martes, 17 de noviembre de 2009

Como refinado oro



El paso por el crisol
Nada malo le sucede a un cristiano sin que exista una buena razón. «A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8:28). No te preocupes por las épocas de prueba y de debilidad ni pienses que se deben a que cometiste algún error imperdonable. Lo que sientes es la tierna mano del Señor sobre ti. Está forjándote para convertirte en la persona que sabe que puedes llegar a ser. No te está castigando. Está refinando y purificando tu espíritu, haciendo relucir tu belleza interior para que todos la vean. Por incómodos que te resulten, esos quebrantos son ineludibles. Él tiene que hacer de ti una persona débil y humilde, tiene que llevarte hasta el punto en que acudas a Él de todo corazón e invoques Su ayuda. Sin embargo, en esos momentos de debilidad, cuando reconoces que dependes totalmente de Él, viene a tu rescate, te infunde fuerzas espirituales y cincela ciertos aspectos de tu personalidad que no sería posible esculpir de otra forma. Estás en manos del Señor, y Él llevará a buen término la obra que comenzó (Salmo 138:8). No te enojes con Él ni le guardes rencor por estas pruebas que no duran sino un tiempo. Más adelante, cuando veas que todo ello era necesario para que se cumpliera Su buen propósito, te alegrarás y se lo agradecerás. David Brandt Berg
* * * Antiguamente los orfebres tenían un método muy particular para determinar si el fuego refinador había eliminado todos los metales de baja ley y las impurezas del mineral de oro. Cuando podían ver su rostro reflejado en la superficie del metal fundido, estaban seguros de que el fuego había cumplido su fin purificador. No quedaba más que oro refinado. Job dijo: «Me probará, y saldré como oro» (Job 23:10). El rey Salomón escribió: «El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; pero el Señor prueba los corazones» (Proverbios 17:3). El apóstol Pedro nos advierte: «Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido» (1 Pedro 4:12). Cuando llega el momento en que Dios puede ver el rostro de Su amado Hijo reflejado en nuestra vida, sabe que Su fuego depurador ha cumplido su propósito.
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Lo que acontece a los Suyos, sea lo que sea, toda prueba de la vida e ironía del destino, todo hecho grandioso, toda amarga odisea, no se deben al azar; siguen un plan divino.

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