Los hijos nunca olvidan los momentos significativos que pasan con sus progenitores. ¿No son esos los recuerdos de la niñez que evocamos con más cariño, los ratos en que nuestros padres nos demostraban su amor dedicándonos tiempo y atención? La atención personal que prestamos a los niños contribuye enormemente a su desarrollo. Si los privamos de ella, se consideran desdeñados y poco importantes, y al cabo de un tiempo se sienten rechazados. Eso nos sucede a todos. No siempre es necesario estar mucho tiempo con un niño para que comprenda que se lo quiere y aprecia. Lo que sí es imprescindible es pasar algo de tiempo con él. Y la calidad de los ratos que les dediquemos es tan importante como la extensión de los mismos. Lo mejor que podemos invertir en nuestros hijos es tiempo. Y es también el mejor regalo que les podemos hacer. Ninguna otra cosa tiene un efecto tan duradero en su vida. Alguien dijo sabiamente: «Nuestros hijos necesitan más nuestra presencia que nuestros presentes». Juega con ellos, lee con ellos, abrázalos, anímalos, disfruta de ellos. Sal a pasear con ellos y simplemente pasa un rato con ellos charlando. Hazles preguntas y escucha sus respuestas. Presta atención a lo que dicen. La mayoría de los padres tienen tanto que hacer que no dan abasto. Cuando surgen imprevistos, el tiempo que se pasa con los hijos queda relegado al último lugar. Solemos razonar que ya tendremos tiempo mañana. Pero nuestros hijos nos necesitan hoy. Conviene que determines cuánto tiempo a la semana debes pasar con cada hijo y que busques espacios para ello. Considera que esos ratos son compromisos ineludibles y tienen prioridad sobre todo lo demás. Si surge una situación de verdadero apremio, puede que sea necesario que reprogrames el tiempo que vas a pasar con ellos; pero no lo canceles del todo. Si ves que postergas con frecuencia el tiempo que deberías dedicarles, es necesario que reevalúes tu escala de prioridades y tu plan y que elabores uno que dé resultado. Cuando un niño mayor tiene problemas necesita aún más que se le dedique tiempo, y se hace preciso escucharlo con más atención. No hay que apresurarse a ofrecerle soluciones o consejos, y no conviene sermonearlo, sino escuchar todo lo que quiera decir antes de responderle. De ser posible, hay que ayudarlo a llegar por su cuenta a las mejores conclusiones. Luego, debemos tomarnos un rato para orar y escuchar la apacible voz de Dios en nuestro corazón y nuestra mente. Él siempre está presto a aclarar nuestros interrogantes, y a menudo nos ofrece sorprendentes soluciones. (V. los apartados El mejor amigo de los padres y Ratos para escuchar a Jesús del libro Preescolares, de la colección Soluciones para padres. También Escucha palabras del Cielo, de la colección Actívate.) Además del tiempo que se pasa con los hijos, hay que tomarse tiempo para orar por ellos. Esa es otra cosa que se suele descuidar a menos que se priorice. Hay que hacerse el tiempo. Orar por los hijos es una excelente manera de llegar a comprenderlos mejor. Dios puede revelarnos verdades acerca de ellos que no podríamos descubrir de ningún otro modo. Además, también nos hace saber cuánto los ama, lo que a su vez nos mueve a amarlos más. Y nos llena de Su amor, el cual nos faculta tanto a nosotros como a ellos para superar cualquier obstáculo. Muchos padres con hijos ya crecidos dicen que una de las cosas que más les pesa es no haberles dedicado más tiempo en sus primeros años. Ello conlleva ciertos sacrificios. Al principio puede parecer que no se está aprovechando el tiempo de la mejor manera; pero vale la pena perseverar. Cada momento que se dedica a los hijos es una inversión a futuro. Las recompensas son eternas. Para los hijos es fundamental saber que pueden contar con nosotros, aun cuando nos parezca que no estamos haciendo gran cosa por ellos ni logrando nada valioso. Extracto de La formación de los niños, de Derek y Michelle Brookes. © Aurora Production AG, 2004.
