martes, 10 de noviembre de 2009

«Seremos transformados»


«¡He aquí, os digo un misterio! —anunció Pablo a un grupo de cristianos de la ciudad griega de Corinto—. No todos dormiremos [estaremos muertos]; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (1 Corintios 15:51-55). En este pasaje Pablo explica con bastante detalle la resurrección. Es difícil, porque ¿cómo explicar que un cuerpo viejo, corrompido y descompuesto que lleva enterrado tal vez cientos o miles de años vaya a cobrar vida y estar completamente sano y en mejores condiciones que nunca? ¿Cómo se puede explicar un fenómeno así? Pablo dice que será como la diferencia entre una semilla y lo que brota de ella una vez que germina y se desarrolla hasta alcanzar la madurez (1 Corintios 15:36-44). Nuestros cuerpos gloriosos serán nuevos y diferentes, y sin embargo nos reconoceremos mutuamente: «Conoceremos como fuimos conocidos» (1 Corintios 13:12). Los discípulos reconocieron a Cristo resucitado, aunque no siempre. Se veía tan distinto que a veces no lo reconocían (Lucas 24:13-16, 31; Juan 20:14-16). Quizá porque no quería que lo reconocieran, o porque tenía un aspecto aún más sublime y perfecto —si cabe—, ya que tenía un cuerpo espiritual, nuevo e inmortal. Eso precisamente será lo que tendremos nosotros. Seremos como Jesús fue y sigue siendo después de resucitado. Él «transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo [resucitado] de la gloria Suya» (Filipenses 3:21). Después que Jesús resucitó, ¿podían verlo Sus seguidores? En efecto. ¿Por lo general lo reconocían? Claro que sí. ¿Caminó y habló con ellos? ¡Sí! Hasta comió y bebió con los apóstoles e incluso cocinó para ellos en una ocasión (Lucas 24:43; Juan 21:9-14). Jesús tenía la facultad de hacer todas esas cosas propias de la esfera natural. Nosotros, cuando hayamos resucitado, podremos hacerlas también. Imagínense. Pero ahí no acaba todo. También podremos hacer ciertas cosas que somos incapaces de hacer con nuestros cuerpos naturales. Estando los discípulos encerrados en una sala con la puerta trancada por temor a quienes habían crucificado a Jesús, Éste atravesó la puerta (Juan 20:26). En otra ocasión en que había terminado una conversación con dos de Sus seguidores en el camino a Emaús, «Él se desapareció de su vista» (Lucas 24:31). Podremos atravesar puertas y muros, aparecer y desaparecer, tal como lo hizo Jesús. También conseguiremos trasladarnos de un sitio a otro no solamente a la velocidad del sonido o de la luz, sino a la velocidad del pensamiento. Pero no nos adelantemos tanto. «Seremos transformados». La transformación más importante que se producirá es la corporal, aunque si Dios nos cambia corporalmente, sin duda cambiará nuestra vestimenta. A diferencia de lo que creen algunas personas, Él no nos va a resucitar completamente desnudos. Estaremos ataviados en una túnica de luz, de justicia. Algo impresionante. Dondequiera que estemos, sea lo que sea que estemos haciendo, de repente notaremos que se produce una estupenda transformación y nos veremos revestidos de una nueva y hermosa túnica de justicia. Hasta es posible que estemos tan pendientes de lo esté ocurriendo en el cielo —relámpagos, truenos y Jesús que aparece en las nubes— que quizá ni nos demos cuenta de lo que llevamos puesto. Lo que no admite duda es que nos sentiremos diferentes, porque «seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta» (1 Corintios 15:52). Al toque de esa trompeta seremos resucitados de los muertos —si es que estamos muertos— o arrebatados de la Tierra si es que aún estamos con vida. En otra epístola, Pablo escribe: «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él» (1 Tesalonicenses 4:13-14). Eso te incluye a ti, si es que lo has aceptado. También incluye a todos tus familiares y amigos salvos que hayan muerto anteriormente. De modo que no te preocupes de no volver a verlos jamás: te reunirás con ellos en el aire. ¡Vaya reunión familiar que será esa! ¡La más grandiosa de todos los tiempos! «El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del Cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4:16-17).

No hay comentarios:

Publicar un comentario