martes, 24 de noviembre de 2009

Dar a Dios


Aún recuerdo la época en que yo estudiaba en la universidad y subsistía penosamente con apenas 25 dólares mensuales, en una pequeña casa rodante de 4 metros, con mi mujer y dos hijos pequeños. Un día ella comentó que Dios nos bendeciría si dábamos el diezmo* de lo poco que teníamos. Al principio protesté aduciendo que no podíamos permitírnoslo. Pero cuando oramos para consultar al Señor, abrimos la Biblia justamente en el pasaje que trata de una viuda que echó sus dos últimas monedas —de ínfimo valor en aquella época— en el arca de las ofrendas (Marcos 12:41-44). ¡Qué podía yo decir después de leer aquello! Hasta ese momento había aducido que no podíamos permitirnos donar una décima parte de nuestro sustento. Sin embargo, ese pasaje de la Biblia da cuenta de una pobre viuda que dio todo lo que tenía. Así que el domingo siguiente entregamos nuestro diezmo —2,50 dólares— a la iglesia a la que asistíamos. El lunes por la mañana, cuando me presenté en clase, el profesor me dijo: —¡David, me dieron este sobre para que se lo entregara! Contenía un billete de 20 dólares. Como diez veces lo que habíamos dado. Dios es así: a Él le encanta devolvernos con creces todo lo que damos. ¡Siempre será más generoso que tú! Siempre te repondrá todo lo que entregues de buen corazón. Ni siquiera estoy seguro de que el templo necesitara las moneditas de aquella viuda pobre. Aun así, Dios premió su sacrificio. Prueba de ello es que Jesús manifestó: —De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento (Marcos 12:43,44). Eso significa que uno puede llegar a dar todo su sustento sin resultar perjudicado, porque Dios bendecirá su acción. Si nuestras intenciones son buenas y puras, Dios nos bendice por lo que damos. ¡Él lo ha prometido! Dice: «Traed todos los diezmos al alfolí [granero] y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto [...], si no os abriré las ventanas de los Cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde» (Malaquías 3:10). «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). ¡Dios te lo devolverá! «Todo lo que gastes —asegura—, ¡Yo te lo pagaré!» ¿Recuerdas quién pronunció esas palabras? Se hallan en el hermoso relato del buen samaritano, el cual, al encontrar junto al camino a un hombre golpeado por ladrones, lo recogió, lo instaló en un mesón y le dijo al mesonero: —Todo lo que gastes, yo te lo pagaré (v. Lucas 10:30-37). Comprobarás que lo que aportes ­para Dios y Su obra, por mucho que sea, a fin de cuentas no supone ningún sacrificio. Constituye simplemente una inversión, cuyos dividendos sobrepasarán con mucho todo lo que hayas gastado. Invierte, pues, en Cristo Jesús y en la obra de Dios, y tus inversiones te producirán dividendos eternos. Dios te bendecirá y se encargará de que obtengas buenas ganancias a cambio, las mejores. Participarás de las recompensas eternas, de las almas conquistadas a consecuencia de tus donativos. Da prioridad a Dios y aparta tu diezmo para entregarlo a Su obra. Él ha prometido que, si lo haces, te dará prioridad a ti otorgándote abundantes bendiciones, ¡tantas que no sabrás qué hacer con ellas!
El Señor proveerá Dios es muy bueno con aquellos que lo aman y se esfuerzan por servirle lo mejor que pueden. En realidad, trata de ser con ellos tan bueno como le es posible. Él nos da «todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efesios 3:20). «Nada bueno niega a los que andan en integridad» (Salmo 84:11, LBLA). «Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón» (Salmo 37:4). «Mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19). Si complacemos al Señor, Él resuelve todos nuestros problemas, satisface todas nuestras necesidades y hasta nos concede los deseos de nuestro corazón. ¡Lo ha prometido! Nos da lo que le pedimos y lo que tenemos fe para obtener de Él. Es un Dios de milagros capaz de cubrir nuestras necesidades recurriendo a las fuentes más inesperadas. Cuando lo complacemos, no sólo nos da todo lo que necesitamos, sino que cumple además muchos de nuestros deseos. Procura, pues, ser fiel al Señor y vivir lo más posible en armonía con Su voluntad. A cambio, Él cuidará fielmente de ti.
* Diezmo: Contribución voluntaria para la obra de Dios de un porcentaje fijo —por lo general no menos del 10%— de los ingresos o la cosecha.

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