jueves, 19 de noviembre de 2009

Siete maneras de averiguar la voluntad de Dios


¿De qué modo debemos abordar los cristianos la toma de decisiones? En el fondo, ¿qué buscamos cuando nos vemos frente a una alternativa? La voluntad de Dios. La pregunta fundamental es entonces: ¿Cómo averiguar la voluntad de Dios? Un buen pasaje sobre el tema se encuentra en Romanos 12, versículos 1 y 2: «Les ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que se entreguen ustedes mismos como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ése es nuestro culto espiritual. No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto» (Biblia Latinoamericana). Por tanto, ¿cuál es el primer requisito para averiguar la voluntad de Dios? No tener voluntad propia. Entregarle nuestra voluntad, nuestro cuerpo y nuestra mente al Señor. Naturalmente, todos tienen libre albedrío; la diferencia estriba en que en nuestra condición de cristianos, se supone que ya hemos optado por someter nuestra voluntad a Jesucristo y por tanto permitimos que sea Él quien tome las decisiones. La siguiente es una de mis rimas preferidas sobre el tema:
Él te conoce, te ama y te cuida. Nada puede empañar Su verdad. A los que dejan que Él elija, lo mejor de lo mejor les da. Si eres hijo Suyo y le permites que decida por ti, ¿qué va a escoger? Lo que más te convenga, lo que a la larga te hará más feliz. Algunos dirían: «Sí, yo he sometido mi voluntad a Dios, le he entregado mi vida, confío en Él; pero todavía no consigo descubrir Su voluntad. Sigo confundido. Ni siquiera comprendo el problema, menos aún la solución». Ese es un dilema al que casi todos nos hemos enfrentado alguna vez. ¿Cómo se averigua entonces la voluntad de Dios? ¿Cuál es el primer requisito según ese pasaje del capítulo 12 de Romanos? Entregarle nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra voluntad. Así se averigua, y sin necesidad de aguardar mucho, pues uno adopta una actitud propicia para que Dios se la revele. Y Él entonces lo hace, por lo general valiéndose de uno de los siguientes medios: 1. La Palabra El sitio primordial donde buscamos la voluntad de Dios es en Su Palabra, en la Biblia. Esa es la voluntad de Dios patente, certera, absoluta y revelada. No hay lugar a dudas, es la verdad. Así Dios nunca nos vuelva a hablar, si nos limitamos a actuar conforme a las enseñanzas de la Biblia, nos irá de maravilla. Aunque nunca volvamos a recibir una sola revelación ni volvamos a oír voces celestiales, ni a recibir profecías, ni obtengamos nunca ciencia ni sabiduría ni discernimiento, ni dotes de sanación; aunque jamás obremos un milagro, con sólo actuar de acuerdo con la Palabra de Dios lograremos un montón de cosas. Encima, es probable que con el tiempo consigamos todos los otros dones espirituales por añadidura. Algunos no estudian la Biblia como debieran: otras personas se la tienen que servir en bandeja. No saben cómo extraer por sí mismos el alimento sólido de la Palabra. Para ciertas cosas es preciso esforzarse. «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la Palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). 2. La voz de la Palabra La segunda manera de conocer la voluntad de Dios es por medio de la voz de Su Palabra. Además de hablarnos directa y llanamente en Su Palabra, el Señor también lo hace por medio de lo que se denomina la voz de la Palabra. David el salmista dijo: «Bendecid al Señor vosotros Sus ángeles, que sois poderosos y cumplís Sus órdenes, prontos a la voz de Su Palabra» (Salmo 103:20, NC). ¿Te ha pasado alguna vez que, al leer determinado pasaje de las Escrituras, de repente un versículo o una palabra cobran vida y se te hacen tan claros como el agua? Pareciera que hubieran sido escritos para ti y que ésa fuera la solución que buscas. O quizás estás orando acerca de una situación y el Señor te recuerda un versículo o un pasaje que es precisamente la clave para salir de la encrucijada en que te hallas. Está tan claro que Dios no habría podido decírtelo más enfáticamente. Esa es la voz de la Palabra, que nos habla a través de la Palabra escrita. Quizá se trate de un texto dirigido a algún personaje de hace 6.000 años y, sin embargo, de repente, te habla a ti. De modo que la primera forma de descubrir la voluntad de Dios es por medio de Su Palabra, la Biblia. En segundo lugar está la voz de la Palabra: un versículo, frase o pasaje de la Biblia que parece saltar de la página y nos habla personalmente. 