domingo, 15 de noviembre de 2009

Los cuatro jinetes del Apocalipsis



Profecías de la Biblia sobre el Tiempo del Fin
¿Te has preguntado alguna vez por qué hay guerras o por qué es tan injusta la distribución de la riqueza, por qué algunas personas —e incluso naciones enteras— son ricas y opulentas mientras otras padecen hambre y privaciones? ¿Por qué los gobiernos gastan millones en guerras que siembran muerte y destrucción mientras los pobres siguen sufriendo? Yo me cuestionaba por qué el mundo es como es, por qué no puede haber más amor, paz y cooperación entre personas y países para hacer del mundo un lugar mejor. Encontré la respuesta a ese interrogante en la Biblia, concretamente en el capítulo 6 del Apocalipsis, pasaje que describe a cuatro jinetes.
En dicho capítulo Jesús abre el libro del futuro, el libro de las profecías, que está cerrado con siete sellos, y le revela al apóstol Juan el futuro desde aquel momento —desde el año 90 d.C. aproximadamente— hasta los postreros días —la época en que vivimos actualmente— y más allá. La palabra apocalipsis proviene del griego apokálupsis, que significa revelación del futuro. Los cuatro jinetes del Apocalipsis revelan la verdad sobre la religión, la guerra y la economía, y preparan el terreno para lo que ha de venir.
El primer sello
Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: «Ven y mira». Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer (Apocalipsis 6:1,2). El primer jinete, que lucía una corona y salió venciendo, es obviamente Jesús. ¿Qué sucedía en aquella época, alrededor del año 90 d.C.? Desde la perspectiva espiritual, Jesús resucitado salía para conquistar el mundo con el Evangelio por medio de Sus apóstoles y de los primeros cristianos. A la larga llegarían a conquistar el poderoso Imperio Romano. El mensaje de amor y perdón divinos que predicaba Jesús demostró tener más fuerza que todas las legiones de Roma. Jesús es el gran conquistador a lomos del caballo blanco. En el capítulo 19 del Apocalipsis encontramos otro caballo blanco: «He aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero. [...] Su nombre es: el Verbo de Dios» (Apocalipsis 19:11,13). A raíz del versículo 14 del primer capítulo del Evangelio de Juan sabemos que el «Verbo de Dios» es Jesús: «Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad». A Jesús lo siguen las huestes del Cielo, los santos resucitados que también descienden del Cielo cabalgando en corceles blancos para derrotar a las fuerzas del Anticristo y tomar control del mundo en la Batalla de Armagedón (Apocalipsis 19:14).
El segundo sello
Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: «Ven y mira». Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada (Apocalipsis 6:3,4). ¿Qué quita «de la Tierra la paz»? La guerra, obviamente. El caballo bermejo simboliza la guerra, los militares y su maquinaria bélica. El color del caballo —el bermejo, que es un tono rojizo— resulta muy apropiado, pues representa toda la sangre vertida en las infernales guerras del hombre, las cuales no pueden achacársele a Dios, sino que son causadas por el orgullo, los prejuicios y la avaricia que reinan en el corazón del hombre. «¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?» (Santiago 4:1). La gran espada que se le entregó al jinete del caballo bermejo podría ser alusiva a los grandes adelantos en materia de armamentos y a las hecatombes mucho mayores ocasionadas por la guerra desde que Juan recibió esta profecía.
El tercer sello
Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: «Ven y mira». Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: «Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino» (Apocalipsis 6:5,6). El jinete del caballo negro, que llevaba en la mano una balanza, simboliza a los magnates y potentados que ejercen gran influencia en la distribución de la riqueza en el mundo manipulando la economía de los países. Sólo hay otro versículo de la Biblia en el que se describe a un hombre con una balanza: «Mercader que tiene en su mano peso falso, amador de opresión» (Oseas 12:7). Otro de los profetas —Amós— también dijo que los mercaderes —los poderosos capitalistas de su época, que robaban a los pobres en lugar de ayudarlos— achicaban la medida, subían el precio y falseaban con engaño la balanza, para comprar los pobres por dinero y los necesitados por un par de zapatos. (Amós 8:4-6). El caballo negro representa, pues, el hambre y la pobreza generados por los ricos que se niegan a compartir con quienes padecen necesidad. Este caballo es el responsable de la situación económica actual. En la Escritura el aceite y el vino simbolizan la abundancia y la suntuosidad. La referencia a que el aceite y el vino no fueron dañados describe una situación en la que la opulencia y la riqueza conviven junto al hambre y la pobreza, y el abismo que separa a los ricos de los pobres se va ensanchando cada vez más.
