jueves, 12 de noviembre de 2009

Todo lo que tienes aprecia


Esta mañana el Señor me hizo repasar toda mi vida para que viera cómo me ha bendecido y me ha cuidado. Como en esas experiencias en que se llega al borde de la muerte, en un instante vi una panorámica de toda mi vida, solo que sin necesidad de morir. Empezó prácticamente desde que era un nene. Contemplé todas las cosas extraordinarias que el Señor hizo particularmente para mí, experiencias, logros y promesas cumplidas. El Señor me recordó cómo me cuidó y me bendijo y me ayudó a ser una bendición para otras personas. Diríase que me hizo repasar toda mi vida para que apreciara más lo que tengo y me diera cuenta de que las cosas no están tan mal como a veces parece. El Diablo no me recrimina por lo que he llevado a cabo; más bien por lo que no he hecho, por lo que habría podido o debido hacer y no hice. Saca a colación todas mis falencias y defectos. Es el acusador de los santos (Apocalipsis 12:9-10). Se dedica a criticar cada cosita y buscar fallos, como hacían con Jesús los escribas y fariseos; lo seguían por todos lados para señalarle cada pequeñez que hacía que según ellos estaba mal. Seguro que los inspiraba el propio Diablo. Jesús revelaba grandes verdades y obraba grandes milagros. Sanó a miles y alimentó a más miles aún. Enseñó cosas prodigiosas y predicó unas parábolas bellísimas y de gran profundidad espiritual. Sin embargo, ¿lo elogiaron acaso y dieron gracias a Dios por todo el bien que hizo? ¿Qué hicieron, por ejemplo, cuando sanó a un cojo, cuando liberó a un endemoniado y en otras múltiples ocasiones? Procuraron encontrar algún fallo, algún defecto (Mateo 12:10-14,22-24; Marcos 7:1-3; Lucas 11:54; 23:2,14; Juan 8:3-6.) El Diablo nos molesta y nos critica continuamente. Trata de inquietarnos con nimiedades. Así hizo con Job, con otros y conmigo mismo esta mañana: «¿Qué me dices de esto y de lo otro? ¿Cómo es que no hiciste eso? ¿Por qué no te pones a trabajar? Fíjate en todo lo que podrías estar haciendo en vez de quedarte sentado sin hacer nada». En ese momento yo me encontraba orando y hablando con el Señor. Pero el Diablo pretendía interferir, molestar e interrumpir mi rato de oración y comunión con Jesús. No obstante, el Señor sabía exactamente lo que yo necesitaba. Me llevó a hacer un repaso de mi vida en imágenes, me mostró todas las cosas por las que debiera sentirme agradecido en vez de dejar que el Diablo me tiente a dudar y quejarme. El ver cuánto me ha protegido el Señor, cómo ha provisto para mis necesidades y se ha valido de mí, fue una experiencia estupenda. El Señor le pegó una bofetada al Diablo al mostrarnos en imágenes —tanto a él como a mí— todo lo que había hecho por mí y lo que me había ayudado a hacer por los demás. Satanás tuvo salir con el rabo entre las patas, no pudiendo negar que todo aquello era verdad. Todas esas dudas, temores y acusaciones que me lanzaba eran mentiras descaradas, o cuestiones tan insignificantes que en realidad, aunque fueran ciertas, no tenían ninguna importancia. Se proponía encontrar una grieta en mi armadura, algún resquicio, algún talón de Aquiles o punto débil, para luego exagerarlo y desorbitarlo a fin de que me desanimara conmigo mismo. Pero doy gracias al Señor: Él es el antídoto. Jesús siempre hace referencia a las cosas buenas. Ese es el secreto. Cuando el Diablo se abata sobre ti con sus oscuras acusaciones contra tu persona o contra los demás, deja entrar la luz. Reprende al Diablo y más bien piensa en lo positivo. Ten presente en todo momento lo bueno. Cuando yo era joven, a veces escuchaba una canción en la radio que tenía un mensaje negativo o un mal espíritu, y el Diablo trataba de abatirme recordándomela constantemente. ¿Qué hacía entonces? Una de dos: o me ponía a escuchar música buena o, si estaba en un lugar donde podía hacerlo, me ponía