sábado, 28 de noviembre de 2009

La vida está en la semilla


Sembrar semillas y verlas crecer puede ser una experiencia espléndida y gratificadora. Naturalmente que una cosa es plantar unas cuantas semillas en una maceta y otra muy diferente dedicarse a la agricultura. Antes pensaba que cultivar la tierra era fácil, tanto es así que en cierta ocasión planté maíz en un campo abandonado que tenía mi familia. Arrendé una cultivadora y removí la tierra. Compré maíz de siembra y lo planté. Finalmente lo regué para que germinara. Pero lo sembré muy tarde, y las heladas quemaron los brotes cuando todavía estaban tiernos. Después sembré espinacas, pero los bichos se hicieron un festín con ellas y me dejaron las sobras. Tras esas experiencias, me sentí aliviado de no tener que ganarme la vida labrando la tierra. Por otra parte, me hicieron apreciar más a los agricultores. ¡Ahora valoro mucho más cada grano de maíz y cada hoja de espinaca! Una semilla es el origen de algo mucho mayor. La semilla del nabo, por ejemplo, tiene menos de un 1 mm de diámetro y, sin embargo, en pocos meses se convierte en un nabo que puede pesar hasta 27 millones de veces más. Cuando las condiciones son propicias, es capaz de aumentar su peso en 1500% en apenas un minuto. Uno erróneamente podría presumir que las plantas grandes provienen de semillas igualmente grandes. No necesariamente. Las gigantescas secoyas —los árboles más grandes del mundo— proceden de semillas de apenas 1,6 mm de largo. Tampoco es necesario que la semilla sea grande para que una planta sea hermosa. Una de las flores más bellas que hay —la orquídea— brota de una de las semillas más pequeñas y se alimenta solamente con la humedad y los nutrientes que extrae del aire. No necesita tierra. Un millón de semillas de orquídea pesa 29 gramos. Si bien es cierto que tienen que darse determinadas condiciones para que una semilla germine y para que la planta crezca y madure, ciertas semillas poseen una gran capacidad de espera, como las que producen en Chile el fenómeno del desierto florido. En el otro extremo del planeta, en una madriguera de lemmings situada debajo de una gruesa capa de hielo, unos científicos encontraron algunas semillas de lupino ártico cuya antigüedad calcularon en 5.000 años. Cuando las pusieron en tierra cálida y fértil, germinaron en 48 horas. Por eso, si te consideras poco importante, muy pequeño, muy joven o muy viejo, ¡anímate! Quizá posees una grandeza latente que aguarda el momento de germinar por obra del poder de Dios. Exponte a los cálidos rayos del amor divino y al agua de Su Palabra, y el milagro se obrará.Curtis Peter Van Gorder es miembro de la Familia Internacional en Oriente Medio.

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