sábado, 21 de noviembre de 2009

¿Para qué te preocupas? ¡Estás en manos de Dios!


Dios te ama. Él es tu amoroso Padre celestial y te quiere de un modo muy personal. Estás en Sus manos. Hizo este hermoso mundo para que fuera tu hogar, para que pudieras vivir y gozar en él. Como te ama, te ha dado un cuerpo, una mente y un corazón maravillosos con los que puedes disfrutar de la vida. Lamentablemente hay quienes tienen la idea de que Dios es un ser tiránico que los persigue con un garrote, dispuesto en todo momento a darles una paliza. La visión que la Biblia nos ofrece de Él es muy distinta. Dice que «Dios es amor» (1 Juan 4:8). Es un Padre cariñoso y clemente, y cuando nos llama la atención es sólo porque quiere que nos volvamos a Él para poder tomarnos en Sus brazos. Otros dicen que no creen en Dios porque no lo comprenden. Pues sí; en realidad nadie comprende plenamente a Dios. Es imposible. Él dice: «Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:9). De todos modos, aunque no entendamos del todo a Dios, al ver Su hermosa creación —los árboles, las flores, las montañas, el mar, el cielo—, podemos percibir Su amor. Para amar a Dios no es necesario comprenderlo, de la misma manera que un recién nacido no necesita entender todo lo relacionado con su madre para sentir y conocer el amor que ella siente por él. Por eso dijo Jesús que teníamos que hacernos como niños para entrar en el reino de los Cielos (Mateo 18:3). Algunas cosas tenemos que aceptarlas por fe. Además Jesús dijo que «Dios es espíritu» (Juan 4:24). Es todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Dice: «Ni los cielos de los cielos lo pueden contener» (1 Reyes 8:27). Ni la Tierra, ni el sistema solar, ni la Vía Láctea, ni el universo entero. Él lo es todo y está en todo, en cada cosa. Es algo que escapa a la mente finita de los hombres, que sobrepasa nuestra comprensión. Como nos ama y quería manifestarnos Su amor, envió a la Tierra a Jesucristo, Su propio Hijo hecho hombre. Jesús fue un espejo de Dios, «la imagen del Dios invisible» (Colosenses 1:15). Nos permitió ver cómo es Dios. Y no hizo otra cosa que amar. Habló de amor, demostró amor y vivió el amor. Finalmente murió por amor, para brindar vida, perdón y alegría eterna a todo el que le reciba. Si te parece, pues, que Dios está muy alejado de ti, quizá sea porque no has conocido Su amor. Él creó en el interior de cada uno de nosotros un vacío que sólo Él puede llenar. No hay nada más que nos satisfaga plenamente. Si quieres que Él llene esa vaciedad que aflige tu alma, no tienes más que abrirle el corazón. Él te dará Su amor, un amor que cambiará por entero tu enfoque de la vida. Esa es una de las maravillas del amor de Dios: si estamos seguros de que Él nos ama, tenemos la tranquilidad de que todo marchará bien en nuestra vida y de que cuidará de nosotros. En eso consiste la fe. Si tenemos fe en Su amor, se esfuman las preocupaciones y los temores. «El perfecto amor echa fuera el temor» (1 Juan 4:18). Acoger el amor de Dios en nuestro corazón es como encender la luz en una habitación: la oscuridad se disipa. A partir de ahí ya no tienes por qué preocuparte. Sabes que tu Padre celestial te quiere, y que tú y tus seres queridos —tu familia, tu futuro y tu salud— están en Sus manos. «No os angustiéis por vuestra vida; [...] Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?» (Mateo 6:25,26, RVR1995). Dios cuida de los Suyos. ¿Tienes en tu corazón el amor de Dios? Si no, todo lo que tienes que hacer es pedir a Jesús que entre en tu vida. Él dice: «He aquí, Yo estoy a la puerta [de tu corazón] y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él» (Apocalipsis 3:20). Él te ama y entrará en ti ahora mismo si haces sinceramente esta sencilla oración:
Jesús, te ruego que me perdones todos mis pecados. Creo de corazón que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Te abro la puerta de mi alma y te pido que entres y me des Tu regalo: la vida eterna. Ayúdame a amarte, a amar a los demás y a hablarles de Ti y de Tu amor. Amén.

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