a cantar una canción edificante. Hay que pelear decididamente contra el Diablo, atacarlo y apabullarlo. Cuando dejamos entrar la luz, la oscuridad se desvanece. No hay espacio para ambas. Basta con tomar una actitud positiva, hacer un esfuerzo por rechazar al Enemigo de nuestra alma y pensar en cosas buenas y positivas en vez de rumiar lo malo. Repite pasajes de las Escrituras, canta canciones acerca del Señor, ora. Es imposible hacer eso y al mismo tiempo dar lugar a malos pensamientos. Jesús siempre sale vencedor. Pero tenemos que poner de nuestra parte resistiendo combativamente al Diablo. Hay que adoptar una actitud resuelta y atacar. Así se consigue hacer huir al Diablo cada vez. Canta o repite versículos en voz alta. Eso disipa los temores y las dudas. Piensa positivamente de los demás: así se apartan las pequeñas críticas que el Diablo nos invita a albergar sobre otras personas. No te quedes cruzado de brazos, haz algo. Actúa con resolución. El Diablo no puede resistirse a la Palabra de Dios. Esa es una de las armas más contundentes que podemos esgrimir contra él. Si le citamos las Escrituras, se queda sin poder replicar. Con Jesús tergiversó la Escritura y la empleó para atacarlo; pero Jesús hizo añicos sus argumentos aplicando correctamente otros versículos (Mateo 4:1-11). Si leemos y estudiamos la Biblia como es debido, el Señor nos recordará versículos pertinentes cuando los necesitemos (Juan 14:26). Siempre habrá cosas que podríamos haber hecho o que nos gustaría no haber hecho. Siempre habrá pequeñeces —negligencias, omisiones, errores, faltas o malos hábitos— que el Diablo puede echarnos en cara. Sin duda, eso es lo que se propone. Anda siempre empeñado en eso. No obstante, podemos rechazar sus acusaciones haciendo cosas positivas. Invoca versículos que rebatan la mentira. Alaba al Señor y dale las gracias por todas las bendiciones que te ha dado y todo lo que contradiga los cuentos y artificios del Diablo. Haz algo positivo con las manos, los ojos, los oídos. Aprecia todo lo que tienes. Llénate la mente y el corazón de cosas positivas y dilas en voz alta. Ahuyenta al Diablo y todas sus sombras simplemente dejando entrar la luz, la contundente luz de las Escrituras, la Palabra, la oración, la alabanza, las canciones, cualquier cosa que puedas hacer para ocupar por completo tu mente con pensamientos positivos. Ocúpate ayudando a alguien. Es semejante a una terapia de trabajo, una terapia a base de oración y alabanza, de versos bíblicos, de himnos. Eso es lo que ahuyenta al Diablo. También es aconsejable visualizar a Jesús, pensar en Él y hablarle. La Biblia promete: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera» (Isaías 26:3). Cuando pensamos en el Señor y tenemos nuestra conciencia centrada en Él, el Diablo y todas sus dudas, mentiras y temores quedan relegados a la periferia. A Satanás no le gustan nada las Escrituras. Detesta la alabanza, la acción de gracias y las canciones que hablan de la bondad del Señor. Sobre todo detesta la labor positiva que realizamos para Él. Haz algo positivo. Haz algo bueno. Considérate afortunado, aprecia lo que tienes y pon al Diablo en retirada. Vendrá el Enemigo [el Diablo] como río, mas el Espíritu del Señor levantará bandera contra él (Isaías 59:19b). A ti te daré las llaves del reino de los Cielos; y todo lo que atares en la Tierra será atado en los Cielos; y todo lo que desatares en la Tierra será desatado en los Cielos (Mateo 16:19). He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del Enemigo, y nada os dañará (Lucas 10:19). El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies (Romanos 16:20a). Resistid al Diablo, y huirá de vosotros (Santiago 4:7b). Mayor es el que está en vosotros [Jesús] que el que está en el mundo [el Diablo] (1 Juan 4:4b).

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