lunes, 23 de noviembre de 2009

Sentirse Cerca de Jesús


Con frecuencia he oído decir a la gente: «Será que no tengo una relación muy estrecha con Jesús, porque no lo siento muy cerca». Pero la Biblia deja bien claro que no debemos guiarnos por las sensaciones. «Por fe andamos, no por vista» (2 Corintios 5:7). Si tomamos nuestro estado de ánimo como un indicador de lo bien o mal que andamos espiritualmente, estamos condenados a la inestabilidad. Nos veremos continuamente arrastrados de una parte a otra por diversos sentimientos, sin saber cómo nos irá al día siguiente, ya que eso dependerá de cómo nos sintamos al levantarnos por la mañana. Pero la verdad es que si amamos al Señor, andamos por fe y obedecemos Su Palabra, independientemente de cómo nos sintamos podemos tener la certeza de que nuestra relación con Él sigue firme. Y desde luego sabemos que Su amor por nosotros es constante. Él dice: «Con amor eterno te he amado», «Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti Mi misericordia», y: «No te desampararé, ni te dejaré» (Jeremías 31:3; Isaías 54:10; Hebreos 13:5).Dejarse llevar por las emociones es invitar al desaliento Si nos guiamos por cómo nos sentimos, el Diablo hace todo lo posible por que la mayor parte del tiempo nos sintamos abatidos, sabiendo que si logra que nos sintamos mal, está consiguiendo que estemos mal. Para ello nos bombardea con pensamientos negativos, tratando de convencernos de que somos unos fracasados, hasta que nos tiene completamente derrotados, desanimados y sumidos en la desesperación. Luego nos dice: «Lo que pasa es que no tienes una relación muy estrecha con el Señor. Es más, debe de ser que ni siquiera lo amas. Y Él tampoco debe de amarte a ti; si no, no te sentirías tan mal». Cuando nos dejamos llevar por nuestro estado de ánimo, le damos pie al Diablo para que juegue con nuestras emociones y haga que nos sintamos muy lejos del Señor. Si andamos por vista, somos presa fácil de sus dudas. Cuando nos asalten dudas de esa índole, tenemos que «pelear la buena batalla de la fe» y resistir al Diablo y sus mentiras (1 Timoteo 6:12; Santiago 4:7).Si no te sientes cerca de Jesús, no te preocupes Algunas personas sí sienten que tienen una íntima comunión con el Señor. Por ejemplo, cuando mi hija era pequeña, al acostarse solía decir: «Me voy a acurrucar en los brazos de Jesús». Ella era capaz de imaginarse eso, y me alegro de que fuera así; pero yo no puedo. No tengo la sensación de estar descansando en el regazo de Jesús cuando me voy a dormir. Sencillamente, no soy tan imaginativa. Soy distinta. Algunas personas son capaces de visualizar y disfrutar imágenes de ese tipo, y otras no. Cada uno tiene su forma de ser, y algunos somos mucho más emotivos y sentimentales que otros. Pero no me voy a pasar la vida lamentándome por el simple hecho de que yo no sienta una gran intimidad emocional con Jesús. Si estuviera siempre preocupada por eso, sufriría una depresión constante, y como persona sería un desastre. Ya lo soy sin necesidad de preocuparme y complicarme por eso. Simplemente tengo que tomar las cosas por fe. No hay muchos versículos de la Biblia que hablen de sentirse bien, pero sí hay un montón acerca de la fe, de confiar en el Señor y creer Su Palabra. Para saber si estamos estrechamente unidos a Jesús, no hay más que aplicar Su Palabra, que dice: «Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros» (Santiago 4:8). Aunque no nos sintamos cerca de Él, si estamos haciendo todo lo posible por amarlo y complacerlo podemos tener la certeza de que estamos cerca de Él. Hay que atenerse a lo concreto, a la Palabra. Nuestra fe en Su Palabra es completamente independiente de nuestros sentimientos. Por eso, en realidad poco importa que nos sintamos o no cerca de Jesús.¿Qué pasa cuando uno yerra? Naturalmente, cuando sabemos que no hemos estado a la altura de lo que Jesús espera de nosotros, tenemos remordimientos y nos ponemos a pensar: «Con todas las faltas y errores que he cometido, ¡cómo voy a estar en comunión con el Señor!» Pero no debemos dejar que el Diablo ni nuestro propio corazón nos condenen (1 Juan 3:20). Aunque hayamos desobedecido al Señor, si estamos arrepentidos de nuestros pecados y deseamos sinceramente acercarnos a Él, Él es misericordioso y clemente con nosotros (Salmo 103:8). Y aunque caigamos, no nos quedaremos postrados, porque el Señor sostiene nuestra mano (Salmo 37:24). «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Al corazón contrito y humillado no despreciará el Señor (Salmo 51:17). Tiene muchísimo que ver con nuestro corazón, con nuestra actitud. Si deseamos sinceramente agradar al Señor y hacer Su voluntad, amar a Jesús y vivir por Él, no cabe duda de que Él se acercará a nosotros cuando clamemos a Él. La Biblia promete: «Cercano está el Señor a todos los que le invocan de veras», y: «Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu» (Salmo 145:18; 34:18). Por eso, a pesar del desaliento, los sentimientos de culpa y los remordimientos con que el Enemigo nos bombardee, si sabemos que estamos procurando sinceramente amar y agradar al Señor, obedecer Su Palabra y seguirlo, es evidente que estamos estrechamente unidos a Él, aunque no nos sintamos así. De hecho, a veces uno está más cerca del Señor cuando se siente alejado de Él. Por ejemplo, cuando un error o defecto nuestro nos hace quedar en evidencia, aunque por lo general no nos sentimos muy animados ni muy cerca del Señor, tal vez en realidad sí estamos muy unidos a Él. El hecho de sentirnos deprimidos no significa necesariamente que estemos lejos del Señor. Podemos tener una relación muy estrecha con Él a pesar de tener la moral por los suelos. Por otra parte, algunos a veces tienen la sensación de estar muy unidos al Señor cuando a lo mejor no lo están para nada, sobre todo si se precian farisaicamente de su presunta bondad en lugar de confiar en la bondad, la gracia y la misericordia del Señor. Aunque no ignoramos las maquinaciones del Diablo (2 Corintios 2:11) y sabemos que con frecuencia procura valerse de nuestros sentimientos para desanimarnos y deprimirnos, no se puede afirmar que todos los sentimientos desagradables estén inspirados por él. A veces nos sentimos incómodos porque el Señor está hablándonos al corazón, punzándonos la conciencia por algún pecado o incluso advirtiéndonos algo. Por eso, cuando algo nos perturbe debemos examinar nuestro corazón y nuestras acciones para descubrir por qué nos sentimos así y qué es lo que el Señor nos quiere hacer ver (2 Corintios 13:5).Elementos clave: la Palabra, la fe y la obediencia Entonces, ¿cómo puede uno saber si está cerca del Señor? ¿Cómo se acerca uno a Jesús? Pues haciendo caso de Su Palabra y sometiéndose a Su voluntad, así de simple. Él prometió: «El que me ama, Mi Palabra guardará [obedecerá]; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14:23). Si lo amas y haces lo que Él dice en Su Palabra, desde luego que estás cerca de Él: Él está viviendo en ti. Más cerca, imposible. No podría ser más sencillo. No tiene nada que ver con cómo nos sintamos. La cuestión es que no podemos fiarnos de cómo nos sintamos. No nos regimos por nuestro estado de ánimo. El que nos sintamos muy unidos a Jesús o no, no viene al caso. Su Palabra dice: «Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe» (Hebreos 10:22). Hay que andar por fe. «El justo vivirá por fe» (Hebreos 10:38).Estar unido a Jesús A veces sentimos una gran emoción espiritual, como la euforia que suele invadirnos, por ejemplo, cuando ayudamos a alguien a conocer al Señor o cuando la Palabra nos habla muy claramente. Esas son señales del amor del Señor, y Él nos las da para animarnos. Como sabe que esas sensaciones nos gustan, que constituyen experiencias agradables para nosotros, nos las da. Pero aun en tales casos, no podemos considerar que tenemos esas sensaciones aseguradas, ni debemos desmoralizarnos o pensar que nos pasa algo o que nuestro vínculo con el Señor anda mal si no sentimos nada. No siempre nos sentimos emocionados, animados o con ganas de dar brincos de alegría. A veces tenemos hambre. A veces estamos cansados o enfermos. A veces nos cuesta tener presente que Jesús nos ama, que se preocupa por nosotros y que nos sacará adelante si no nos rendimos antes de tiempo. Como ves, puede que unas veces no te sientas muy unido a Jesús y otras sí. Pero no dejes que eso te preocupe. El hecho de que no te sientas muy cerca de Jesús no quiere decir que no lo estés. No es algo que esté determinado por cómo te sientes. Los que suelen sentirse cerca de Él no tienen necesariamente una relación más estrecha con Él ni son más espirituales que los demás. Es una sensación agradable, pero no un indicador de nuestra espiritualidad. Lo que queremos es estar cerca de Él. Si da la casualidad de que lo sientes cercano, da gracias por ello. Pero si no, no te desanimes. Y no olvides que si amas a Jesús y haces todo lo posible por complacerlo, puedes tener la certeza de que estás muy unido a Él.

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