jueves, 12 de noviembre de 2009

Salvamento


Kumiko es una chica de 24 años. Hace un tiempo, su hermano murió en un accidente de tránsito, y seis meses atrás se divorciaron sus padres. Todo eso la llevó a dejar de creer en Dios. Cuando la conocí, estaba muy deprimida y hablaba muy negativamente de su vida y de los demás. Cuando lo pasaba mal con sus amigos y colegas, me llamaba por teléfono. La mayoría de las llamadas las hacía después de la medianoche y duraban más de una hora. A veces lloraba y me confiaba: «Tendría que suicidarme. No tiene caso que siga viviendo». Yo la escuchaba, trataba de animarla y le explicaba que, dijeran lo que dijeran de ella, Jesús la amaba y veía todas sus buenas cualidades. Le aseguré que algún día se manifestarían su naturaleza tierna y sus demás dotes. Le dije que rogaría por ella, y eso hice. Por fin, una noche rezó conmigo y aceptó a Jesús como salvador. Después de aquello, Kumiko cambió poco a poco. Un día me contó que había empezado a orar a Jesús que la ayudara cuando tenía problemas o se sentía abatida. Nos volvimos a ver recientemente, y estaba muy cambiada. Se reía de sus reacciones inmaduras frente a cosas que antes la molestaban mucho. Me confió algo que me conmovió hondamente: un mes antes, se hallaba tan desesperada que había resuelto quitarse la vida. A medianoche fue hasta un acantilado y estuvo a punto de lanzarse al mar. De pronto, se acordó de mí y empezó a rezar a Jesús. Cambió de opinión y llegó a salvo a casa. Me dio mucho alivio y alegría enterarme de eso. Muchas veces no me resultaba fácil escuchar a Kumiko hablar tanto de sus problemas, en particular cuando yo andaba muy cansada o quería terminar un trabajo urgente antes de irme a dormir. (Traduzco del inglés al japonés publicaciones de La Familia). Al principio no se veía que cambiara ni madurara espiritualmente, pero el Señor no dejaba de decirme que ella no tenía a nadie más que la animara o la ayudara. Yo diría que gracias a esta experiencia aprendí más que Kumiko sobre lo grande que es el amor de Jesús. Él me está enseñando a tener más amor, paciencia y misericordia, en particular con las almas perdidas y con quienes buscan amor verdadero y respuestas a sus interrogantes.

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