Es más difícil hacer caso omiso de la necesidad de dormir, porque los efectos se sienten de inmediato. En cambio, las consecuencias negativas de la falta de ejercicio son parecidas a las de una alimentación deficiente: tardan más en hacerse patentes, pero tarde o temprano se manifiestan. El ejercicio es lo que nos mantiene activos físicamente y da oportunidad al organismo de desintoxicarse y repararse. Además fortalece los músculos, huesos y órganos internos, y estimula nuestro sistema inmunológico. Prácticamente no hay célula del organismo que no se beneficie cuando uno hace ejercicio debidamente y con regularidad.

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