lunes, 30 de noviembre de 2009

Sin lluvia no hay arco iris


En la vida hay muchas cosas normales y naturales que unos consideran de lo más positivas y que para otros son una molestia. Por poner un ejemplo sencillo, pensemos en un día de lluvia. Hay quienes se quejan de que llueva, mientras que a otros puede parecerles que viene de perlas para regar los cultivos o el pasto. Sucesos que para algunos son como venidos del Cielo y gran motivo de alegría —pongamos por caso una mudanza— para otros son causa de disgusto y contrariedad. Cualquier cosa puede llegar a generar resentimiento, hasta hechos que no son intrínsecamente malos o que para otras personas resultan halagüeños. En muchos casos depende de cómo se tome uno los acontecimientos y las circunstancias.Por otra parte, no todo es cuestión de la apreciación personal de cada uno. Hay cosas que indiscutiblemente no son buenas ni deseables en el plano natural, como por ejemplo un impedimento físico, un accidente de tránsito o el incendio de una casa. Si tienes un defecto físico, es lógico que te haya causado mucha pena. No es algo imaginario, y es muy comprensible que te deprima; no obstante, aun nuestras discapacidades pueden conducirnos a una vida más plena. Pueden ser como trampolines para nosotros y servirnos para llegar más alto.Todos tenemos algo que podría entorpecernos e incapacitarnos tremendamente si permitiéramos que nos hundiera. Lo estupendo del caso, sin embargo, es que el Señor nos ha concedido un medio de sobreponernos a ello. Más aún, eso es precisamente lo que espera que hagamos. En vista de que contamos con Su ayuda, las circunstancias no tienen por qué determinar nuestra conducta.Desde luego que no tenemos por qué vivir limitados emocional, mental o espiritualmente a causa de los lastres del pasado reciente o remoto. Es más, el Señor permite que nos sobrevengan problemas para que luchemos por superarlos y así nos volvamos más fuertes. En vez de tomar las adversidades y experiencias negativas como vivencias sombrías y terribles desventajas, podemos sacarles partido para mejorar nuestra vida y la de los demás.No hay más que recordar la cantidad de personas que, a lo largo de la Historia, remontaron obstáculos aparentemente insalvables y alcanzaron la grandeza. Tuvieron que esforzarse mucho por superar esos impedimentos, y así se fortalecieron. En vez de quejarse del trago amargo que les había tocado en suerte, se propusieron endulzarlo. Gracias a esas aparentes desventajas, llegaron más lejos de lo que habrían podido sin ellas.Estar sordo como una tapia no le impidió a Beethoven componer algunas de las obras musicales más bellas que se hayan escrito. Edison también estaba sordo cuando inventó el fonógrafo. Alejandro Magno era jorobado. Homero fue un trovador ciego. Cervantes quedó manco después de la batalla de Lepanto. Renoir pintó algunas de sus mejores obras con los dedos torcidos por el reumatismo y el pincel atado a la mano. Händel estaba paralítico del lado derecho cuando compuso su obra maestra, el coro Aleluya de El Mesías.Suele suceder que quienes han afrontado dificultades y las han superado luego son capaces de infundir en muchas otras personas el valor y la fe necesarios para vencer dificultades similares. Su ejemplo es prueba de que es posible sobreponerse a situaciones de cariz imposible.De no haber sido ciega y sorda desde la infancia, Helen Keller jamás habría tenido oportunidad de dar el aliciente que dio —y sigue dando— a millones de personas. De no ser por sus limitaciones, jamás habría dicho: «Doy gracias a Dios por mis defectos físicos, porque gracias a ellos me encontré a mí misma, descubrí mi vocación y conocí a Dios».Booker Washington nació esclavo; pero después de trabajar arduamente en las minas de carbón y de sal llegó a ser educador y portavoz de los afroamericanos, y fundó una universidad para la gente joven de su raza.Jerome K. Jerome perdió a su padre cuando tenía 12 años, y a los 14 tuvo que ponerse a trabajar para mantener a su madre y a su hermana. Al morir su madre sufrió aún más penurias, pero terminó por convertirse en escritor. Y no de relatos tristes, sino de libros de humor. Él, que tantas dificultades tuvo en sus primeros años, afirmó: «Lo que nos hace fuertes no es la victoria, sino la lucha».Los problemas y los contratiempos nos hacen muchísimo bien. Si no tuviéramos necesidad de vencer ninguna dificultad, nos sentiríamos muy satisfechos y deambularíamos por la vida con indiferencia. No adquiriríamos la firmeza de carácter que nos confiere la superación de obstáculos. No veríamos la belleza que muchas veces produce el sufrimiento en nuestra vida. No valoraríamos tanto a nuestros seres queridos, ni reconoceríamos como amigos verdaderos a los que acuden a ayudarnos en nuestra hora de necesidad. Seríamos incapaces de compadecernos de los que pasan por trances parecidos. No los comprenderíamos ni sabríamos ayudarlos a salir adelante.A veces esa es la única opción que tiene el Señor para llevarnos a acudir a Él, para enseñarnos a confiar en Él, para convencernos de que nos sometamos a Él o para impedir que cometamos un error. También se vale de las pruebas y tropiezos para hacernos más humildes, para enseñarnos a ser pacientes, misericordiosos y menos farisaicos. Si nunca nos enfrentáramos a contrariedades, no hallaríamos en Dios nuestra fortaleza, y nos perderíamos la emocionante experiencia de descubrir que Él nunca nos falla.

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