martes, 24 de noviembre de 2009

REVISTA CONÉCTATE 70 AÑO 2006


Hablando de la trampa en que caemos cuando contraemos deudas, alguien sacó a colación un antiguo proverbio castellano: «Quien lo que debe saber no sabe, por su ignorancia pague». Toda la razón tenía, particularmente si se toma en cuenta que las presiones económicas ejercen un efecto perjudicial sobre nuestra salud, felicidad y relaciones humanas. Es que amontonar deudas puede costarnos más que simple dinero. La economía consumista del siglo xx le legó un grave problema al siglo xxi, el cual se propaga ahora rápidamente a escala planetaria: me refiero a la deuda de los consumidores. En mis años jóvenes las deudas contraídas por particulares se consideraban irresponsables; hasta eran motivo de vergüenza. Hoy en día, por contraste, son la norma, en buena medida gracias al crédito fácil. Antes de 1950, la única modalidad de crédito que existía era la conocida como préstamo con garantía, en la cual el prestatario debía poner ciertos bienes en garantía: dejaba, por ejemplo, en prenda una casa o un auto. Posteriormente, siguiendo el ejemplo de los EE.UU., las tiendas probaron una nueva estrategia: introdujeron las compras a plazos; y los bancos y otras instituciones, las tarjetas de crédito —prestamos sin garantía—, facilitando con ello el vivir de dinero prestado. Todavía recuerdo cuando las propagandas de televisión de artículos de alto valor empezaron a incluir un optimista «¡compre ahora y pague después!» Y que pagamos, ¡pagamos! En la mayoría de los países desarrollados, la deuda media contraída por cada familia mediante sus tarjetas de crédito se mide en miles de dólares. A ello hay que sumar otras deudas, como las de los créditos hipotecarios y los préstamos para estudios. Si una familia efectúa solamente el pago mensual mínimo de su deuda y ésta está sujeta a un interés anual del 20%, fácilmente puede tardar 20 años en saldarla. Para entonces habrá pagado hasta 40 veces lo que tomó prestado, sólo por concepto de intereses. Sea en dólares, euros o pesos, esa es una suma exorbitante de dinero. ¿Cómo hacemos, pues, para evadir la trampa de las deudas? La respuesta a ese interrogante se encuentra en la mayor fuente de soluciones para todos los problemas de la vida: la Biblia. El presente número de Conéctate aborda con clarividencia el tema del plan económico de Dios y nos instruye en los pasos que debemos dar para mantenernos libre de deudas.

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