viernes, 13 de noviembre de 2009

SEÑALES DE LOS TIEMPOS


Uno de los principales focos de disputa del conflicto entre Israel y Palestina es un pequeño monte de Jerusalén que los judíos denominan la colina del Templo y los musulmanes al-Haram al-Sharif, que significa noble santuario. El sitio es sagrado para los judíos por tratarse del lugar donde estaba emplazado el antiguo templo hebreo, destruido en el año 70 d. de C. por los romanos y nunca reconstruido. Ese mismo promontorio es, además, uno de los lugares más sagrados del Islam. Actualmente, al-Haram al-Sharif comprende más de 14 hectáreas, que equivalen a casi una sexta parte de la vieja ciudad amurallada de Jerusalén. La mezquita de al-Aqsa está situada en el extremo sur, y un santuario musulmán más pequeño, la Cúpula de la Roca, en el centro. Los musulmanes consideran sagrada toda la zona. La soberanía sobre el lugar y la situación de Jerusalén son los dos obstáculos más grandes que ambas partes deben sortear a fin de lograr una paz duradera en la región. Prueba reciente de ello la constituyen los peores choques entre israelíes y palestinos de la última década, desatados por la visita al lugar que hizo en septiembre de 2000 Ariel Sharon —entonces líder de la oposición— acompañado de cientos de soldados israelíes y policías antimotines. Lo que sucederá en Jerusalén —y concretamente en la colina del Templo— es el tema de varias profecías concluyentes que hay en la Biblia y que se refieren a la época en que vivimos. Para entender los acontecimientos de la actualidad y saber qué esperar, es importante conocer esas profecías que hablan específicamente de dicha colina.
Las profecías Cuando Jesús confió a Sus discípulos las señales que precederían a Su segunda venida, mencionó una profecía del libro de Daniel, escrito más de 500 años antes e incluido en el Antiguo Testamento: «Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel [...] habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá» (Mateo 24:15,21). La profecía a la que Jesús hizo alusión reza: «Se levantarán sus tropas, que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio y pondrán la abominación desoladora» (Daniel 11:31, Reina-Valera 95).
Lo que Jesús denominó «el lugar santo», y Daniel «el santuario y la fortaleza» (o «el santuario-ciudadela», como dice la Biblia de Jerusalén), es la zona donde estaba emplazado el templo judío. El sujeto de la profecía de Daniel cuyas tropas «se levantarán» es el venidero dictador mundial conocido como el Anticristo y también llamado «la Bestia» en el libro del Apocalipsis.
«El continuo sacrificio» (o «sacrificio diario», NVI) se refiere al ritual de la fe judía en el que la sangre o carne de determinado animal se ofrecía en el templo de Dios en expiación por los pecados. Ese rito fundamental de la fe judía se suspendió luego de la destrucción del segundo templo.
La «abominación desoladora», según se desprende de otros pasajes, podría ser una imagen o gran estatua del Anticristo.
La «gran tribulación» de la que habló Jesús corresponde a los últimos tres años y medio antes de Su retorno, época en la cual el Anticristo abolirá toda forma de culto religioso a excepción del culto a su persona y perseguirá a los creyentes de todas las religiones. Ello suscitará rebeliones contra su régimen, las cuales se empeñará en aplastar brutalmente. Es evidente que tienen que producirse ciertos sucesos antes que esas profecías puedan cumplirse. Los judíos no han sacrificado animales a Dios desde que su templo fue destruido en el año 70 d. de C., y el único sitio en el que considerarían reanudar tales sacrificios sería la colina del Templo, en Jerusalén, lugar ocupado actualmente por la Cúpula de la Roca, santuario de la fe musulmana. Antes que el Anticristo pueda revocar el sacrificio diario, este debe reanudarse. Para ello forzosamente tiene que haber un templo judío. Y para que éste pueda ser reconstruido, algo tiene que cambiar. O bien la Cúpula de la Roca deberá ser demolida, o los judíos tendrán que acceder a construir su templo en otra parte, posiblemente en otro sector de la colina del Templo. Dado que ambos bandos se muestran intransigentes en cuanto a cuál de ellos debe tener la soberanía de la explanada del monte, se requerirá la intervención de un superhombre para que lleguen a un acuerdo.
Entrada en escena del Anticristo «Por otra semana [hebdómada, 7 años] confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda» (Daniel 9:27). Ese pacto de siete años se vuelve a mencionar en Daniel 11:28-31 —el mismo pasaje al que hace referencia Jesús—. Allí se lo denomina «pacto santo», pues es de índole religiosa. Probablemente se trate de un pacto entre el Anticristo, los judíos, los musulmanes y los cristianos, por el cual se decrete la internacionalización de Jerusalén, ciudad a la que tendrán garantizado el libre acceso los fieles de todas las confesiones. Los judíos finalmente podrán reconstruir su templo y restablecer los ritos sacrificiales. Durante tres años y medio todo dará la impresión de marchar mejor. Sin embargo, todo apunta a que el Anticristo hará de Jerusalén la capital de su régimen mundialista. Esto se infiere del pasaje bíblico en que el Anticristo dirige su gobierno desde el templo judío (2 Tesalonicenses 2:4). «A la mitad de la semana [siete años] hará cesar el sacrificio y la ofrenda» (Daniel 9:27). En ese momento, el gobierno supranacional instalará en el sector del Templo una suerte de imagen viviente del Anticristo —posiblemente un ordenador de algún tipo—, la abominación desoladora, y exigirá que todo el mundo adore la imagen o se exponga a morir (Apocalipsis 13:14-15). «Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [el retorno de Cristo] sin que antes [...] se manifieste el hombre de pecado [el Anticristo], el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios» (2 Tesalonicenses 2:3-4).
El pronóstico a largo plazo La situación política mundial —particularmente en Oriente Medio— va a seguir empeorando hasta que se firme el susodicho pacto. Luego de la firma de éste se producirá una aparente mejora bajo el falso mesías, el Anticristo. Pero ésta no durará mucho: al desatarse la gran tribulación el escenario empeorará muchísimo. Sin embargo, después de este terrible periodo, cuando Jesús regrese para rescatar a los Suyos y llevárselos al Cielo, la situación será mejor que nunca para quienes lo hayan aceptado como Salvador. Esa precisamente es la esperanza a la que tendremos que aferrarnos a medida que las cosas empeoren: la promesa del desenlace feliz.

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