viernes, 13 de noviembre de 2009

Gloria en lugar de ceniza


Acostumbrábamos cantar esta cancioncilla acerca del Señor: Para el dolor, me da alegría. El miedo ahuyenta con Su amor. Con gloria cubre mi ceniza; mi sombra, con luz de sol. Para que se manifieste la dulzura, tiene que haber algo de sufrimiento. Para producir la belleza de la llama, algo tiene que reducirse a cenizas. Las bendiciones provienen del sufrimiento: «gloria en lugar de ceniza» (Isaías 61:3). En Hebreos 12, versículo 11, se expresa muy claramente este principio: «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados». Imaginemos una mano gigantesca que toma un panal y lo estruja para que brote la miel. O recordemos aquel episodio en que Moisés golpeó la roca: ésta sufrió un golpe, pero de ella fluyó el agua (Éxodo 17:1-7). Es preciso partir el corazón de piedra para que fluya el agua [del Espíritu de Dios] y refresque al pueblo. Otras analogías serían la de una bella flor que es macerada y aplastada, pero de ella emana la fragancia. O la de la música hermosa que brota de la garganta del pájaro: el ave casi da la sensación de estar sufriendo y, sin embargo, entona una canción. Aunque su canto sea triste, lo emite con ternura. Los gemidos no son quejas, sino cánticos de alabanza y agradecimiento a Dios. Melodías agridulces. Como dijo el poeta Percy Shelley: «Las canciones más tiernas son las que revelan los pensamientos más tristes». La alabanza es la voz de la fe. De no haber estado en tinieblas, no apreciaríamos la luz. No valoraríamos la salud si nunca nos enfermáramos. No podemos apreciar la alegría mientras no conozcamos la tristeza. No apreciaremos la misericordia de Dios hasta que hayamos conocido la justicia del Diablo. (Oración:) Ayúdanos, Señor, a no ahogar esa bella canción, por triste que sea; a agradecerte a pesar de nuestras penas. Ayúdanos a estar dispuestos a sufrir lo que sea necesario para que de nosotros brote Tu dulzura, Tu fragancia, Tu belleza, Tu canción, Tus aguas refrescantes. De lo que parecen derrotas Tú sacas algunas de Tus mayores victorias. «[Dios] nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (2 Corintios 1:4).

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