jueves, 19 de noviembre de 2009

OJO CON EL 666



Las nuevas tecnologías y el advenimiento de la Marca de la Bestia
¿Te imaginas un mundo en el que toda tienda, restaurante o negocio sea capaz de identificarte, tomar nota de lo que llevas puesto, inclusive detectar cuánto dinero llevas en la billetera? ¿Te suena a fantasía científica? Pues, ¡no lo será por mucho tiempo! Por increíble que parezca, pronto la identificación por radiofrecuencia —RFID por sus siglas en inglés— podrá emplearse para reconocernos, investigarnos y rastrearnos a todos. Las etiquetas RFID se valen de radiofrecuencias para transmitir un código que las identifica. Los chip de silicona que las contienen son tan pequeños que caben en zapatos, hojas de afeitar, libros de una biblioteca y hasta en billetes. El tamaño de algunos no excede el de un gránulo de sal. Los interrogadores de RFID son capaces de captar las señales que emiten ciertas etiquetas hasta a una distancia de 5 a 6 metros. Las bases de datos globales podrían permitir que una compañía mantuviera un registro de cada lugar donde se ha leído una señal de RFID. ¿Cómo nos identificarían las etiquetas a nosotros? Si, por ejemplo, compráramos una prenda usando una tarjeta de crédito, nuestro nombre quedaría vinculado para siempre a esa prenda. Este tema precisamente es el que suscita las sospechas de los defensores de la privacidad: la facilidad con que las compañías podrían leer una etiqueta y confeccionar un registro a fin de tener identificado a un consumidor y su perfil mucho después que los productos etiquetados hayan salida de la tienda. Los defensores de la intimidad y de las libertades civiles afirman además que la tecnología concebida para rastrear prendas de vestir a corta distancia bien podría adaptarse fácilmente para rastrear y espiar a las personas, de la misma forma en que los cookies controlan la navegación del usuario en la red. Sin hacer mucho aspaviento, la nueva tecnología RFID se está introduciendo a escala masiva. La compañía Alien Technology, que fabrica etiquetas RFID, tiene previsto vender 10 mil millones al año, con lo cual el costo unitario bajaría a menos de 5 centavos de dólar. A ese precio podría empezar a incorporarse en la mayoría de los productos. Wal-Mart —la cadena de tiendas minoristas más importante del mundo—, ha exigido que para el 2005, todos sus proveedores coloquen etiquetas RFID en sus productos. Se espera que muchas otras grandes tiendas minoristas sigan la misma línea. Otra tecnología a la que conviene estar atento es el nuevo Código Electrónico de Producto (EPC). Acogido como un sistema de identificación de productos de última generación, el EPC pronto podría reemplazar con un microchip al código de barras (UPC) que actualmente se usa en la gran mayoría de mercancías. Mientras que los códigos de barras identifican grupos de artículos, el EPC está concebido para proporcionar un número de serie exclusivo a cada artículo registrado. Por ejemplo, actualmente todas las latas de Coca Cola producidas en determinada planta embotelladora o dentro de cierto país tienen el mismo código de barra. Con el EPC, cada botella o lata de Coca Cola tendría su propio número de identificación. ¿Imposible? El EPC está estructurado en torno a un formato de 96 bits, capaz de generar un código exclusivo para cada grano de arroz existente en el planeta. Los minoristas y fabricantes piensan que un código exclusivo para cada artículo podría contribuir a disminuir los robos y la falsificación de productos, así como también perfeccionar los procesos de confección y mantenimiento de inventarios. Por la forma en que fue diseñado, un EPC puede vincularse a bases de datos que son capaces de almacenar mucha más información acerca de un producto determinado que la que se obtiene con el actual sistema de códigos de barras. Además de la información sencilla que proporciona el UPC —artículo, precio y fabricante—, a través de un sistema ultramoderno de etiquetas con microchip e interrogadores de las mismas que se comuniquen con ellas vía radiofrecuencia (RFID), el EPC podría acceder a datos acerca del comprador y determinar la ubicación del artículo. Las etiquetas RFID no solo sirven para artículos que se venden en tiendas y supermercados. La compañía Applied Digital Solutions (ADS), de Palm Beach, EE.UU., espera convencer al público estadounidense para que se deje implantar un chip de RFID debajo de la piel a fin de acreditar su identidad al llegar a un cajero automático o para evitar el uso de tarjetas de crédito al momento de adquirir productos o servicios. Mediante un procedimiento quirúrgico que se realiza con anestesia local, se implanta una etiqueta RFID de 12 por 2 mm en el brazo de una persona. ADS hasta lanzó una campaña promocional para animar a los estadounidenses a que se dejen implantar el chip. A las primeras 100.000 personas que accedan se les hará un descuento de 50 dólares. ¿Por qué no? Así, uno simplemente podrá entrar en una tienda, recoger los artículos que quiera, pasar por el lector a la salida, y el costo de la mercancía será cargado automáticamente a la cuenta de su tarjeta de crédito. Es más, toda la información relativa a la compra será transmitida a los fabricantes de los artículos, los cuales estarán encantados de poder mandarle a uno ofertas especiales para compras futuras, o incluso surtirle de productos a intervalos regulares previamente acordados, con emisión automática de la correspondiente factura. El sistema pondría fin a los hurtos en las tiendas y a otras técnicas de robo y estafa, pues no habría efectivo ni tarjetas de crédito que robar, y cada artículo estaría ligado a su legítimo propietario. Al no haber efectivo, habría mucho menos delincuentes y narcotraficantes, con lo cual la sociedad saldría beneficiada. ¿O no? Parece inofensivo —hasta favorable para el usuario—; pero ¿qué hay de nuestra intimidad y de la capacidad de estos dispositivos de seguir todos nuestros movimientos y transacciones comerciales? Estos avances tecnológicos van preparando al público. No pasará mucho tiempo antes que esté en condiciones de debutar el padre de todos los chip de silicona: la marca de la Bestia, tal como se predijo en la Biblia. «[El Falso Profeta] hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la Bestia [el Anticristo], o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la Bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis» (Apocalipsis 13:16-18). Cuando salga la marca de la Bestia, no te dejes embaucar. ¡Recházala!

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