lunes, 16 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 31 AÑO 2003


La primera vez que una lectura de los Evangelios me conmovió interiormente yo tenía 17 años. Los había leído antes, pero en aburridas clases de religión. A esa edad, sin embargo, alguien me aconsejó que empezara por el Evangelio de San Juan. No sabiendo que los Evangelios eran cuatro relatos y enfoques distintos de la vida y ministerio de Cristo, comencé por donde me pareció más lógico: por el principio del Nuevo Testamento, o sea, por el libro de Mateo. Cuando llegué al libro de Juan, Jesús ya me tenía fascinado. Me entregaba respuestas redondas para cantidad de preguntas que me había planteado. Su certidumbre y Sus convicciones eran tales que Él siempre sabía qué hacer. Más aún, me entendía a mí y conocía al detalle mis necesidades. Sus palabras eran contundentes y estaban llenas de vida. Atravesando dos mil años, calaron en mi interior, tan hondo que nunca había experimentado nada igual. Cuando llegué a Juan 15:15: «Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre os las he dado a conocer», tuve la impresión de que me hablaba directamente al alma. ¡Jesús me había tratado de amigo! Me emocioné tanto que no pude quedarme quieto. Me entraron ganas de pregonárselo a todo el mundo. ¡Con un entusiasmo que todavía albergo! Unos meses antes había orado para pedir a Jesús que entrara en mi corazón. Si bien se trató de una experiencia conmovedora, fue cuando comencé a leer Sus palabras con una actitud abierta y receptiva que se consumó realmente la transformación en mí. Aparte la fuerza que comunicaban esas palabras divinas, lo mejor de todo era que iban dirigidas a mí personalmente. Poco a poco fui descubriendo su valor hasta que tomé conciencia de que Jesús todavía habla a Sus seguidores tan abierta y directamente como platicó con Sus primeros discípulos. Es nuestra esperanza, pues, que este número de Conéctate te ayude a establecer un vínculo directo y personal con Jesús, o que sirva para reforzar la relación íntima que ya tienes con Él.

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