martes, 1 de diciembre de 2009

Fenómeno de la resurrección




Preguntará alguno: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?» Lo que siembras no vuelve a la vida si antes no muere. No plantas el cuerpo que luego ha de nacer, sino el grano desnudo, sea de trigo o de algún otro grano. Pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada semilla le da un cuerpo propio. Así también sucede con la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Existe un cuerpo animal y existe un cuerpo espiritual. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «Sorbida es la muerte en victoria». ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria? Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. El apóstol Pablo (1 Corintios 15:35-38, 42-44, 50-55, 57)

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