viernes, 27 de noviembre de 2009

La MUJER, el PRÍNCIPE y el DRAGÓN


Una misteriosa mujer, un hijo destinado a ser monarca y un dragón con múltiples cabezas. Esos son los personajes principales del capítulo 12 del enigmático libro del Apocalipsis. Parece uno de esos cuentos mitológicos de la antigüedad. Sin embargo, no es ningún mito. Es una alegoría de algo que ya sucedió y algo que sucederá en un futuro cercano. El apóstol Juan —autor del Apocalipsis— ve en los cielos una hermosa mujer vestida del sol, con estrellas en el cabello y la luna a sus pies. Cuando da a luz a un niño de sangre real, un terrorífico dragón rojo lo está acechando con el objeto de matarlo y devorarlo. Pero antes que logre abalanzarse sobre él, éste es rescatado y llevado al Cielo. Sabemos que el dragón es Satanás, el Diablo, la consabida serpiente del Huerto del Edén. Y se hace patente que el niño que asciende al Cielo es Jesús. Pero ¿quién es la mujer? Lo primero que piensa mucha gente es que se trata de María, la madre terrenal de Jesús, quien lo dio a luz en un establo de Belén. María era «muy favorecida» y «bendita entre las mujeres» (Lucas 1:28). Eso le dijo el ángel que le anunció que era la elegida para concebir al Hijo de Dios. No obstante, si seguimos con la lectura, se hace evidente que no encaja en la descripción de la mujer de ese pasaje. Obviamente se trata de otra persona. El dragón intentó matar al niño cuando nació. El Evangelio de Lucas dice que el rey Herodes se propuso hacer eso, sin duda inspirado por ese diabólico dragón. Aquel intento de homicidio se frustró, y Herodes murió unos años después, no sin antes derramar la sangre de muchas criaturas inocentes en su demencial tentativa de acabar con el niño que, según lo predicho, llegaría a ser «Rey de los judíos» (Mateo 2:16-19). Al final, Jesús sí murió para que todos pudiéramos ser salvos; pero resucitó tres días después y anduvo otros 40 días por la Tierra, durante los cuales fue visto por cientos de personas, antes de ser «ascendido al Cielo» (Hechos 1:1-9; 1 Corintios 15:4-7). Pronto retornará para regir el mundo, después que se hagan realidad las pocas profecías del Tiempo del Fin que aún tienen que cumplirse. Juan continúa describiendo su visión y nos dice que vio desencadenarse una guerra en la dimensión espiritual. El gran arcángel Gabriel —del cual el profeta Daniel dijo que defendería al pueblo de Dios en los postreros días (Daniel 12:1)— dirige un ejército de huestes celestiales para combatir al dragón-diablo. Éste es vencido, y su ejército de ángeles caídos —«un tercio de las estrellas», que él había apartado de las huestes del cielo— es echado a la Tierra. El Diablo siempre ha hecho las veces de gran acusador. Aun hoy se presenta delante de Dios como un fiscal ante el juez, para incriminar a la humanidad —sobre todo a quienes han aceptado la expiación de sus pecados por parte de Jesús— de toda suerte de delitos contra el Creador. El antiguo libro bíblico de Job confirma que este nefasto personaje lleva haciendo lo mismo desde tiempos inmemoriales. «Un día vinieron a presentarse delante del Señor los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo el Señor a Satanás: “¿De dónde vienes?” Respondiendo Satanás al Señor, dijo: “De rodear la tierra y de andar por ella”. Y el Señor dijo a Satanás: “¿No has considerado a Mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” Respondiendo Satanás al Señor, dijo: “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora Tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra Ti en Tu misma presencia”» (Job 1:6-11). Con esas palabras, el Diablo describió acertadamente a la vasta mayoría de la humanidad. Cuando nos vemos azotados por penurias extremas, muchos hemos sido culpables de alzar el puño y achacarle a Dios nuestras desdichas. Aunque todos somos pecadores, el Juez supremo ya nos perdonó nuestros pecados; ahora bien, el Diablo insiste en que seamos condenados. Pero pronto eso terminará. Después de perder la batalla cósmica ante las fuerzas del bien, el Diablo es arrojado a la Tierra, y ya no puede acusarnos ante Dios. ¡El Cielo se regocija! Sin embargo, para los habitantes de la Tierra el exilio de Satanás resulta nefasto, pues cuando es arrojado a la Tierra, comienza su régimen de terror de 1260 días denominado la Gran Tribulación. Ya no puede increpar a Dios para que nos condene, pero sí puede hacer todo lo que está a su alcance para causarnos sufrimiento. Sabiendo que le queda poco tiempo, se empeña en eso con todas sus fuerzas. Así y todo, él es quien está condenado, y tal como perdió la guerra en el plano celestial, también sale vencido en la Tierra. ¡Que no te quepa duda de eso! Dios y el bien saldrán victoriosos. Pero, ¿quién es esa mujer, entonces? Puede que la respuesta te sorprenda. (Continuará en el próximo número de Conéctate)

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