jueves, 26 de noviembre de 2009

«Seremos transformados»


¿Te has imaginado cómo será tu resurrección?«He aquí, os digo un misterio —anunció Pablo a un grupo de cristianos de la ciudad griega de Corinto—. No todos dormiremos [estaremos muertos]; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. [...] Entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”» (1 Corintios 15:51-55). Pablo mencionó también que nuestro espíritu accede a la presencia del Señor apenas morimos (2 Corintios 5:8); así que en el pasaje anterior está hablando de la resurrección del cuerpo. Es bastante difícil concebir cómo se volverá a unir el espíritu al cuerpo habiendo estado éste años enterrado —tal vez cientos o miles de años—, y cómo el cuerpo cobrará vida y estará completamente sano, en mejores condiciones que nunca. Pablo dice que será como la diferencia entre una semilla y lo que brota de ella una vez que germina y se desarrolla (1 Corintios 15:36-44). ¿Cómo se puede explicar un fenómeno así?Nuestros cuerpos gloriosos serán nuevos y diferentes; sin embargo, nos reconoceremos unos a otros: «Conoceré como fui conocido» (1 Corintios 13:12). Después que Cristo resucitó, los discípulos lo reconocieron, aunque no siempre. Se le veía algo distinto, por lo que algunas veces no lo reconocieron (Lucas 24:13-16,31; Juan 20:14-16). Quizá porque no quería que lo reconocieran, o porque tenía un aspecto aún más sublime y perfecto, ya que tenía un cuerpo espiritual, nuevo e inmortal. Eso precisamente tendremos nosotros. Seremos como era Jesús después de Su resurrección, y como sigue siendo. Él «transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo [resucitado] de la gloria Suya» (Filipenses 3:21).Después que Jesús resucitó, ¿podían verlo Sus seguidores? Por supuesto. ¿Por lo general lo reconocían? Claro que sí. ¿Caminó y habló con ellos? ¡Sí! Hasta comió y bebió con los apóstoles e incluso cocinó para ellos en una ocasión (Lucas 24:43; Juan 21:9-14). Jesús podía hacer todas esas cosas normales y naturales; y nosotros, cuando hayamos resucitado, también podremos. Imagínate.Pero eso no es todo. Podremos hacer asimismo ciertas cosas que somos incapaces de hacer ahora con nuestros cuerpos naturales. Estando los discípulos encerrados en una sala, con la puerta trancada por temor a quienes habían crucificado a Jesús, Él atravesó la puerta (Juan 20:26). En otra ocasión, al terminar de conversar con dos de Sus seguidores en el camino a Emaús, «se desapareció de su vista» (Lucas 24:31). Podremos atravesar puertas y muros, aparecer y desaparecer, tal como lo hizo Jesús. También seremos capaces de desplazarnos de un sitio a otro, no a la velocidad del sonido o de la luz, sino a la velocidad del pensamiento.«Seremos transformados». Lo principal que cambiará será nuestro cuerpo; pero si Dios va a cambiar nuestro cuerpo, sin duda cambiará también nuestra indumentaria. Nos vestirá con una túnica de luz, de justicia (Isaías 61:10). Será impresionante. Dondequiera que estemos, haciendo esto o lo otro, de repente notaremos que se produce en nosotros una maravillosa transformación y nos veremos cubiertos de una nueva y hermosa túnica de justicia.Hasta es posible que estemos tan pendientes de lo que ocurra en el cielo —los relámpagos, los truenos y la aparición de Jesús en las nubes— que ni nos demos cuenta de lo que llevamos puesto. Lo que no admite duda es que nos sentiremos diferentes, porque «seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta» (1 Corintios 15:52). Al sonar esa trompeta resucitaremos de los muertos —si es que estamos muertos— o seremos levantados de la Tierra en caso de que sigamos con vida.En otra epístola, Pablo escribió: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él» (1 Tesalonicenses 4:13,14). Está hablando de ti, si es que lo has aceptado en tu interior. Y de todos tus familiares y amigos ya fallecidos que se habían salvado. No pienses que no los vas a ver nunca más: te reunirás con ellos en el aire. ¡Menuda reunión familiar! ¡La mayor de todos los tiempos!«El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del Cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4:16,17).

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