miércoles, 18 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 41 AÑO 2004


Mahatma Gandhi dijo en cierta ocasión a James McEldowney, un amigo suyo que estaba de visita en su hogar de Sevagram: «Siento gran respeto por el cristianismo. Leo con frecuencia el Sermón de la Montaña y me ha servido de mucho. No conozco a nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesucristo. La verdad es que el cristianismo es intachable; el inconveniente son los cristianos, que distan mucho de vivir conforme a sus creencias». Evidentemente Gandhi no había encontrado a muchos cristianos consecuentes con los preceptos que Jesús transmitió a Sus seguidores. Gran parte del mundo hoy en día coincidiría con esa afirmación del gran patriarca indio. ¿Qué puede hacer un cristiano que se toma seriamente su fe? Ante tan vergonzosa crítica, ¿nos derrumbamos y optamos por no hacer nada? ¿O más bien asumimos al reto? Demos al mundo algo de qué hablar. Empecemos a vivir como Cristo nos mandó. Demostremos que se puede. No es tan complicado. En realidad se reduce a un sencillo principio: la ley del amor, que Jesús formuló en un par de oportunidades, aunque con distintas palabras. Consiste en amar a Dios por sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-40), y tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros (Mateo 7:12). Si cada uno de nosotros intentara sinceramente vivir de conformidad con esos preceptos, no cambiaríamos el mundo entero de la noche a la mañana, pero sí mejoraríamos nuestro mundo, nuestro pequeño entorno y la vida de la gente con la que trabamos comunicación. Pensar en remediar todos los males del mundo se nos hace una tarea monumental, una meta inalcanzable. En cambio, no es tan difícil traducir las enseñanzas de Jesús a la vida cotidiana en cada decisión que tomamos, en cada acto de amor que realizamos, en cada conversación que sostenemos, cada gesto de consideración que hacemos. En realidad esa es la vida más gratificante que se puede llevar, porque el amor verdadero conlleva sus propias recompensas. ¡Gobernémonos, pues, por la ley del amor de Dios! Gabriel Sarmiento En nombre de Conéctate

No hay comentarios:

Publicar un comentario