martes, 17 de noviembre de 2009

Las 70 semanas de Daniel, primera parte


El noveno capítulo del libro de Daniel contiene una de las profecías más extraordinarias de la Biblia, toda vez que aborda el tema de la primera y segunda venida de Cristo. En el inicio del capítulo, Daniel intercede con fervor ante Dios por su pueblo —Israel—, que en aquella época había sido llevado cautivo a diversas partes del Imperio Persa (aproximadamente en el año 538 a.C.). El arcángel Gabriel se le aparece y le hace saber que ha venido a otorgarle «sabiduría y entendimiento». Luego le dice que entienda la orden y entienda la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad [Jerusalén], para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar [cumplir] la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos [Jesús] (Daniel 9:24). La palabra semana que aparece en las biblias castellanas es traducción del vocablo shabua, que significa literalmente «siete». El Diccionario Strong de griego y hebreo la define de la siguiente manera: «Que consta de siete elementos, p.ej. una semana (específicamente de años)». O sea que esas 70 semanas representan en realidad 70 veces 7 años. Algunas versiones modernas dicen sencillamente: «490 años». A medida que leamos y comprendamos la profecía y su cumplimiento se hará evidente que en este pasaje la palabra semana debe interpretarse como «7 años». También habría podido emplearse la voz hebdómada, pues uno de sus sentidos es «espacio de siete años». Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe [Jesús], habrá siete semanas [49 años], y sesenta y dos semanas [434 años]; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí (Daniel 9:25,26a). Ochenta y cinco años después que Daniel recibiera esta profecía, en el año 453 a.C., Artajerjes I Longimano, rey de los persas, dio a su leal siervo judío Nehemías el mandamiento de dirigirse a Judá para restaurar las fortunas de su pueblo. Lo nombró gobernador de la provincia y le dio autoridad para reconstruir los muros de la ciudad (Nehemías 2:1-9). Aquella fue «la orden para restaurar y edificar a Jerusalén». Hubo otras proclamaciones por parte de los reyes persas para librar a los judíos del cautiverio y permitirles su regreso a Israel con el fin de que reconstruyeran el templo. Sin embargo, la proclamación principal en la que se anunció la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén fue hecha por Artajerjes I en el año 453 a.C. El oráculo decía que desde la proclamación hasta que se «quitara la vida» al Mesías transcurrirían 69 veces 7 años, que equivale a 483 años. Si contamos desde el año 453 a.C., nos encontramos con que la fecha predicha para la muerte del Mesías corresponde al 30 d.C., el año preciso de la crucifixión de Jesucristo. Es de notar también que la profecía divide las 69 semanas en dos grupos, uno de siete semanas (49 años) y otro de 62 (434 años). Eso se debe a que el muro y la ciudad fueron construidos en los primeros 49 años. Después de esto transcurrieron otros 434 años antes de la crucifixión de Cristo. Isaías, en una profecía escrita en el año 700 a.C., explica por qué se le quitaría la vida al Mesías. «Fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de Mi pueblo fue herido. [...] Cuando haya puesto Su vida en expiación por el pecado, [...] justificará Mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos (Isaías 53:8,10,11). Es decir, murió por nosotros, por los pecados del mundo, no porque Él mismo fuera culpable de algún pecado o delito. Volviendo a la revelación de Daniel, el ángel continúa: El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones (Daniel 9:26b). Cuarenta años después de haber sido crucificado Jesús, en el año 70 d.C., las legiones romanas, al mando del general —y futuro emperador— Tito, quemaron Jerusalén y desmantelaron el templo piedra por piedra, para llegar al pan de oro que se había fundido y escurrido por entre las grietas, hecho que había profetizado Cristo en el año 30 d.C. cuando estaba reunido con Sus discípulos en el templo: «No quedará aquí piedra sobre piedra» (Mateo 24:2). Sin embargo, parece haber una discrepancia entre el número de años mencionado en Daniel 9:24 (490 años) y el del siguiente versículo (483 años). ¿Qué hay de los 7 años restantes? Resulta que una parte fundamental del versículo 24 no se cumplió con la crucifixión de Jesús: «para traer la justicia perdurable». Un solo vistazo al mundo de hoy basta para convencerse de que la justicia perdurable aún no ha llegado. Al morir Jesús en la cruz, puso «fin al pecado» para quienes creen en Él y aceptan Su redención. Sin embargo, la justicia perdurable no se impondrá en la Tierra hasta después que Jesús retorne y dé inicio a Su reinado de 1.000 años, período que se denomina el Milenio. La última de las 70 hebdómadas de Daniel, es decir, los últimos siete años —la septuagésima semana—, todavía no ha llegado, pero pronto llegará. No te quedes en tinieblas. Que no te pille desprevenido. Averigua cuándo será y cómo. (Continuará en el próximo número de Conéctate.)

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