martes, 17 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 33 AÑO 2003


«El contentamiento no se alcanza cuando se obtiene lo que se quiere, sino cuando se quiere lo que se tiene», dice David Ring, de profesión motivador, que da más de 200 conferencias al año para unas 100.000 personas. Lo que otorga un enorme relieve a su afirmación y gran mérito a su ajetreado calendario es que padece de parálisis cerebral congénita. Está imposibilitado de caminar y a duras penas logra hablar. Sin embargo, lo hace con tal cuota de optimismo, buen humor —«Dios nunca dice: “¡Uy! ¡La embarré!”»— y profundidad espiritual que la gente acude en tropel a escucharlo, y la experiencia resulta transformadora para muchos. Hace poco un amigo me pasó una grabación de una charla de Ring. Al igual que a miles de personas, el reto que plantea me punzó la conciencia: «Yo tengo parálisis cerebral. ¿Usted qué tiene?» Su mensaje es claro y sencillo: Niégate a caer en la desesperación o la autocompasión. No te quejes ni te amargues por las cosas malas que te suceden. Más bien valora la vida, confía en que Dios sabe lo que hace y déjalo proseguir con Su obra. «Si no les gusta como soy —señala Ring a su público—, tengan un poco de paciencia. Todavía estoy en el horno. Dios todavía está moldeándome; pero cuando termine de cocinarme me sacará del horno y dirá: “¡Bien, buen siervo y fiel!”», aludiendo a Mateo 25:21. Otro principio espiritual que se pone de manifiesto en el caso de Ring es que si somos capaces de estar sinceramente agradecidos por los sucesos que nos parecen desfavorables, Dios nos bendecirá con más circunstancias favorables. No solo tiene éxito y mucho trabajo como conferencista —las 200 charlas que da son seleccionadas de entre 700 invitaciones—, sino que goza de un matrimonio feliz y tiene cuatro hermosos hijos, perfectamente saludables por cierto. David Ring vive victoriosamente. Lo mismo podemos hacer nosotros. Como reza uno de mis refranes favoritos: «Si tienes lentejas, de qué te quejas».

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