viernes, 27 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 82 AÑO 2007


«Dios halla formas de comunicarse con quienes lo buscan diligentemente —escribió Philip Yancey, célebre periodista y autor de obras cristianas—, sobre todo cuando bajamos el volumen de las interferencias que saturan el entorno». Cerca de 300 años antes, Isaac Newton hizo el mismo descubrimiento, que explicó de la siguiente manera: «Tomo mi telescopio y observo en el espacio cuerpos celestes que se encuentran a millones de kilómetros de distancia. No obstante, puedo dejar a un lado mi telescopio, retirarme a mi alcoba y, en oración ferviente, acercarme más a Dios y al Cielo que si contara con todos los telescopios y agentes materiales que hay en la Tierra». Unas palabras de Virginia Brandt Berg llevan aún más lejos este pensamiento. Ella describió así el poder renovador de la oración meditativa: «Cuando te desentiendes de las cosas temporales que te distraen y te hostigan, y en la presencia de Dios te concentras en lo celestial, en Su majestad y Su gloria, entonces empieza a obrar el poder transformador de Dios». Lo que no queda del todo claro es en qué nos transformamos. Esta es la mejor parte. El apóstol Pablo se encarga de aclararlo: «Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen» (2 Corintios 3:18). Es decir, adoptamos la naturaleza divina. Ahora bien, si la reflexión silenciosa puede producir tales resultados —ponernos en comunicación directa con Dios y revestir de divinidad nuestra humilde condición humana—, ¿por qué no la practicamos con más asiduidad? Las más de las veces se puede atribuir a esas «interferencias que saturan el entorno». Nos distraemos con nuestras obligaciones y actividades rutinarias, el ajetreo que nos rodea, la permanente riada de información que nos inunda, el mundo del espectáculo y por supuesto nuestros propios pensamientos. Además, desligarnos de todo para entrar en la presencia de Dios demanda esfuerzo, particularmente cuando no nos hemos hecho el hábito. ¿Cómo se adquiere ese hábito? Con estímulos y con la práctica. El presente número de Conéctate te servirá de estímulo. Y para empezar a practicar, ¿qué mejor día que hoy?Gabriel, en nombre de Conéctate

No hay comentarios:

Publicar un comentario