jueves, 26 de noviembre de 2009
La mejor inversión de cara a los hijos
Los hijos nunca olvidan los momentos significativos que pasan con sus progenitores. ¿No son esos los recuerdos de la niñez que evocamos con más cariño, los ratos en que nuestros padres nos demostraban su amor dedicándonos tiempo y atención? La atención personal que prestamos a los niños contribuye enormemente a su desarrollo. Si los privamos de ella, se consideran desdeñados y poco importantes, y al cabo de un tiempo se sienten rechazados. Eso nos sucede a todos. No siempre es necesario estar mucho tiempo con un niño para que comprenda que se lo quiere y aprecia. Lo que sí es imprescindible es pasar algo de tiempo con él. Y la calidad de los ratos que les dediquemos es tan importante como la extensión de los mismos. Lo mejor que podemos invertir en nuestros hijos es tiempo. Y es también el mejor regalo que les podemos hacer. Ninguna otra cosa tiene un efecto tan duradero en su vida. Alguien dijo sabiamente: «Nuestros hijos necesitan más nuestra presencia que nuestros presentes». Juega con ellos, lee con ellos, abrázalos, anímalos, disfruta de ellos. Sal a pasear con ellos y simplemente pasa un rato con ellos charlando. Hazles preguntas y escucha sus respuestas. Presta atención a lo que dicen. La mayoría de los padres tienen tanto que hacer que no dan abasto. Cuando surgen imprevistos, el tiempo que se pasa con los hijos queda relegado al último lugar. Solemos razonar que ya tendremos tiempo mañana. Pero nuestros hijos nos necesitan hoy. Conviene que determines cuánto tiempo a la semana debes pasar con cada hijo y que busques espacios para ello. Considera que esos ratos son compromisos ineludibles y tienen prioridad sobre todo lo demás. Si surge una situación de verdadero apremio, puede que sea necesario que reprogrames el tiempo que vas a pasar con ellos; pero no lo canceles del todo. Si ves que postergas con frecuencia el tiempo que deberías dedicarles, es necesario que reevalúes tu escala de prioridades y tu plan y que elabores uno que dé resultado. Cuando un niño mayor tiene problemas necesita aún más que se le dedique tiempo, y se hace preciso escucharlo con más atención. No hay que apresurarse a ofrecerle soluciones o consejos, y no conviene sermonearlo, sino escuchar todo lo que quiera decir antes de responderle. De ser posible, hay que ayudarlo a llegar por su cuenta a las mejores conclusiones. Luego, debemos tomarnos un rato para orar y escuchar la apacible voz de Dios en nuestro corazón y nuestra mente. Él siempre está presto a aclarar nuestros interrogantes, y a menudo nos ofrece sorprendentes soluciones. (V. los apartados El mejor amigo de los padres y Ratos para escuchar a Jesús del libro Preescolares, de la colección Soluciones para padres. También Escucha palabras del Cielo, de la colección Actívate.) Además del tiempo que se pasa con los hijos, hay que tomarse tiempo para orar por ellos. Esa es otra cosa que se suele descuidar a menos que se priorice. Hay que hacerse el tiempo. Orar por los hijos es una excelente manera de llegar a comprenderlos mejor. Dios puede revelarnos verdades acerca de ellos que no podríamos descubrir de ningún otro modo. Además, también nos hace saber cuánto los ama, lo que a su vez nos mueve a amarlos más. Y nos llena de Su amor, el cual nos faculta tanto a nosotros como a ellos para superar cualquier obstáculo. Muchos padres con hijos ya crecidos dicen que una de las cosas que más les pesa es no haberles dedicado más tiempo en sus primeros años. Ello conlleva ciertos sacrificios. Al principio puede parecer que no se está aprovechando el tiempo de la mejor manera; pero vale la pena perseverar. Cada momento que se dedica a los hijos es una inversión a futuro. Las recompensas son eternas. Para los hijos es fundamental saber que pueden contar con nosotros, aun cuando nos parezca que no estamos haciendo gran cosa por ellos ni logrando nada valioso. Extracto de La formación de los niños, de Derek y Michelle Brookes. © Aurora Production AG, 2004.
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