martes, 17 de noviembre de 2009

Conserva la sencillez


Transmití grandes verdades, palabras profundas que transformaron y siguen transformando vidas. Pero también hablaba a los niños. Yo era sencillo, era claro, y no perdí el gusto por las pequeñeces. Me detenía a contemplar las flores. Cocinaba para Mis discípulos. Cuando no encuentras alegría en las cosas de todos los días, la vida se torna confusa, y pierdes el contacto humano. Terminas trocando la profundidad de carácter por un laberinto de pensamientos complicados, y un corazón sensible a las cosas del espíritu por conocimientos puramente mentales. La sencillez es un don. Inicialmente todos los hombres la poseen; pero a medida que crecen, algunos la desechan por considerarla afín a la ignorancia, la ingenuidad, la inmadurez y la falta de cultura y refinamiento. Prefieren urdir una compleja maraña para ocultarla. Pero ¿no dije acaso que no puedes entrar en el reino de los Cielos a menos que poseas la simplicidad de un niño y seas capaz de creer en lo imposible y en lo invisible, en Mí que morí por ti y resucité para que pudieras acceder al don sencillo pero milagroso de la vida eterna? El don sigue disponible para quienes humilde y sabiamente lo valoran y reciben. Hay mucho que descubrir en el curso de la vida, y más aún en el Cielo; pero verás que las verdades más profundas, la belleza más espléndida, la sabiduría más excelsa, se expresan siempre con sencillez.

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