martes, 10 de noviembre de 2009

Respuestas a tus interrogantes


P: Últimamente no me están saliendo bien las cosas. Llevo un tiempo buscando un nuevo trabajo y, aunque he entregado mi currículum vitae en varias empresas, no he conseguido nada. ¿Será que no es la voluntad de Dios que me consiga un puesto mejor? ¿Tienen algún consejo que darme? R: Muchas personas tienen la idea de que todo lo que pasa es por voluntad de Dios, por lo que deducen que lo mejor es resignarse al destino: «No hay nada que se pueda hacer al respecto; mejor es aceptar pasivamente los acontecimientos tal como se presenten». Esa actitud recibe el nombre de fatalismo. Cuando un fatalista fracasa en un proyecto o tarea, en vez de levantarse y continuar luchando o mejor aún, orar con urgencia para que Dios cambie las cosas y le ayude a alcanzar el éxito, deja de luchar y acepta la derrota pensando: «Dios lo ha querido». Ocurra lo que ocurra, sencillamente lo acepta y se resigna. Cuando lleguemos al Cielo, descubriremos que muchos de los males que nos sobrevinieron no fueron culpa de Dios, ni del Diablo, sino culpa nuestra por no haber rezado o por no haber seguido rezando. Cuando oramos, se producen cambios y se alteran las circunstancias. Quizá no de inmediato, o no tal como queríamos o esperábamos; pero Dios responde a las oraciones. El profeta Isaías anunció que a Israel le sobrevenían muchos males porque el pueblo no oraba. «Nadie hay que se despierte para invocar el nombre del Señor» (Isaías 64:7). Si nuestras plegarias ejercen influencia y cambian las circunstancias, quiere decir que cuando éstas no cambian la culpa muchas veces es nuestra por no haber orado. Ahora bien, es cierto que a veces la voluntad de Dios con respecto a ciertas cosas está determinada de antemano, y no podemos cambiarla. De ser así, debemos confiar en que Él sabe lo que es más conveniente según Su presciencia. Sin embargo, ese no siempre es el caso. En muchas ocasiones, cuando una situación no mejora, no es que nuestras oraciones hayan sido ineficaces, sino que nos faltaron la fe, la convicción y la determinación para perseverar en oración y luchar por algo que nos hacía gran falta. En cierta oportunidad, Jesús ilustró ese principio por medio de la siguiente parábola: «Supongan que uno de ustedes va a medianoche donde un amigo para decirle: “Amigo, préstame, por favor, tres panes, porque me llegó un amigo de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Pero el otro responde desde adentro: “No me molestes; la puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos”. Yo les digo que, si el de afuera sigue golpeando, por fin se levantará a dárselos. Si no lo hace por ser amigo suyo, lo hará para que no lo siga molestando, y le dará todo lo que necesita. Pues bien, Yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y, al que llame a una puerta, se le abrirá» (Lucas 11:5-10, Edición Pastoral). Si tenemos verdadera necesidad de algo, si estamos obedeciendo a Dios y sabemos que Dios quiere que lo tengamos, o si le pedimos que nos ayude a tener éxito en alguna tarea de suma importancia, entonces debemos pedírselo en oración. «Esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Juan 5:14-15). ¡Insiste! Insiste en que Dios te ayude o te dé lo que necesitas, y lo hará. «Busca y hallarás»; y si el Señor no responde enseguida a tus oraciones, no te des por vencido. Sigue llamando a las puertas del Cielo, y esas puertas «se te abrirán»

No hay comentarios:

Publicar un comentario