jueves, 3 de diciembre de 2009

Mi hijo de dos años, el osito y Jesús


Le había pedido a Dios que mi hijo Denith estableciera una estrecha relación personal con Jesús desde pequeño, aprovechando que a los dos años los niños tienen mucha fe y mucha capacidad para creer. Oré para que no solo lograra comprender que Jesús es su Salvador, sino que viera en Él un amigo muy querido, pues Él desea que todos tengamos una amistad así con Él. Yo quería que Denith percibiera el Espíritu de Dios y escuchara Su voz. Una noche ocurrió algo extraordinario que me animó y me convenció para enseñar a mi hijo a escuchar la voz de Jesús. Resulta que a Denith le habían regalado cuando era un bebé un oso de peluche. Lo llamaba Teddy y le tenía mucho cariño. A donde quiera que iba Denith —al jardín de infantes, a almorzar o al supermercado—, Teddy lo acompañaba. Un día el osito se hizo humo, y no lo encontrábamos por ninguna parte. Estuvimos tres días buscándolo por toda la casa. Hasta saqué las cosas que tenía guardadas debajo de la cama, no fuera a ser que Teddy se hubiera caído por detrás. La tercera noche, cuando estaba acostando a Leilani (de 9 meses) y a Denith, y ya había apagado la luz y todos estábamos arropados en la cama listos para hacer una oración, Denith preguntó: —Mamá, ¿dónde está Teddy? —Mi cielo —le respondí—, Teddy se ha perdido. Tenemos que buscarlo de día, cuando hay luz. Ahora está oscuro, y no se ve nada. ¿Quieres que le pidamos a Jesús que le dé una buena noche a Teddy, y que esté calentito y cómodo y duerma bien? —Mamá, ¿dónde está Jesús? —preguntó Denith. —En tu corazón —le respondí—. También está en el mío y alrededor de nosotros. Cuando le hablas, Él te oye; y si prestas atención, tú también lo oirás cuando te hable. Inmediatamente Denith preguntó en voz alta: —Jesús, ¿dónde está Teddy? Después de una breve pausa Denith exclamó emocionado, pero con mucha seguridad y naturalidad: —Mamá, ¡Teddy está en la cuna! Me quedé electrizada. Sabía que mi hijo había oído la respuesta de Jesús. Sin vacilar ni un instante, busqué entre los juguetes y peluches que había en la cuna de la nena. En efecto, debajo de los otros juguetes estaba Teddy. Me conmovió que Jesús hubiera sido tan amoroso con Denith. Premió su fe respondiéndole claramente. Para mí fue una buena oportunidad de enseñarle que, aunque su madre y otras personas le fallen —no encontrábamos a Teddy—, Jesús siempre tiene la solución.Becky Hayes es misionera de La Familia Internacional en Chile.

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