3. revelaciones directas ¿Cuál sería la tercera indicación más segura de que algo es la voluntad de Dios? Una revelación que venga directamente de Él en forma de profecía, sueño, visión o voz. Una profecía tanto puede ser uno o más versículos de la Biblia que Dios nos recuerde, como puede ser algo totalmente nuevo. Cuando le pido a Dios la solución a un determinado problema, muchas veces me da algo de las Escrituras, algo que ya está en la Biblia. Comprueba que la revelación directa no se oponga a la Palabra de Dios ni la contradiga, sino que vaya de acuerdo con ella. «No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo» (1 Juan 4:1). Cerciórate de que concuerde con Su Palabra. 4. consejeros inspirados por Dios El cuarto lugar de la lista lo ocupan los consejeros inspirados por Dios. «Abundancia de consejeros trae salvación» (Proverbios 11:14, BJ). «Cuando no hay consulta, los planes fracasan; el éxito depende de los muchos consejeros» (Proverbios 15:22, Dios Habla Hoy). Están en condiciones de aconsejarnos por inspiración divina las personas que no se limitan a creer en la Biblia, sino que practican sus enseñanzas; quienes no son tan solo oidores de la Palabra, sino también hacedores (Santiago 1:22). Un consejero inspirado por Dios es alguien que ama al Señor y que demuestra por su manera de vivir el buen fruto de comulgar estrechamente con Dios. (Mateo 7:15-20.) Si quisiera aprender a tocar el piano no me iría a la escuela de comercio; acudiría a un pianista que supiera tocar bien. Si quisiera aprender a cocinar no me arrimaría a un técnico en informática; buscaría a alguien que supiera cocinar y cuya comida hubiera probado. Así pues, los consejeros inspirados por Dios son personas en quienes se puede confiar porque en su propia vida se observa el buen fruto espiritual que llevan. 5. Puertas abiertas o cerradas La quinta manera de conocer la voluntad de Dios es por las circunstancias. En general, es un medio poco eficaz de averiguar lo que Dios quiere que hagamos, pero a veces puede servir de indicación. Algunos llaman a este método puertas abiertas o cerradas (1 Corintios 16:9; 2 Corintios 2:12; Apocalipsis 3:7,8). En una ocasión, hace muchos años, los dirigentes de mi iglesia decidieron no enviarme a mí y a mi familia de misioneros a cierto país y me dieron varias razones por las que habían tomado aquella determinación: que el país no admitía más misioneros, que había escasez de comida y que yo no había logrado reunir el dinero para nuestros pasajes. Teniendo en cuenta todas esas puertas cerradas, al igual que ellos me convencí de que no debíamos trasladarnos allí. Justo entonces Dios abrió una puerta de par en par, un lugar de servicio donde había millones de personas a la espera del Evangelio. A fin de determinar cuáles son las puertas que están abiertas y las que están cerradas, conviene hacerse las siguientes preguntas: ¿Hacia dónde parece que Dios me quiere llevar? ¿Dónde hay puertas abiertas de servicio? ¿Dónde podría haber una buena posibilidad de trabajo? ¿En que dirección parece que Dios está proporcionando los medios y abriendo camino? Esa es una forma de descubrirlo: observando la situación, las circunstancias, las puertas abiertas o cerradas. 6. FUERTES IMPRESIONES (el testimonio del Espíritu) Eso nos lleva al número seis: el testimonio del Espíritu. Con esto me refiero a una convicción intuitiva que nos infunde fe. Uno está seguro de que seguir determinado rumbo es la voluntad de Dios. Es posible que el Señor no nos lo comunique con una voz audible o una señal visible; más bien se trata de una suave y apacible vocecita que nos habla al corazón (1 Reyes 19:12), una convicción profunda. Algunos lo llaman fuertes impresiones. No es que me guste guiarme por impresiones, ya que a veces pueden descaminarnos. Pueden estar producidas por un espíritu que no proviene de Dios. No obstante, algunas impresiones nos las da el Señor a modo de indicación de que cierto proceder es conforme a Su voluntad. El Espíritu de Dios nos habla al corazón respecto de una decisión que debemos tomar o nos da una firme convicción sobre algo que quiere que hagamos. A veces, el testimonio del Espíritu nos advierte que no hagamos algo, nos avisa que no es Su voluntad. Escuchamos en nuestro interior una vocecilla que nos dice. «Detente, no lo hagas. Cuidado». Aunque el Espíritu Santo no nos lo comunique con palabras, sabemos perfectamente lo que nos quiere decir. Así pues, la sexta manera de conocer la voluntad de Dios es por medio del testimonio del Espíritu. 