domingo, 29 de noviembre de 2009

Un día estupendo para Beverly


Si el propósito de esta vida es aprender a amar a Dios y al prójimo, sin duda que Beverly se graduó con honores. Hace varios años, cuando falleció, perdí a una gran amiga; no obstante, su modo de vida fue ejemplar para mí. Me enseñó a ser optimista y a priorizar lo que es verdaderamente importante. No era infrecuente que me llamara más o menos a la hora de cenar para contarme todas las cosas primorosas que Dios había hecho por ella ese día. Sin embargo, hubo una llamada en particular que me causó una profunda impresión. —Hola… Ah, Beverly, ¿cómo estás? —¡Súper bien! ¡Tuve un día estupendo! —Cuéntame. —Pues iba camino de una entrevista para un empleo cuando tuve un accidente. —Y ¿qué tiene eso de estupendo! ¿Estás bien? —Me han puesto un collarín y me han dado calmantes, pero estoy bien. Solo sufrí una lesión cervical, gracias al Señor. Pudo haber sido mucho peor. —Beverly, lo siento mucho. A la hora de la cena, cuando esté con Dan y los chicos, rezaremos por ti. ¿Hay algo más que podamos hacer? —Gracias por rezar. ¡Me vendrá de perlas! Estoy segura de que el Señor lo permitió por algún motivo, aunque mi auto quedó destruido, inservible. —¡No me digas! ¡Uy, espero que el seguro te lo cubra! —En realidad fue culpa mía, y mi póliza tiene un deducible de 500 dólares. Me imagino, pues, que voy a estar tomando el bus por algún tiempo, sobre todo para ir a entrevistas de trabajo. No llegué a la de hoy, así que voy a tener que seguir buscando. —Oye, pues a mí no me parece en absoluto que hayas tenido un día estupendo. —Es que le hablé de Jesús al chofer de la grúa, y me escuchó muy atentamente. Lo mismo sucedió con la enfermera del hospital. Está interesada en estudiar la Biblia. Lo mejor de todo fue cuando fui a ver al mecánico. Me dijo que mi auto estaba irreparable, pero entonces nos pusimos a hablar de Dios y Su bondad. Aunque tiene muchos problemas, se puso muy contento al darse cuenta de que Jesús se interesa por él y quiere ayudarlo. Cuando oró conmigo para aceptar al Señor en su corazón, se echó a llorar. Así que, a pesar del accidente y de todo lo que implica, hoy conocí a tres personas muy valiosas que probablemente no hubiera conocido de otra manera, y una de ellas aceptó a Jesús. ¡Por eso reafirmo que fue un día estupendo! ¿Qué podía decirle? Sin siquiera proponérselo, Beverly me había ayudado a ver mis problemas en su justa dimensión y me había recordado que el camino más seguro para alcanzar la felicidad es trabajar por la felicidad ajena.P.D.: La lesión de Beverly sanó bien. Volvió a ver al operario de la grúa y a la enfermera, y ambos oraron con ella para aceptar a Jesús como su Salvador. Unos días después del accidente conoció a un hombre que quedó tan impresionado con su fe y su optimismo que le regaló un auto usado, mejor que el que había echado a perder.Joyce Suttin es miembro de La Familia Internacional en los Estados Unidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario