martes, 10 de noviembre de 2009

La fiesta de cumpleaños


Querida Laurita: Hola, amiga. Como sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha de Mi cumpleaños. El año pasado hicieron una gran fiesta en Mi honor y deduzco que este año ocurrirá lo mismo. A fin de cuentas, llevan meses haciendo compras y preparándose para ello. Casi todos los días ha habido anuncios y avisos sobre la inminencia de la fecha. Es agradable saber que, al menos un día al año, algunas personas se acuerdan de Mí. Hace ya mucho tiempo que les dio por celebrar Mi cumpleaños. Al principio creo que comprendían y agradecían todo lo que Yo había hecho por ellos. Pero hoy en día pocos le ven el sentido a mi cumpleaños. Me gusta que la gente se reúna y lo pase bien, y me alegra que los niños se diviertan tanto. Aun así, creo que la mayor parte no entiende el significado de estas fechas. Por ejemplo, el año pasado fue el colmo. Al llegar el día de Mi cumpleaños armaron una tremenda fiesta; pero ¿puedes creer que ni siquiera me convidaron? ¡Imagínate! Yo era el invitado de honor y se olvidaron por completo de Mí. Llevaban dos meses preparándose para la ocasión, y cuando llegó el gran día, me dejaron en la calle. Francamente no me sorprendió mucho. En los últimos años ha venido sucediendo con frecuencia. Aunque no me invitaron, se me ocurrió colarme sin hacer ruido. Entré y me quedé en un rincón. Estaban todos bebiendo, carcajeándose y pasándolo en grande cuando de pronto llegó un viejo gordo vestido de rojo, con una barba blanca postiza, gritando: «¡Jo, jo, jo!» Era evidente que había tomado más de la cuenta. Todo el mundo lo aclamaba mientras se abría paso a tropezones entre los presentes. Se dejó caer pesadamente en un sofá, y todos los niños, emocionados, se le acercaron corriendo y chillando: «¡Papá Noel! ¡Papá Noel!» Como si él fuese el homenajeado. Al final tuve que irme. Salí por la puerta principal y nadie se dio cuenta siquiera de que yo me marchaba. No sé si alguna vez me había sentido tan deprimido. Tú pensarás que yo no derramo lágrimas, Laurita, pero aquella noche lloré. Por eso me llegó tan hondo que, al pasar por tu casa esa noche, tu familia me invitara a entrar y me tratara como a un rey. Me emocioné profundamente cuando me cantaron Cumpleaños feliz. Hacía mucho que a nadie se le ocurría hacer eso. Valoro enormemente a los amigos como tú. Es un consuelo saber que otros también me recuerdan en el día de Mi cumpleaños, personas que como tú celebran Mi aniversario con una comida sencilla y un rato agradable en familia. Sin falta paso ese día por su casa. Me conmovió mucho ver el pequeño pesebre que pusiste en un rincón de la sala de estar. Es lindo que la gente conmemore así Mi nacimiento. ¿Sabías, sin embargo, que en algunos países está prohibido exhibir nacimientos o pesebres en los parques, colegios y lugares públicos? Me refiero a países cristianos. ¿Adónde irá a parar este mundo? Otra cosa que me desconcierta es que el día de Mi cumpleaños, en vez de hacerme regalos a Mí, se intercambien obsequios. ¿No te parecería raro que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieran celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? Una vez alguien me dijo: —Es que a Ti nunca te vemos; ¿cómo vamos a hacerte regalos? Ya te imaginarás lo que le respondí: —Da comida y ropa a los pobres, ayuda a los necesitados. Visita a los que están solos. Todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, lo contaré como si me lo hubieras entregado a Mí. Por desgracia, cada año es peor. Llega Mi cumpleaños y no piensan más que en compras, en fiestas y en vacaciones; y Yo no pinto nada en el asunto. Pues les tengo reservada una sorpresa. O más bien para los que me aman y aprecian todo lo que hice por ellos. Laurita, voy a contarte un secreto. Se trata de algo que vengo pensando desde hace harto tiempo, y dada la situación, creo que voy a hacerlo muy pronto. Quiero organizar Mi propia fiesta. Habrá sitio para todo el que quiera venir. Sé que tú vendrás, Laurita. ¿Qué te parece? Ya estoy enviando invitaciones y cuando sea el momento propicio, la celebraré por sorpresa. Dime enseguida si quieres venir, ¿de acuerdo? Te reservaré un lugar, y con grandes letras doradas escribiré tu nombre en Mi gran libro de invitados. Se despide con mucho cariño, Jesús

No hay comentarios:

Publicar un comentario