jueves, 12 de noviembre de 2009

Fortuna, éxito y amor


Una mujer vio a tres extraños frente a su casa y los invitó a pasar para comer algo. —No podemos entrar juntos —le dijeron. —¿Por qué no? —preguntó. —Ella se llama Fortuna —explicó uno de ellos señalando a su compañera—. Él es Éxito —dijo señalando al otro—. Y yo me llamo Amor. Luego de una breve pausa, Amor añadió: —Entra ahora y decide con el resto de tu familia a cuál de los tres quieren invitar. La mujer entró y explicó el asunto a su esposo, que estaba encantado con aquellas posibilidades. —Invitemos a Fortuna. ¡Que entre y llene nuestra casa de riquezas! ¡Qué bien! La esposa se mostró en desacuerdo. —¿Por qué más bien no invitamos a Éxito? Seríamos la envidia de todo el pueblo. Su hijita escuchó la conversación e interrumpió: —¿No sería mejor invitar a Amor? ¡Así nuestra casa se llenaría de ternura! El hombre y su esposa optaron por hacer caso al consejo de su hija, así que invitaron a Amor. Fortuna y Éxito recibieron invitaciones de otras familias. Claro está, no se quedaron mucho tiempo. Nunca lo hacen. Enseguida reemprendieron el camino. Con Amor no ocurre lo mismo. Amor se queda para siempre. Así, aquella pequeña familia vivió feliz para siempre. Como es natural, ocurría algún que otro roce; pero casi ni se notaba. Amor se encargó de eso. No fueron la familia más afortunada ni exitosa del pueblo, pero sí la más feliz. Amor se encargó también de eso.

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