El cuarto sello
Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: «Ven y mira». Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra (Apocalipsis 6:7,8). El cuarto y último jinete del Apocalipsis es la muerte misma, no solo la muerte causada por la guerra, sino también por bestias, plagas, hambrunas y toda causa concebible. Naturalmente, siempre hemos padecido la muerte. Sin embargo, la muerte ocasionada por el hambre, las catástrofes naturales, nuevas plagas tales como el sida y nuevas pestilencias tales como el virus del ébola, han alcanzado proporciones sin precedentes, tal como dijo Jesús que ocurriría justo antes de Su retorno: «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares» (Mateo 24:7).
El quinto sello
Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?» Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos (Apocalipsis 6:9-11). Primero se presenta el caballo blanco, cuyo jinete proclama su mensaje y conquista numerosas almas. Luego se produce el franco rechazo del mensaje por parte de los incrédulos, los que toman partido con los otros tres jinetes montados sobre los caballos bermejo, negro y amarillo. Esto se traduce en la persecución y martirio de «los que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios». Así ha sido a lo largo de la Historia. Esos mártires, no obstante, son los menos. La mayoría de los seguidores de Jesús se han librado del martirio y han podido conservar la vida y proseguir con Su obra.
La guerra, la codicia y la muerte —los personajes revelados durante la apertura del segundo, tercero y cuarto sello— son casi tan milenarios como el mundo mismo. No obstante, el cuadro que nos presenta la Biblia, tanto en este como en otros pasajes, indica que cada una de esas fuerzas adquirió mayor preponderancia desde la época en que se comunicó esta revelación al apóstol Juan. Esta fue también una de las predicciones que hizo Jesús en Su famoso discurso sobre el Fin de los Tiempos (Mateo, capítulo 24). En aquella ocasión auguró que este proceso culminaría en una «gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mateo 24:7,21-22). Dicho de otro modo, Jesús previó que un día la humanidad llegaría a tal callejón sin salida que se autoaniquilaría si Dios le permitiese continuar a su manera hasta las últimas consecuencias. Y anunció que cuando esté a punto de consumar su propia destrucción, Dios intervendrá para evitarlo. ¿De qué manera? Por medio de la segunda venida de Cristo, cuando regrese para castigar a los impíos, asumir el gobierno del mundo e instaurar Su reino de justicia (Mateo 24:29-30; Isaías 9:7; Jeremías 23:5; Apocalipsis 19:11-21). La humanidad no alcanzó la capacidad de autodestruirse sino hace unos 50 ó 60 años. Los militares —el caballo bermejo— tienen actualmente sus ojivas nucleares, sus misiles intercontinentales y sus armas químicas y biológicas, aparte la tecnología para la llamada guerra de las galaxias. Los ricos, montados en su caballo negro, fueron los grandes cómplices de las grandes guerras del siglo pasado. El acaparamiento y mal uso que hacen de sus fortunas amenaza con desatar un nuevo conflicto global. Además, en su insaciable afán de obtener más y más riquezas, los poderosos finalmente han logrado contaminar toda la Tierra. Tales son algunas de las consecuencias de la tecnología moderna. Después de los otros caballos, aparece el cuarto jinete a lomos del caballo amarillo: la muerte en todas sus manifestaciones. Esos son, pues, los cuatro jinetes del Apocalipsis. Seguirán cabalgando hasta el Fin, cuando Jesús regrese para transportarnos consigo a la dimensión celestial e impartir Sus castigos a quienes perpetraron este infierno en la Tierra. Luego vendremos nuevamente —Él y todos los santos de Dios— para acabar con el Anticristo y todas sus fuerzas en la Batalla de Armagedón. Posteriormente Dios limpiará y purificará la Tierra y establecerá Su reino eterno regido por Jesucristo.
* * *
¿Por cuál de esos caballos apuestas? Ponlo todo al ganador. ¡Acepta a Jesús hoy mismo! Así tendrás la seguridad de que un día de éstos cabalgarás junto a Él sobre tu propio caballo, cuando regrese para remediar todos los males. Jesús es «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6). Si lo sigues, «conocerás la verdad, y la verdad te hará libre» (Juan 8:32).

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