lunes, 30 de noviembre de 2009

Relato de un superviviente


«Estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:38,39, NVI). Esta afirmación es una de las más destacadas expresiones de fe emitidas jamás. Procede de una persona que soportó años de pruebas y tribulaciones, las cuales, gracias a Dios, la mayoría de nosotros no tendremos que afrontar jamás. Se trata del apóstol Pablo. Su vida y milagros figuran en el libro de los Hechos de los Apóstoles. La historia de la Iglesia y las epístolas que él mismo escribió a las primeras congregaciones de cristianos llenan algunas lagunas. Lo que está claro es que el apóstol, en su fervor por difundir las buenas nuevas de Jesús, debió soportar oposición en innumerables ocasiones. Fue golpeado, encarcelado, apedreado, perseguido y desposeído; además sufrió varios naufragios1. ¿De dónde sacó fuerzas para seguir adelante y salir de esas pruebas con más fe que nunca, cada vez más agradecido por el sacrificio de Cristo? Si Pablo nos concediera una entrevista en la actualidad, posiblemente discurriría de la siguiente forma:Entrevistador: Sin duda tu vida dio un giro total luego de tu salvación: de ser enconado perseguidor de la incipiente fe cristiana pasaste a ser uno de los principales difusores del evangelio, y guía y consejero de los primeros seguidores. Ello, sin embargo, te acarreó mucha oposición. Háblanos de eso.Pablo: Un incidente ocurrido alrededor del año 52 d.C. fue emblemático. Después de escapar de mis enemigos en lo que hoy es Turquía, había cruzado el mar Egeo hasta Atenas y llegado a Corinto, un importante centro comercial.Comencé a predicar en la sinagoga, y al principio todo anduvo bien. Incluso Crispo, el principal rabino de la sinagoga, se convirtió al cristianismo. Sin embargo, otra persona, Sóstenes, inició una serie de rumores, a raíz de los cuales al poco tiempo me expulsaron de la sinagoga, y a Crispo también. Me dirigí entonces a los griegos de esa ciudad, y muchos de ellos aceptaron a Jesús. Pero Sóstenes y los suyos se enfurecieron aún más. Continuaron su campaña difamatoria mientras yo seguía predicando y enseñando. Un año y medio después, Sóstenes reunió una turba y la emprendieron contra mí. Me habrían apedreado en el acto de no haber sido porque temían a las autoridades romanas. Me llevaron hasta el palacio del procónsul romano, cargo que en ese entonces ocupaba Junio Anneo Galión, hermano mayor de Séneca, el famoso filósofo romano. Ante él me acusaron. Cuando Galión se dio cuenta de que no se trataba sino de una controversia religiosa, se desentendió del asunto. Me pusieron en libertad, y la turba se le fue encima a Sóstenes2.En aquella ocasión te libraste con relativa facilidad. ¿Dirías que las más de las veces fue así?No, en absoluto. Me golpearon en varias ocasiones, lo que me provocó lesiones permanentes. También fui azotado y apedreado y estuve con frecuencia en la cárcel.Además te enfrentaste a numerosos peligros en tus viajes. Todo eso debió de ser desalentador.Más que desalentador. Naufragué en tres ocasiones, y de no ser por la intervención divina no habría sobrevivido. En muchas ocasiones me sentí tan abatido que deseé abandonar mi misión; pero Jesús me había llamado a difundir el Evangelio por el mundo, y eso me impulsaba a seguir. Sabía que si renunciaba, defraudaría a Dios. Además, otras personas me admiraban, y si fracasaba, quizás ellas también claudicarían. Por todo eso persistí aun en los momentos en que me sentía derrotado o descorazonado. Mis apuros no siempre terminaban en el momento en que yo quería; mas Jesús siempre estuvo presente para ayudarme3.Por lo que nos cuentas, llevaste una vida bastante estresante.Dios me concedió una vida larga y fructífera. No obstante, estuve sujeto a permanentes presiones. Además de las dificultades que ya he mencionado, algo dentro de mí me impelía a propagar por el mundo el amor de Dios manifestado en Jesús4. Si bien se trataba de una presión positiva, al fin y al cabo era una presión. De todos modos, yo sabía que no tenía que sobrellevarla solo. Jesús siempre me dio la gracia y la fortaleza para continuar5. Por mí mismo no habría aguantado. Tuve que apoyarme en Él. ¿Consideras inevitable que los creyentes padezcan a causa de su fe?Jesús no nos llamó a una vida de comodidades, sino de servicio; y el servicio siempre implica cierto grado de sacrificio personal. Además, cualquiera que quiera vivir piadosamente en Cristo se enfrenta a oposición6. Jesús dijo: «Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán»7. La historia le ha dado la razón. Sin embargo, no todo es sufrimiento ni privaciones. Las recompensas son inmensas en esta vida y también en la venidera, y compensan con creces las tribulaciones8.¿Quisieras agregar algo más?Sea lo que sea que te toque en la vida, ¡confía en que Jesús te sacará adelante! Él siempre está presente, y no permitirá que seas tentado mas allá de lo que puedas resistir. Siempre te dará una salida. No necesariamente para que escapes de las dificultades, sino para que las afrontes9. ¡Aférrate a Él, y Él se aferrará a ti! 12 Corintios 11:23-27, 2Hechos, capítulo 18, 3Hechos 18:9,10; Hebreos 13:5, 41 Corintios 9:16, 52 Corintios 4:8,9; 12:9,10,62 Timoteo 3:12, 7Juan 15:20, 8Romanos 8:17,18; 14:17; Filipenses 4:11,12; 1 Pedro 1:6-8, 91 Corintios 10:13.

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