domingo, 8 de noviembre de 2009

Una causa más noble


Hace poco conocí a Ernesto, un cubano que combatió en la guerra civil de Angola a fines de los años 70 y principios de los 80. Todavía llevaba una carga de conciencia por lo que hizo en aquel conflicto sangriento; al mismo tiempo, no veía por qué otro medio habría podido lograrse aquel objetivo. —Jesús fue un revolucionario —le dije—. Ganó a millones a Su causa en un país tras otro, todo ello sin alzar una sola espada ni efectuar un disparo. Él conquista el corazón de los seres humanos por medio del amor. Luego de conversar un rato, pregunté a Ernesto si quería conocer al hombre cuya vida fue un modelo de amor. Accedió y oró conmigo para aceptar a Jesús. Al día siguiente, cuando fui a verlo a su lugar de trabajo, estaba radiante. —Algo me está sucediendo que no logro explicar —me dijo. —No hace falta que lo entiendas todo de entrada —le respondí—. Con tal de que sigas creyendo que Jesús transformará tu vida, lo hará. El pobre Ernesto todavía se devanaba los sesos tratando de entender cómo encajaban los ideales comunistas que le habían enseñado toda la vida con la fe que acababa de abrazar. Además de lo relativo al aspecto filosófico, simplemente no sabía si llegaría a convertirse en un buen cristiano. Pensaba que tarde o temprano sucumbiría. —Se pasa por un proceso de maduración —le aseguré—. No tienes más que regar tu brote de fe con la Palabra de Dios —le había regalado un Nuevo Testamento en español, que ya había empezado a leer—, y tu vida se irá transformando poco a poco. También le di una videocinta de la película Jesús, la cual mostró a todos los niños del edificio de apartamentos donde vive. Al día siguiente me llamó por teléfono para contarme lo fascinados que estaban con el mensaje de la película. Se había obrado un cambio pasmoso en él. Había hallado el amor, el perdón y una causa más noble.

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