martes, 1 de diciembre de 2009

Relajación de cuerpo y alma





Ejercicio espiritual«Guarda silencio ante el Señor y espera en Él» (Salmo 37:7). Cualquier peso, por muy liviano que parezca inicialmente, puede desgastarte si cargas con él durante un tiempo prolongado. Eso es cierto en el plano físico, mental, emocional y espiritual. Por eso es tan importante tomarse unos minutos de vez en cuando para reposar y renovarse espiritualmente. Hasta Jesús tenía que hacerlo. Cuando no se sentía capaz de hacer frente a las exigencias de Su trabajo entre las multitudes, se retiraba a un lugar apartado y comulgaba con Su Padre en oración (Mateo 14:23; Marcos 1:35; 6:46; Lucas 6:12). Él nos recomienda que hagamos lo mismo y nos promete estupendos resultados. «Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, [...] y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28,29). El siguiente ejercicio puede ayudarte a reposar en el espíritu. Acuéstate en un sitio cómodo y libre de distracciones. Una luz tenue y una música suave pueden contribuir a crear un ambiente distendido. Dale gracias a Jesús por ayudarte a reducir la marcha, a serenarte mentalmente, a despojarte de tus preocupaciones e inquietudes, por darte paz celestial y una sensación de bienestar general, por renovarte física, mental y espiritualmente. Permanece inmóvil un rato y concéntrate en relajar los dedos de los pies. Cuando lo hayas conseguido, concéntrate en el resto de los pies. Pasa luego a los tobillos, las pantorrillas, las rodillas, etc. Enseguida haz lo mismo con los brazos, comenzando por las puntas de los dedos. A continuación, pasa a tu rostro, cuello y torso. Concéntrate en cada parte de tu cuerpo hasta que esté completamente relajada. Cuando hayas terminado de relajar la totalidad de tu cuerpo, imagínate que Jesús pone en pausa el resto del universo para prestarte atención a ti exclusivamente. Imagínate que te libra de las cargas que llevas, que las echa sobre Sus propios hombros y luego te toma en brazos. Disfruta de esa sensación de ingravidez, despreocupación y distensión. Culmina tu breve retiro dando gracias al Señor por ese rato de reposo celestial y pidiéndole que te ayude a conservar ese espíritu de paz y serenidad una vez que retornes al trabajo.

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