sábado, 14 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 23 AÑO 2002


Sentí que la sala de partos y luego el resto del mundo se trasmudaban a una nueva y extraordinaria dimensión. Tenía por vez primera en mis brazos a mi hija. Me daba la impresión de que el Cielo y la Tierra giraban en torno a aquella criaturita. Tal vez en aquel momento era cierto. Me llevó un rato caer en cuenta de que lo que había cambiado era el foco de mi mundo. Yo ya no era el eje de todo lo que acontecía alrededor. Mi esposa y yo habíamos recorrido todo el trayecto juntos, y a lo largo de su embarazo procuré hacerme parte de aquella venturosa experiencia y apoyarla. Con todo, cuando llegó el gran día, mi señora me llevaba mucha ventaja. Para ella, el parto no era más que un grato y natural paso hacia la siguiente fase de una relación de amor y tiernos cuidados iniciada nueve meses antes. Para mí, en cambio, supuso que afloraran repentinamente incontables emociones que hasta ese momento desconocía. En los días que siguieron noté que empezaban a producirse cambios inesperados en mí. Pasatiempos que hasta entonces me parecían muy importantes o incluso necesarios dejaron de serlo. Procuraba que los conductores anduvieran con mucho más cuidado, sobre todo cuando la nena estaba en el auto. La vida se tornó más valiosa. Tenía mayores motivos para trabajar arduamente y mucha más ilusión para regresar a casa. Ya no era un simple marido, sino marido y padre. ¡Era padre de familia! El que tenga hijos propios o quiera a algún niño como si fuese suyo sabrá exactamente a qué me refiero. El presente número de Conéctate está dedicado a una de las más formidables instituciones establecidas por Dios en la Tierra: la familia. Esperamos que estos testimonios, consejos y artículos te resulten informativos e inspiradores. Gabriel Sarmiento En nombre de Conéctate

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