domingo, 22 de noviembre de 2009

¿Por qué soñamos?


CIERTO DÍA ME PREGUNTABA por qué tengo tantos sueños curiosos que sólo recuerdo vagamente y al parecer no tienen mayor significado. No son revelaciones divinas ni nada por el estilo, sino más bien una suerte de relatos que se presentan a modo de sueños, que suelen prolongarse durante largas horas y me mantienen la mente ocupada. Meditaba sobre el asunto y de pronto me percaté de algo: Dado que nuestro espíritu es inmortal, no necesita descanso. Hasta ahí no había caído en la cuenta de eso. Mientras nuestro cuerpo físico descansa, nuestro espíritu necesita mantenerse activo. Por eso el Señor le permite viajar y vivir todo tipo de experiencias. Es decir que aprendemos mientras dormimos. ¡Hasta tomamos decisiones! Aunque lo que soñamos no siempre guarde relación con nuestras vivencias de las horas de vigilia, nuestro espíritu aprende y se ilumina por medio de lo que experimentamos en nuestros sueños, aun cuando el cuerpo esté en reposo. A pesar de que conscientemente no podamos captar el significado de dichas experiencias, nuestro espíritu pasa por un proceso de aprendizaje. Es decir, que esos sueños tienen una razón de ser y no carecen de significado. Además, el Señor nos somete a pruebas mientras dormimos. Permite que nuestro espíritu tenga vivencias y aprenda ciertas cosas. Nos pone exámenes, igual que en el colegio. Será por eso que a veces tenemos pesadillas: Mientras nuestro cuerpo reposa, nuestro espíritu libra batallas contra fuerzas espirituales. Creo que el Señor lo permite para observar nuestra reacción y el efecto que tiene eso en nosotros, para ver si tomamos decisiones acertadas o no, y si acudimos a Él para que nos ayude. Esa fue la respuesta que me vino cuando me preguntaba cuál sería el porqué de esos sueños que no parecen tener mayor significado pero que recordamos al menos parcialmente. Son sueños que edifican nuestro espíritu, aun cuando no logremos captar su significado conscientemente. No siempre tenemos plena conciencia de lo que soñamos. En ocasiones percibimos imágenes fugaces de dichas experiencias espirituales y las recordamos. Las retenemos en la memoria apenas lo suficiente para que al despertarnos recordemos escenas y vislumbres de ellas. Son como fantasmas que aparecen tan súbitamente como desaparecen, como tenues recuerdos. El Señor, en lo que yo interpretaría como un acto de misericordia, permite que seamos conscientes más que nada del presente. Ya tenemos dificultades de sobra cada día sin necesidad de revivir tan gráficamente experiencias pasadas o hacer viajes al futuro. Así que el Señor nos facilita las cosas ayudándonos a olvidarlas e impidiendo que sepamos demasiado acerca del futuro. Es algo por lo que más bien podemos darle gracias. Hay personas que exhiben una mayor conciencia en el plano espiritual. Pueden trasladar sus sueños del ámbito espiritual al físico, del subconsciente al consciente, y ello les permite recordarlos. Yo me acuerdo muy vívidamente de cantidad de sueños, aunque a veces parezca que carecen de significado o mensaje concreto. Es más, nada se pierde nunca en el subconsciente. Está siempre en actividad y es allí donde todo queda registrado de forma permanente. El subconsciente, que en realidad viene a ser nuestro espíritu, lo recuerda todo. En cierta forma es un don poder recordar todo lo positivo de los episodios por los que pasamos en nuestros sueños. Por otra parte, tampoco deja de ser ventajoso no poder recordar todo cuanto ocurre. Sería demasiado el agobio mental si tuviéramos que lidiar con todo eso, sabiendo que nos toca ocuparnos del presente. La mayoría ya tenemos demasiadas cosas en qué pensar cada día. Son sueños —creo que podrían llamarse didácticos— que no es preciso recordar siempre, pues su razón de ser es edificar e instruir nuestro espíritu. Por otra parte, cuando en nuestras horas de vigilia nos vemos obligados a tomar una decisión que ya hemos enfrentado en nuestros sueños, lo más probable será que acertemos, pues se trata de algo que ya aprendimos mientras dormíamos. De eso no me cabe duda. ¡Gracias a Dios por los sueños! Son parte de nuestra formación espiritual. También nos proporcionan orientación de lo alto en el plano físico cuando el Señor sabe que por alguna razón nos conviene recordarlos y aplicarlos. No obstante, ya tenemos suficientes cosas en que pensar durante nuestras actividades diarias sin necesidad de revivir esos viajes espirituales durante las horas de vigilia. De ser así, nos volveríamos tan espirituales que no serviríamos para mucho aquí en la Tierra.«Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, entonces [Dios] revela al oído de los hombres y les señala su consejo» (Job 33:15,16).

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