domingo, 15 de noviembre de 2009

La batalla de la mente


La mente es un gran campo de batalla en el que se libra una guerra espiritual sin cuartel por el dominio de los pensamientos del individuo y, a través de ellos, de sus acciones. La mayoría de las cosas que hacen caer a la gente empiezan en la psique: el orgullo, el egoísmo, el odio, la codicia, el resentimiento, la mundanería, el fariseísmo, la incredulidad, etc. Nacen en los pensamientos y se arraigan y enconan en ellos. Todo porque adoptamos la mente de los hombres y la mente del mundo en lugar de revestirnos de la mente de Dios. La Biblia habla mucho de la necesidad de vigilar nuestros pensamientos, de hallar la voluntad de Dios y darle prioridad por sobre nuestros deseos, y de adoptar la mente de Cristo:
• «Tengan ustedes la misma manera de pensar que tuvo Cristo Jesús» (Filipenses 2:5, versión Dios Habla Hoy). • «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la Tierra» (Colosenses 3:2). • «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12:2, NVI). • «Preocuparse por lo puramente humano lleva a la muerte; pero el preocuparse por las cosas del Espíritu lleva a la vida y a la paz» (Romanos 8:6, versión Dios Habla Hoy). • «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (Filipenses 4:8). Es por medio de la mente que Satanás tiene acceso y trata de influenciar a la gente. De ella se vale para incorporar a su bando a los perdidos del mundo y para controlar y manipular a los suyos. Y naturalmente, no se limita a controlar a los suyos. Ataca también a los hijos de Dios. Procura malograr su felicidad, bienestar y utilidad a Dios inyectando en sus pensamientos ideas malignas. No obstante, cuando éstos optan por la luz del Señor y rechazan las tinieblas del Diablo, cuando permiten que Jesús los controle y le piden que les imbuya los pensamientos que proceden de Él, toda obra buena es posible. Lo estrecha que sea nuestra relación con el Señor y las bendiciones que se derivan de ello se definen en el entorno del pensamiento, dado que allí es donde determinamos nuestra voluntad. Es allí donde optamos por Él y por Sus preceptos, donde nos decidimos a creer en Su palabra en vez dar crédito a la palabra del Diablo. Es en ese terreno donde adoptamos la mente de Cristo. «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17), nos dice la Biblia. Una de las cosas que más nos conviene hacer es pedirle continuamente al Señor que dirija nuestros pensamientos y nos libre de la influencia del Diablo. Para poder bendecirnos y valerse de nosotros tanto como quisiera, el Señor necesita asumir pleno dominio de nuestros pensamientos. Sus pensamientos no pueden coexistir con nuestra mente natural, la cual se opone a la Suya. «Los designios de la carne [la mente natural] son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden» (Romanos 8:7). Nuestra mente natural es presa fácil de las dudas, mentiras y propaganda del Diablo, y puede sofocar el Espíritu del Señor. En definitiva, para alcanzar la talla que el Señor quiere que alcancemos como cristianos, debemos ser enteramente Suyos; y para eso, debemos adoptar Su mente, debemos pensar más cabalmente como Él. ¿Cómo? Desembarazándonos de la mente humana, de la mente mundana, de los pensamientos de Satanás, de la vanidad de la mente carnal o natural. Debemos «ceñir los lomos de nuestro entendimiento» (1 Pedro 1:13). Eso significa construir barricadas que nos protejan de los ataques del Diablo por la vía de los pensamientos. Significa ponernos totalmente bajo el dominio y la dirección de Jesús. Cuando logramos eso, Él está en condiciones de vivir en nosotros y obrar por medio de nosotros como nunca.

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