jueves, 26 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 79 AÑO 2007


Un buen amigo mío me escribió hace poco: «La Semana Santa se me adelantó este año. Mi querida madre, que tenía graves problemas de salud, sufrió un derrame cerebral y dejó este mundo luego de 87 años de vida plena y feliz. Los últimos días los pasó en una residencia para enfermos desahuciados, donde mi hermano, mi hermana y yo nos turnamos para hacerle compañía. Cuando me tocó el turno, le leí pasajes del libro Vislumbres del Cielo, una colección de citas literarias, meditaciones y pasajes de la Biblia sobre el más allá.»Cuanto más leía y reflexionaba sobre las maravillas que le aguardaban a mi madre —un cuerpo sano y vigoroso, en la flor de la juventud; el feliz reencuentro con mi padre y con otros seres queridos que habían fallecido antes que ella; las innumerables oportunidades de aprender y madurar (ella era una gran educadora y una lectora voraz); el amor insondable, ilimitado, que descubriría en las esferas celestiales, y la enorme alegría que la embargaría al verse cara a cara con el Creador—, más se iba disipando la desazón que me invadía al pensar en su inminente muerte y se apoderaba de mí una sensación de grata expectación.»Cada Semana Santa desde que conozco a Jesús me quedo pasmado ante la magnitud del amor que nos demostró al ofrendar Su vida por nosotros y me emociono con Su resurrección. No obstante, esta Semana Santa mi experiencia tuvo otros matices: las promesas de resurrección que Cristo nos hizo —“Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25) y “porque Yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19)— me calaron más hondo que nunca».Tras las elocuentes expresiones de mi amigo, releí algunos de los artículos ya seleccionados para el presente número de la revista: Feliz resurrección, en la pág.7, «Seremos transformados», en la 8, y Vivamos, en la 16. Los hallé aún más contundentes y esperanzadores. Cuando Cristo dijo: «He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10), no sólo aludía a la eternidad: una vez que Él hace morada en nuestro corazón, gozamos diariamente de un anticipo del Cielo, aunque eso no es nada comparado con el Cielo de verdad.Gabriel, en nombre de Conéctate

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