sábado, 14 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 24 AÑO 2002


Muchas personas admiran a la Madre Teresa y a otras figuras virtuosas como ella, pero piensan que nunca podrían ser así. Nunca podrían alcanzar ese grado de santidad ni ejercer una influencia tan positiva en la vida de tantas personas. Si bien eso puede ser cierto, lo lamentable es que esa sensación de insuficiencia y de imperfección los lleva al inmovilismo, a no intentar nada siquiera. Lo que muchos pasan por alto es que la Madre Teresa no se propuso convertirse en una santa ni obtener el Premio Nobel. Tampoco comenzó misionando entre los más destituidos de la raza humana. Simplemente advirtió una necesidad y actuó en consecuencia. ¿No podemos todos imitar su ejemplo? Dios se empeña en valerse de gente común en circunstancias comunes para manifestar un amor fuera de lo común. El apóstol Pablo, al explicar la vida de servicio que él y otros cristianos habían adoptado, dijo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Corintios 5:14, BJ). Ese mismo amor puede apremiarnos también a nosotros e impulsarnos a actuar en bien de los demás. Puede ser al mismo tiempo el ideal que perseguimos y la fuerza que nos mueve, y está al alcance de cualquiera. No tenemos más que desearlo, pedirlo y cultivarlo. Cuanto más lo ponemos en práctica, más crece, más se convierte en nuestra forma natural de reaccionar y más se hace patente en nuestra vida cotidiana. Ese fue el secreto del éxito del apóstol Pablo y de la Madre Teresa. Y también puede ser el nuestro. El presente número de Conéctate está dedicado a todos esos santos anónimos del mundo que día a día se entregan abnegadamente por amor a los demás. Ojalá a ti también te motive a aprovechar la fuerza del amor de Dios, de suerte que en tu rincón del mundo contribuyas a aliviar la carga de quienes bregan con las circunstancias difíciles que se les presentan. Gabriel Sarmiento En nombre de Conéctate

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