7. vellones Por último, ¿cuál es la séptima manera de determinar la voluntad de Dios en una disyuntiva? A veces se puede pedir una señal específica. Es lo que se llama un vellón. El término viene de un relato sobre Gedeón del Antiguo Testamento (Jueces 6:36-40). Gedeón quiso saber cuál era la voluntad de Dios respecto de un asunto en particular. Así pues, una noche puso un vellón en el suelo y dijo: «Señor, si el vellón queda seco y toda la tierra húmeda [a la mañana siguiente], entonces entenderé que eres Tú quien me habla y que debo hacer tal y cual cosa». Aunque Dios cumplió y le dio aquella señal, Gedeón no quedó del todo convencido y le pidió que le diera la señal opuesta: «Ahora, Señor, si [mañana] el vellón está mojado y la tierra seca, lo creeré». Así que si recurres a las señales, haz una segunda verificación. A mí me gusta recibir una señal del Señor, me gusta confirmar Su voluntad con un pequeño vellón para saber que voy bien encaminado. Ese es un medio de hacerlo: pedirle una señal, «poner un vellón», pedirle que se dé una circunstancia en particular. Dios no necesariamente sigue ese orden al revelar Su voluntad. Puede que primero te hable en profecía y que luego lo confirmes con la Palabra. Quizás entonces escuches la voz de la Palabra y luego estudies otros pasajes para ver lo que dice en general sobre el tema. No podemos encasillar a Dios y afirmar que debe hablarnos de tal o cual manera, o en determinado orden. Esos son, en todo caso, los medios de los que se vale. Lo sabemos por experiencia propia y por lo que Él ha dicho en Su Palabra escrita, la Biblia. Conclusión ¿Cómo averiguar entonces la voluntad de Dios? Sometiéndonos del todo a Él. «No sigan la corriente del mundo en que vivimos —la manera terrenal de hacer las cosas—, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver —no les quedará ninguna duda— cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto». A veces, para saber cuál es la voluntad de Dios es preciso averiguar lo que no lo es. Luego de probar los otros métodos, si todavía no sabes cuál es la voluntad de Dios, te aconsejo que te mantengas ocupado. No tardarás en saber si lo es o no. Limítate a pedir a Dios que te guíe y empieza a trabajar. Un barco debe estar en movimiento para que el timón tenga algún efecto. Avanza un paso y luego detente a pedirle a Dios que te confirme que vas en la dirección debida. Si la respuesta no es contundente o no estás seguro, dale un poco de tiempo. Puede que Él esté esperando a que se den ciertas circunstancias propicias para indicarte algo más de lo que ya te ha dicho. Mientras tanto, mantente ocupado para Dios estés donde estés. No se llega a saber cuál es la voluntad de Dios quedándose uno sentado cruzado de brazos. En una ocasión, una persona que conocí me dijo que estaba haciendo precisamente eso. Afirmó que el Señor lo había llamado a las misiones, y que desde que se había enterado de ello, se había limitado a esperar, haciendo poco o nada, pues seguía «esperando en el Señor» (Salmo 130:5). A mí me parecía que, aunque aquel hombre esperaba que Dios hiciera algo para ponerlo en marcha, en realidad era Dios quien estaba esperando a que él se pusiera a trabajar. Mientras esperas que Dios te revele Su voluntad, mantente ocupado haciendo lo que ya sabes que quiere que hagas: amarlo y alabarlo por Su bondad, estudiar Su Palabra y ser una bendición para los demás en la situación en que te encuentres. Así pues, que Dios nos ayude no sólo a saber cuál es Su voluntad, sino también a actuar conforme a ella.

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